“El cine me ha dado algunas de las mayores satisfacciones de mi vida y me ha hecho mejor persona”

“El cine me ha dado algunas de las mayores satisfacciones de mi vida y me ha hecho mejor persona”

Tiempo de lectura: 10 minutos

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Cinéfilo, profesor, escritor, presentador, director junto a David Trueba del documental ‘La silla de Fernando’, incluso extra en películas y cortometrajes, la carrera de Luis Alegre Saz quedó marcada desde su infancia por su padre, que le transmitió su pasión por la cultura y el cine, y su madre, de quien heredó su amor por las personas y la enseñanza. 

Nacido en Lechago (Teruel, 1962), estudió empresariales, aunque siempre ha estado vinculado al séptimo arte. A los ocho años se enamoró por primera vez viendo una película, ‘Del rosa… al amarillo’, y a los once ya dirigía un cineclub y escribía reseñas de películas. Dice del cine, ese arte que nos hace soñar y vivir en otros mundos, que también le ha hecho mejor persona. Conocemos a Luis Alegre en este nuevo Secuenciando a. 

¿Cómo surge tu idilio con el mundo del cine?

El origen de mi idilio con el mundo del cine está clarísimo porque tuve la suerte de que mi padre, que era un campesino de Lechago, de un pueblecito del Teruel profundo, tenía una enorme sensibilidad hacia la cultura, la literatura, el periodismo, el cine, y él me contagió todas sus pasiones. Recuerdo irme con él al huerto de la mano, recitándome poemas de Machado, hablándome de películas de Alfred Hitchcock, de Ingrid Bergman, de Buñuel, al que él había conocido en Francia porque iba de vez en cuando allí a trabajar a la vendimia. Allí nació, sin lugar a dudas, y desde muy pequeño, mi fascinación por el mundo del cine. 

¿Qué te atraía especialmente de ese mundo?

Voy a decir un tópico, pero es que es verdad, el cine te permitía soñar, volar a otros mundos, y eso es una experiencia muy fascinante. Y te permitía enamorarte. La primera vez que me enamoré fue viendo una película, con 8 años, ‘Del rosa… al amarillo’, en la que me enamoré completamente de la niña protagonista. Y algo que es capaz de provocar esos sentimientos y esas sensaciones tan poderosas, inevitablemente te engancha y, de alguna manera, me convertí en un adicto a algo que me provocaba tanta emoción y sensaciones tan agradables e insólitas, tanta felicidad. Luego, con el paso del tiempo, además, es un arte que sirve también para abrirte los ojos a determinadas realidades colectivas, individuales, te enseña muchísimas cosas sobre ti mismo, sobre la condición humana, y por eso el cine es para mí algo tan hipnótico y tan grande, porque de alguna manera te vuelve mejor persona. 

A pesar de esa temprana fascinación por el cine, luego estudiaste empresariales

Sí, mi padre también ahí fue fundamental. Con 18 años, las circunstancias económicas de mi familia no me permitían irme a estudiar cine o periodismo a Madrid o Barcelona. Mi padre me dijo: “hijo mío, tu puedes seguir amando el cine, puedes seguir escribiendo, puedes seguir haciendo todo sin necesidad de estudiar, y te recomiendo que estudies economía porque te va a ayudar a entender mejor el mundo, además se te dan muy bien las matemáticas y eso te puede facilitar el estudio”.

Le hice caso y, por otro lado, es que yo tenía desde niño otra vocación, relacionada con la enseñanza. Mi padre era cultísimo, pero completamente autodidacta, y mi madre dejó de estudiar a los once años porque estalló la Guerra Civil y dejó de ir a la escuela, pero en nuestra casa siempre se respiró un amor muy grande por la enseñanza. En nuestra casa de Lechago se alojaban las maestras que iban al pueblo y mi madre entabló una amistad especial con una de ellas, con Doña Elvirín, que nos marcó a todos. Crecí respirando amor por la enseñanza y con once o doce años ya daba clases particulares a mis compañeros y a chicos más jóvenes.

Al estudiar empresariales, más que para trabajar en una empresa, lo que me apetecía y conseguí era convertirme en profesor de universidad alrededor de las materias que estudié. Y mi padre tenía razón, porque he logrado combinar eso con mi dedicación al periodismo cultural y cinematográfico, mi activismo cultural, y mi dedicación también a hacer un documental como ‘La silla de Fernando’. En ese sentido, estoy muy satisfecho, vete a saber qué hubiera sido mi vida si aquí hubiera habido una escuela de cine o de periodismo y hubiera elegido una de las dos; nunca se sabe, igual hubiera sido menos feliz. 

Te hemos visto haciendo de extra en películas, cortometrajes, también detrás de la cámara en el documental ‘La silla de Fernando’, ¿en algún momento pensaste en dedicarte de manera más exclusiva al mundo del cine, delante o detrás de las cámaras?

No, he dedicado más tiempo al cine del que yo pensaba que iba a poder dedicar y me siento afortunado por eso, porque en la universidad he dado clases durante muchísimos años, pero con un contrato de dedicación parcial, que me permitía tener margen para dedicarlo a mis actividades relacionadas con la cultura, el cine y el periodismo.  

Has presentado tertulias, moderado debates, impulsado actividades culturales. ¿Hay alguna que recuerdes con más cariño o por la complejidad que supuso ponerla en marcha o desarrollarla?

Con once años empecé a dirigir un cineclub, en el colegio donde estudiaba, porque el tutor que teníamos se daba cuenta de que yo estaba hablando todo el rato de películas, de actores, de directores, y me propuso dirigir el cineclub, moderar los cinefórums después de las proyecciones, escribir reseñas de las películas, y lo pienso y digo: «pues tantos años después sigo haciendo un poco lo mismo» (ríe), y eso también me parece bonito. He hecho y hago muchísimas cosas, y al ciclo de La Buena Estrella, que dirijo en la Universidad de Zaragoza y que nació en 1996, que ha cumplido 27 años, le tengo mucho cariño porque me ha dado muchas alegrías y me ha permitido conocer y cultivar la amistad de gente a la que admiro y que, en muchas ocasiones, se han convertido en amigos. 

Pero también los festivales de cine, como el de Tudela, que dirijo, me dan muchas satisfacciones; otros en los que colaboro, Málaga, La Almunia, Jaén, Almería, Huesca, Zaragoza en ciertas etapas. Porque otra de mis pasiones, también contagiada en mi casa, por mi madre, es mi gusto y mi amor por la gente, y los festivales y ciclos de coloquios me han permitido conocer y tratar y cultivar la amistad de mucha gente relacionada con el cine, y lo seguiré haciendo hasta que el cuerpo resista. 

Otra actividad que me ha permitido disfrutar del cine más allá de ver las películas es el periodismo. Desde que empecé a escribir con once años, en los 80 en la universidad, luego lo hice en Andalán, en Heraldo de Aragón, en Radio Zaragoza Cadena SER, en multitud de radios y revistas, y eso también me ha permitido conocer la trastienda del mundo del cine y de sus protagonistas y me ha provocado muchas alegrías, satisfacciones y me ha enriquecido, me ha convertido en una persona mejor.

«Berlanga, Azcona y Fernán Gómez son para mí la Santísima Trinidad»

Conoces a muchísima profesionales del cine precisamente por estas actividades, ¿hay alguno que sorprendería al público si lo conociera en persona porque no se esperaría como es?

Es una pregunta compleja, porque no se qué imagen tiene para la inmensa mayoría del público Javier Bardem, por ejemplo, pero es un ser completamente cálido, entrañable, adorable, uno de mis grandes amigos y un tipo de lo más cariñoso y generoso, y a veces tengo la sensación de que la gente percibe de él una imagen que no se corresponde con esa realidad que yo vivo con él desde hace 32 años que lo conozco; por poner un caso muy señalado. 

¿Qué género cinematográfico te apasiona?

Soy de gustos muy versátiles, porque lo que me gustan son las películas que me conmuevan, que me diviertan, que me exciten intelectualmente, que me hagan pensar que la vida merece la pena porque exista esa película que me ha despertado una sensibilidad, porque me ha despertado emociones sublimes o maravillosas o simplemente porque me ha entretenido, me ha hecho reír, me ha ayudado a comprender la condición humana, a ser más empático, más solidario, más sabio, cualquier película que consiga alguno de esos objetivos, aunque sea pequeño, me gusta. Entre mis películas favoritas hay muchos géneros, me gustan mucho las comedias románticas, las tragicomedias de Berlanga y Azcona, me gusta muchísimo el cine negro, el melodrama romántico, el cine cómico de Buster Keaton y Charles Chaplin, ‘El apartamento’ que es una tragicomedia, pero que en el fondo no tiene género. Me gustan también bastantes películas del oeste, westerns, John Ford. Y me gusta mucho Woody Allen o de los españoles, Berlanga, Azcona y Fernán Gómez son para mí la Santísima Trinidad

Las plataformas han llegado para quedarse, ¿le han hecho un flaco favor al cine o están ayudando?

Las plataformas tienen, como todo en la vida, sus luces y sus sombras, pero compensan las luces con diferencia. En primer lugar, han revitalizado la industria, se hacen más películas y más series que nunca y eso significa que la industria es más potente y más rica que antes, y que los profesionales tienen más trabajo. 

Las plataformas han aumentado la oferta de una manera abrumadora para los espectadores. Claro que tienen inconvenientes en el sentido de que esos espectadores que se quedan enganchados a las plataformas pues van al cine con menos frecuencia y eso también condiciona el tipo de cine mayoritario que se hace o que merece la pena hacerse desde un punto de vista económico. Y hay un tipo de cine que parece bastante condenado a la marginalidad en las salas, aunque internet también propicia nuevos circuitos para que esas películas se acaben viendo. 

Es un asunto muy completo para resumir, pero diría que las plataformas han revitalizado la industria audiovisual, y desde ese punto de vista me parecen muy interesantes, que han aumentado la oferta de productos audiovisuales, películas, documentales, series, y eso creo que es muy bueno, que el espectador tiene más entre donde elegir, pero que al mismo tiempo han supuesto un golpe para las salas de cine tradicionales, que se ven obligadas a adaptarse a los nuevos tiempos y que también condena a la marginalidad, en esas salas de cine, a un cine más minoritario. En cualquier caso, creo que están revolucionando el mundo audiovisual y debemos adaptarnos a esa situación y tratar de potenciar sus luces y que las sombras no sean capaces de arruinar una cultura cinéfila que, a veces, parece que está condenada a la marginalidad, 

«El audiovisual aragonés vive un momento completamente excepcional, muy alentador y muy brillante»

¿Te gusta maratonear series? ¿Alguna recomendación?

No, yo es que tengo tantas cosas en la cabeza, tantas cosas que hacer y tantas tareas, que veo las series con cuentagotas. Soy cinéfilo, pero no soy seriéfilo, pero de vez en cuando si hay una gran serie, como ‘The wire’ o ‘Los Soprano’, en series se pueden hacer también obras maestras, y las obras maestras no suelo perdérmelas. Pero también me pierdo, porque como hay tantas, a veces eso me produce una cierta ansiedad, saber que hay cosas que no me puedo perder y que me pierdo por fata de tiempo y por excesiva oferta. Esa es una pega que le veo a las plataformas, que me produce esa ansiedad, pero he de aprender a vivir con ella, a relajarme y saber que no puedes ver todo, ni siquiera lo mejor.

Películas que todo el mundo debería ver 

He nombrado películas que son debilidad mía, pero yo diría que en el cine español hay cinco películas que yo recomendaría de una manera muy entusiasta que son ‘Viridiana’, de Luis Buñuel; ‘Plácido’ y ‘El verdugo’, de Luis García Berlanga; ‘El extraño viaje’, de Fernando Fernán Gómez; y ‘La caza’, de Carlos Saura. Por diferentes razones, me parecen películas fundamentales y que forman parte, además, de la edad de oro del cine español, que va de finales de los años 50 hasta mediados de los años 60. Ahí se provocó una coincidencia de los mejores, en su mejor momento, con Berlanga, Azcona, Fernán Gómez, Carlos Saura, que dieron origen a esas maravillas de películas. 

En cine internacional es que hay cientos de películas que adoro, ‘El apartamento’, de Billy Wilder; ‘Luces de la ciudad’, de Charles Chaplin; ‘El maquinista de la general’, de Buster Keaton; o ‘Carta a una desconocida’, de Max Ophüls ‘Retorno al pasado’, de Jaques Tourneur; ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, de John Ford, de los clásicos. Pero en los últimos cuarenta años hay películas de Woody Allen, de Tim Burton, de David Lynch, de Paul Thomas Anderson, que me encantan. 

¿Cómo ves el panorama audiovisual aragonés?

Está viviendo un momento completamente excepcional, como nunca lo ha vivido en su historia. Aragón ha dado a ilustres como Segundo de Chomón, Florián Rey, Luis Buñuel, Saura, Forqué, y en los años 60 y 70 muchos de ellos coincidieron haciendo cine y fue muy brillante, porque también estaba Antón García Abril como músico, Paco Martínez Soria como uno de los actores más populares de España. Pero si nos ceñimos al siglo XXI, el momento que estamos viviendo ahora, desde hace unos años, es muy alentador, muy brillante, con talentos desde que Miguel Ángel Lamata en 2004 estrenó ‘Una de zombis’, hasta ‘La maternal’, de Pilar Palomero, y el documental sobre Labordeta, de Gaizka Urresti y Paula Labordeta. Ha habido una acumulación de gente nacida en Aragón, algunos de ellos siguen trabajando en Aragón, profesionales de todo tipo, directores, intérpretes, técnicos, que me parecen de primera categoría y esto solo es el comienzo, nos van a seguir dando muchas alegrías en los próximos años y solo podemos felicitarnos y tratar de incentivar y de alentar ese periodo de esplendor.

¿Cómo puede hacerse?

Ofreciendo infraestructuras y apoyos. Infraestructuras como platós, estudios, también educación, potenciar la formación audiovisual, ayudas del Gobierno de Aragón a través de la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión, las Film Commission que también hacen una labor extraordinaria. Una combinación de estímulos públicos, privados, de infraestructura, de formación, potenciar el territorio como tierra de rodajes, que es algo que se está haciendo, Aragón es una tierra privilegiada para acoger rodajes de todo tipo porque tiene escenarios de todo tipo.

«Estoy escribiendo un libro sobre el director de cine Antonio del Amo. Su vida es como un espejo del cine español y de la España de su tiempo, desde la Guerra Civil a la Transición«

¿Qué es el cine para Luis Alegre?

Es un arte y una fábrica de emociones provocadas de una manera completamente original, a través de la imagen y del sonido, y que me ha dado algunas de las mayores satisfacciones de mi vida y me ha hecho mejor persona.

Se bromea muchas veces con la cantidad de amigos que tienes en el mundo del cine, pero ¿cuántos amigos tienes, los has contado alguna vez?

No, ¡ni pienso! (ríe) Pero cuando hablo de las satisfacciones del mundo del cine incluyo también la cantidad de gente a la que he conocido gracias al mundo del cine

¿En qué trabajo podremos encontrarte próximamente?

Ahora estoy escribiendo un libro sobre un director de cine muy desconocido, español, que se llama Antonio del Amo, que empezó a hacer cine nada más estallar la Guerra Civil, empezó a hacer documentales al servicio del bando republicano y su última película la estrenó el año que murió Franco. Su carrera coincide casi exactamente con el franquismo y tiene una vida de lo más apasionante. Es el abuelo de Rodrigo Sorogoyen, aunque apenas tuvo relación con él porque murió cuando Rodrigo tenía nueve años, lo conoció muy poco, pero su vida es muy apasionante porque en ella se cuela la España de la Guerra Civil, de la posguerra, de la dictadura, de la transición y es como un espejo del cine español y de la España de su tiempo, con detalles extraordinarios. Tardaré un par de años en publicarlo, porque ahora estoy en proceso de investigación.

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“Con la caracterización se me caen las lágrimas de la emoción, es de lo que más me gusta”

“Con la caracterización se me caen las lágrimas de la emoción, es de lo que más me gusta”

Tiempo de lectura: 8 minutos

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“¿Tienes cara? Te maquillo”. Bien podría ser el lema vital de Ana Bruned, maquilladora, caracterizadora y profesora. Nacida en Jaca, esta oscense trabaja en el audiovisual (televisión, cine, cortometrajes, documentales, videoclips, publicidad); en teatro, ópera y ballet; fotografía y moda, espectáculos de calle; maquillaje de novias y eventos; para marcas comerciales y personajes del mundo de la política, la sociedad y la cultura española, como el rey Juan Carlos I, Penélope Cruz, José Coronado, Ainhoa Arteta, Raphael, Chenoa, Mecano, Los Secretos y un sinfín de caras conocidas y que quedaron bien guapas en sus manos. 

Ganadora de dos premios Simón por ‘Leonardo muere’ y ‘Las pesadillas de Cajal’, y de dos cigüeñas de Fuentes de Ebro por su trabajo en ‘La tierra muerta’ y ‘Ofra&Khalil’, la seguimos fielmente en redes como Abrumada y, durante la entrevista, no pudimos pasar más de medio minuto seguido sin que nos hiciera reír. Risueña, bromista y algo vergonzosa ante la cámara, conocemos la trayectoria de Ana Bruned en este nuevo Secuenciando a. 

¿Cómo comienzas en el mundo del maquillaje y la caracterización de forma profesional?

Vería alguna película (de niña) y diría: “papá, esto me encanta”. En principio lo que me gustaba eran las Bellas Artes, estuve en la Escuela de Artes Aplicadas y me fascinó, y estando allí fue cuando, de repente, no sé por qué, decidí que quería hacer maquillaje. Aquí en Zaragoza no había, me fui a Madrid y allí, como todavía no había conformado un grado de caracterización que ahora sí que lo hay, busqué a los mejores profesores de maquillaje en cine, en televisión, fotografía, teatro. Fui haciendo cursos y el de teatro, que impartía Juan Pedro Hernández, un caracterizador de TVE, maquillador de Isabel Pantoja y de Pedro Almodóvar, me recondujo al maquillaje de cine, tv y fotografía.  

Estando en su clase le llamaron para hacer una película, de Manuel Iborra y Verónica Forqué (‘Caín’), que se iba a rodar en Cádiz, para ver si podía él. Como él no podía, me preguntó si quería ir yo, y como yo no tenía ni una pizca de conocimiento, le dije que sí y fui sin tener ni idea de nada. No me había leído un guion en mi vida, estaba recién salida del curso, me planté allí y estaba todo el rato con la boca abierta, no me enteraba de nada. Todavía no sé cómo pude hacer aquella peli o cómo no me despidieron. 

¿Y cómo afrontas ese primer trabajo? ¿Qué recuerdos guardas?

Fue una pasada, porque fueron dos meses en Cádiz, fuera de todo el entorno que tenía habitualmente. Nos llevamos todos muy bien, fueron dos meses de despedirnos y llorar y, de hecho, ese año quedamos en Nochevieja allí. Aprendí mogollón porque la gente que estaba en mi entorno era muy buena trabajando, llevaban tiempo y me encanta como nadie me puso ninguna zancadilla, pensé “qué buena gente”. Porque con cuatro zancadillas me hubiera roto el cráneo, me lo iba rompiendo casi sola, pero muy bien, lo recuerdo fenomenal. 

Cuando acabas ese trabajo en Cádiz, ¿vuelves a Madrid o a Zaragoza?

Ya me quedo en Madrid porque ya me estaban saliendo cosas, y pensé en probar allí porque aquí en Zaragoza no tenía ningún contacto tampoco. Me fui de trabajar en bares a estudiar maquillaje en Madrid, por lo que no tenía ningún contacto del medio audiovisual en Zaragoza, los hice en la peli, mientras estaba aprendiendo, y ya me quedé en Madrid. Luego por circunstancias personales me vine a Zaragoza, empecé a tener un entorno laboral en proyectos de fotografía, de moda, a finales de los 80 y principios de los 90. Los últimos coletazos en Madrid fueron en videoclips y dos largos que fueron un horror, un sufrimiento horroroso por el que dije “no vuelvo a hacer cine”, pero no, he vuelto a trabajar en ello. 

Trabajas en cine, moda, novias, eventos…

Si es una cara maquillable, yo maquillo. ¿Tienes cara? Maquillo (ríe). 

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Lo primero que llegó fue una película y cine, pero después, cuando te empiezas a asentar en Zaragoza, ¿en qué te centras?

Me centro en teatro y en moda. Un profesor de la escuela de teatro, cuando se enteró de que había aprendido en Madrid, me ofreció hacer los maquillajes de fin de curso y, luego, dar cursillos. Y otra vez sin conocimiento le dije que claro. Ahora lo pienso, desde donde estoy, y digo: “cómo di clase, cómo pude dar esas clases de maquillaje”, porque impartir docencia es algo serio. Pero lo hice, me picó el gusanillo y ahora es una de las cosas que más me gusta, dar clase. Luego, de hecho, me formé un año completo como formador de formadores. Mi fantasía sería dar clase, y hacer algún cortometraje de vez en cuando.

«Hay algo muy satisfactorio, que jamás pensé que lo diría, que es el maquillaje a particulares; siempre hay satisfacción absoluta»

¿Qué te aporta cada faceta?

La moda está muerta, no aporta nada, porque se hace algún catálogo, pero incluso cuando la moda está viva, las editoriales no remuneran apenas. El teatro no aporta dinero, pero aporta una satisfacción, y dando clase cada año aprendo, porque aprendo de los alumnos y me parece de lo más fascinante que puedo hacer, porque yo les enseño y ellos también me enseñan y es maravilloso. 

La caracterización, se me caen las lágrimas de la emoción, es de lo que más me gusta. En el corto ‘Cardelinas’ (2020) hay muchísima caracterización y no se ve, pero es una pasada porque hay caracterización de época y efectos especiales, marcas de hematomas en la piel, en las muñecas, todo eso no era algo visible, no es sangre; lo difícil es hacer algo que no haya sangre y que quede creíble.  

Los eventos me gustan y proporcionan dinero. Y hay algo muy satisfactorio, que no pensé jamás que lo diría, que es el maquillaje a particulares. Es fascinante por un doble motivo: porque hay casi un documental a cada sitio que vas, por las interacciones de la gente, es maravilloso, y luego porque son momentos muy gratificantes, son personas que están por la labor, siempre hay satisfacción absoluta, no hay nada de malo. 

¿Cómo has vivido la evolución en los materiales con los que trabajas?

Ahora los materiales te permiten hacer unas capas finísimas, las siliconas que se utilizan, incluso los materiales para captar el molde, los tiempos de vulcanización de todo, es todo mucho mejor. Antes en el cine se maquillaba con “pan stick” que es el horror de todo, porque no había una definición total. Yo soy fan del cine, pero no entiendo para qué hace falta un 8k. Eso para los documentales de naturaleza, que hace falta ver bien todo, pero para una piel es matar a los actores; queremos ficción-ficción, no necesito verle el poro entero a esa persona. Los adhesivos de ahora ¡cómo son! Los de antes o brillaba o el látex te intoxicaba.

Un trabajo especial para ti

Uno especial fue el primer trabajo que hice, el primero de mi vida, remunerado y que aprendí mucho, el largometraje de ‘Caín’, de Manuel Iborra y con Verónica Forqué. ¡Qué mujer, qué memoria tenía! Vino a Zaragoza a hacer ‘¡Ay, Carmela!’ y me llamó por teléfono para darme invitaciones. Al paso de los años, en el 93 fuimos a hacerle una entrevista y conforme entramos en su casa me saludó por mi nombre. Y yo pensando: “ ¿te acuerdas de mí? ”. Me pareció increíble. Luego vino ella a una conferencia en el Instituto Aragonés de la Mujer y lo mismo, pero habían pasado 500 años más.

También fue especial el videoclip de Mecano, ‘La fuerza del destino’, porque conocí a bastante gente; otro con Los Secretos, que son cosas que te marcan por cómo son ellos. Porque luego he tenido trabajos con gente muy conocida, pero que no me ha dejado huella. Me da igual eso, es la impronta humana la que deja huella. 

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¿Cuáles son tus maquillajes y caracterizaciones favoritas? ¿Cuáles te han resultado más difíciles?

Mi favorita es la de ‘Cardelinas’ y una que me resultó difícil, que fue para un vídeo de una obra audiovisual, es ‘Picasso adora la Maar’, que eran los cuadros de Picasso maquillados como trampantojos. Fue chulo, pero la gente se pensó que eran animaciones de vídeo, cuando en realidad eran maquillajes que se fundían con el fondo. De ese trabajo estoy super contenta. Hace poco se recogió en una exposición en el Torreón Fortea y el cartel de esa muestra sobre el trampantojo, también lo hice, dibujando mariposas monarca en la cara (de la modelo), que me llevó un ratico. 

«Hay mucha gente con la que siempre trabajaría. Me dirían: «Estás condenada a trabajar con ellos» y sería una condena muy rica»

¿Hay algún director o actores con los que te gustaría especialmente trabajar? ¿O con el que dirías “repetiría toda mi vida”?

Con Alberto Andrés Lacasta repetiría toda mi vida, hay muchos con los que repetiría, con Luis Larrodera también. Me encantaría trabajar con los Coen; con Keanu Reeves, me encantaría maquillarlo, ser su asistente, que me dijera “Ana tráeme, por favor, un vaso de agua” y yo diciéndole que sí aunque no sea mi misión (bromea). 

Repetiría siempre con Gorka Otxoa y Barbara Goenaga, con quienes he trabajado en la película ‘Para entrar a vivir’. Trabajaría siempre con Jorge Usón y Carmen Barrantes, todo el rato. Me dirían: “Estás condenada a trabajar con ellos”, y sería una condena muy rica. 

Hay mucha gente con la que siempre trabajaría, no os podéis imaginar, más que con la que no trabajaría. Si eres el mejor artista del mundo y eres un capullo, no quiero trabajar contigo, esto me ocurrió en Madrid; la gente que grita al equipo no me gusta, no es necesario hacer eso. 

¿Cómo está tu sector en Aragón ahora?

Muy degradado, es terrible, realmente no hay trabajo. Cuando hay mucha oferta de trabajo, hay oferta de calidad, hay una selección de calidad y la gente se preocupa por seguir formándose fuera, por continuar perfeccionando para llegar a un nivel potable, pero se hacen muchas cosas a low cost y se tiene trabajo de low cost, pero esa referencia no es cierta. Estoy con pena porque ya en España hay poco, pero en Aragón peor. 

Hay que formarse bien, yo continúo formándome, hace poco he hecho el grado de producción audiovisual y no descarto hacer algo de iluminación, aunque no vaya a trabajar en ello, eso hay que hacerlo. 

Es un debate complicadísimo, porque ¿dónde establecemos el límite de quién es profesional? ¿Te ganas la vida con ello dignamente? Antes de la pandemia me ofrecieron una entrevista de trabajo y me dijeron que el pago era salir en los títulos de crédito, pero esto es mi trabajo, tengo que pagar autónomos, el material y vivir de esto; esas desfachateces las tendríamos que guardar. 

Si Ana Bruned no fuera maquilladora, ¿qué sería? 

Actriz…

Pero ya has hecho pinitos como actriz…

Me parto, ¡qué vergüenza! (ríe). Realmente lo que me gustaría sería ser escultora.

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¿Cuáles serán tus próximos trabajos?

Hay proyectos, porque ahora estamos con el tema de las subvenciones y en este último trimestre te piden cartas de compromiso, entonces tengo firmadas un montón. ¿Qué llegará a buen puerto? Ni idea, igual hay tres largometrajes, cortometrajes también tres o cuatro. 

Lo más próximo en estreno será el cortometraje de Luis Larrodera, ‘El peor oficio del mundo’, en enero o febrero, pero por decir algo y ser creativa en la fecha (se ríe). También trabajo en los programas de Aragón TV ‘La pera limonera’ y ‘Basura o tesoro’.

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“El cariño que recibo de la gente es motivador y me da ganas de seguir”

“El cariño que recibo de la gente es motivador y me da ganas de seguir”

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Desde que era un niño ha tenido el impulso, el instinto y la intuición de hacer reír. Con raíces en Tardienta (Huesca), Rafa Maza se inició en la carrera militar y estudió Historia, pero siempre tuvo el humor como objetivo y prioridad en su vida. El actor y cómico igual te presenta una gala, que te llena un teatro o te clava una interpretación en una pieza audiovisual, es un auténtico todoterreno. 

Su alter ego es Fabiolo, de quien dice haber aprendido mucho por el carácter alegre y desenfadado del personaje que él mismo creó. Aprovecha estos días de verano para “cargar pilas” en Tardienta, pero antes pasamos una tarde muy divertida, como es Rafa, charlando sobre la vida y su trayectoria en este nuevo Secuenciando a. Localización, el Parque Grande de Zaragoza, ciudad a la que volverá en octubre con su espectáculo más viral ‘Fabiolo Connection’.

Rafa, imagina que llega un marciano a la tierra, pongamos que es Gurb, el personaje de Eduardo Mendoza, y pregunta: ¿quién es Rafa Maza?

Empezaría por la palabra comediante y le diría que soy alguien que, de siempre, he sentido el instinto de hacer reír a los demás. Lo he mantenido hasta ahora, porque me sale como un impulso, y luego me he formado como actor. Pero de niño no pensaba en ser actor de películas, no quería ser Paul Newman o un actor dramático, me gustaba Chaplin, Jerry Lewis, los cómicos ingleses, los Monty Python, los cómicos del ‘Un, dos tres’, ‘Martes y trece’, La Codorniz, Jardiel Poncela, la tradición del humor absurdo en España. 

¿Qué soñabas ser cuando eras pequeño?

Como se me daba muy bien el ejercicio físico, la educación física –lo ganaba todo, las carreras, el atletismo–, tenía esa cosa de dedicarme al deporte. Pero mi padre es militar, ya jubilado, y lo veía como algo aventurero. Mi padre me dijo: “tienes que ser militar” y ahí tuve una crisis de identidad, porque me puse a estudiar después del instituto para la Academia General Militar, pero pensé “dónde me he metido”, porque nunca había perdido el deseo de querer hacer reír.

¿Dónde estudiaste?

Estudié dos años en Ronda, en Málaga, en un centro para hijos de militares. Pero después estudie letras, Historia. En segundo de BUP me di cuenta de que lo mío eran las letras y de que tenía sensibilidad poética, cuando una profesora quiso leer mi texto en literatura porque le pareció muy bonito. De hecho, cuando estudiaba en Ronda me llamaban el poeta. Tras decirle a mi padre que no quería ser militar, estudié Historia en Zaragoza, la acabé y me fui a Madrid a estudiar arte dramático

¿Te gustaba Historia o la estudiaste un poco forzado?

Me hubiera gustado estudiar Filología también, pero no quería perder el tiempo, quería irme a Madrid y pensé: “estudio el primer ciclo de Historia y me voy a Madrid”. Con Historia podía estudiar optativas como literatura del Siglo de Oro, cultura y mentalidades de la Edad Moderna, de la Edad Media, literatura grecolatina. Quería tener una base para irme a Madrid y me quería quitar esa espinita de las letras, así que me licencié en Historia.

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«Cuando llegué a la RESAD en Madrid me eché a llorar al pensar que lo había conseguido, que iba a estudiar lo que siempre quise hacer»

¿Cómo fue tu llegada a Madrid y a estudiar teatro?

Fue muy ilusionante, no me lo creía. Tenía 23 para 24 años, ya había estudiado Historia en Zaragoza, había hecho teatro universitario aquí, trabajado en eventos, hacía cumpleaños, comuniones, hacía malabares, me metí en el mundo del clown, había hecho campamentos de verano y tenía cierta formación. Al llegar a Madrid recuerdo ver esa curva donde está la escuela de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) y echarme a llorar, pensar que lo había conseguido y que iba a estudiar lo que siempre quise hacer. Tenía 24 años, no 18, pensaba que ya había llegado tarde y fue como volver al cole, porque las asignaturas eran divertidas, hacíamos acrobacias, expresión corporal, literatura dramática, mimo, interpretación…

Éramos muy poquitos, once en clase, y era un privilegio tener a tantos profesores y empezar a empaparme del teatro gestual. Terminando la RESAD me llamaron del Centro Dramático de Aragón para hacer ‘Las tres hermanas de Chejov’ y antes me habían becado para irme a estudiar en un proyecto europeo de actores, con el que pasé un verano maravilloso en Italia, en Francia y Portugal. En ese proyecto hicimos ‘El sueño de una noche de verano’ y me dirigió el actor italiano Carlo Cecchi. 

Al acabar la RESAD hice más cursos del actor ante la cámara, castings. En uno de ellos, la actriz Carmen Utrilla me dijo que yo servía para hacer de malo. También entonces comenzó ‘El Intermedio’ y me llamaron para hacer la voz de Jiménez Losantos. 

Uno de mis primeros pinitos en la tele fue en la serie ‘Hermanos y detectives’. Un día, en 2007, me desperté y vi en una página web que buscaban a un actor que hablara japonés. Les envié un audio presentándome en japonés (no lo habla, aunque con lo que escuchamos en la entrevista nosotras nos lo creeríamos). Me llaman y me dicen que están entre otro chico que había estado en Japón y yo, pero que yo hablaba muy fluido, así que me cogen y me dan un texto en japonés. Pido ayuda a un compañero de la RESAD y llego el primer día al rodaje con Assumpta Serna, cuyo personaje visitaba un colegio de niños superdotados, hablaba a un grupo de niños japoneses y yo era el traductor. Cuando le dije al director que en realidad no hablaba japonés, se quedó en blanco. Pero lo más surrealista es que los que hacían de japoneses eran chinos, a quienes conocía de Malasaña, ¡y ese capítulo salió! (ríe). 

Tras esa primera toma de contacto con la ficción televisiva, continué haciendo castings y cursos. Uno de ellos, con la Unión de Actores, con Susan Batson, que fue un antes y un después, porque la coach de actores me dijo que tenía que estar en un teatro actuando porque era muy bueno, y me busqué un teatro. 

¿Fue tu impulso para empezar?

Sí, porque con la crisis de 2008 yo hacía un espectáculo de malabares en la calle que triunfaba en Madrid. Me empecé a meter en teatro, decidí embarcarme más en el mundo de mis proyectos, ver que podía vivir de actuar, pero en el teatro, me busqué una persona que me llevara, comencé a ir ferias de teatro, me hice autónomo.

Creaste también tu propia compañía

A finales de 2012-2013 empecé a hacer el primer espectáculo con Fabiolo, me presento en la feria de Huesca y a los programadores vascos les encanta. Son los primeros que me empiezan a contratar, entro en la red del País vasco y me empiezan a llamar, a preguntarme por mi caché, y a cerrar fechas. A raíz de eso y de que siempre he actuado en Madrid con mis espectáculos, llevo ya tres producciones, empiezo a girar. 

Un paso importante fue presentar la gala del Festival de Cine de Fuentes de Ebro. Ahí me ve gente de ‘Oregón TV’, el director del certamen, José Antonio Aguilar, me trata con cariño especial y me anima a conocer gente y allí conozco al director José Manuel Herraiz (con quien ha trabajado en su último corto ‘Vuelve con mamá’ por el que ganó el Premio Simón del Cine Aragonés a mejor actor), entre otros. 

¿Qué supone para ti ‘Oregón TV’?

‘Oregón’ está siendo muy importante porque da muchas tablas a nivel de comedia en televisión y esa sección que tengo de piso compartido es un poco Friends para todos los públicos. El oficio de actor es un oficio artesanal y hay que estar. Decía Anthony Hopkins, que para mí es un referente en todo, que no hay proyecto al que un actor que comienza tenga que decir que no, hay que hacerlo todo porque es experiencia y no sabes dónde te va a llevar una cosa o la otra. Por eso me dijeron de hacer de jurado de ‘Jotalent’, y aunque de jota no sabía, dije sí.

«Fabiolo ha enseñado mucho a Rafa, con su actitud desenfadada y de aprender a ponerse en ridículo él primero»

Has creado un personaje muy icónico, Fabiolo, pero ¿de dónde surge? 

Fabiolo nace un poco en la calle. Yo estaba en ‘El Intermedio’, haciendo otras producciones con otras compañías y me iba al Retiro a entrenar, a correr, me llevaba mis pelotas de malabares, mis mazas, y conocí a un brasileño que hacía semáforos y también entrenaba en el Retiro con el monociclo. Un día lo acompañé a ayudarle a hacer semáforos y pensé en hacerlo también. Me puse a hacer malabares en un monociclo debajo de mi casa y con una hora allí vi que ya no tenía que trabajar de otras cosas. 

Un día me metí en un bazar y compré tres raquetas por siete euros cada una, para hacer malabares con las raquetas. Me vestí de tenista y me fui a la Caja Mágica, el primer año que abrió, a la final del Madrid Open, pero fue un caos de coches y pensé: “qué horror, a qué vengo yo aquí”. Al regresar a casa me llegó la canción ‘Estoy loco por el tenis’, que ponía Gomaespuma en su programa por las mañanas, y pensé en hacer el show con esa canción. 

Entonces me imaginé el personaje: años 70, Manolo Santana. Me fui a Malasaña, me compré un polo de segunda mano vintage azul celeste, unos pantalones, calcetines y me fui al Retiro con un radiocasete a pilas a interpretar la canción. Después me compré un aparato con micro y comenzó a salir ese personaje pijo (en 2009). 

Lo hago dos años, al tercero paro, me voy a Shanghái –a actuar en el pabellón de España en la Exposición Universal de 2010–, y cuando regreso en 2011 me dice un amigo que fuera a una fiesta de cumpleaños vestido de tenista. Ahí retomo el espectáculo en la calle y un tío que tenía una sala de teatro me dice que quería que estuviera en su sala. Al año siguiente nace el primer espectáculo ‘Tenis show’; después le pongo nombre al personaje, Fabiolo, y tras ver un anuncio de Loewe que decía ‘solo Loewe’, le pongo nombre al espectáculo, ‘Solo Fabiolo Gran Slam’. Lo estreno en el Teatro Alfil el 11 de junio de 2013; y antes ‘Tenis show’ se había estrenado el 27 de noviembre de 2012. Así, algo mío entra al escenario. 

¿Qué tienes de Fabiolo y qué tiene Fabiolo de ti?

Ahora ya tiene mucho. Creo que Fabilo ha enseñado mucho a Rafa, destacaría su carácter de vivir la vida con alegría, con actitud desenfadada, de bufón, de clown, de aprender a ponerse en ridículo él primero y luego poner en ridículo a los demás. El escritor, director y guionista Ray Loriga me dijo que funcionaba porque yo era el primero en ponerme en ridículo con los gestos, la vestimenta, y luego podía ridiculizar a los demás, y que los chistes tienen que caer de pie y los míos lo hacían.   

Siempre has estado vinculado al humor, casi podríamos decir que estabas destinado a ello, pero ¿es lo más difícil, hacer reír a la gente?

Sí, pero como he tenido ese impulso desde niño, cada vez me lo creo más, desde la humildad y desde ese carácter aragonés de no presumir de lo que no eres, pero siempre me han dicho que me lo tenía que creer más. 

¿Lo tuyo es pura pasión por el teatro y los escenarios?

Sí, sin duda. Solamente lo que es el edificio, un teatro, ver el escenario y el patio de butacas ya me generaba de niño una fascinación, quería estar ahí. Y sin embargo, no era una persona que quisiera mostrarse o que fuera súper extrovertido; de hecho me echaban para atrás los actores muy extrovertidos. 

Si no estuvieras subido en un escenario, ¿a qué te estarías dedicando?

A esto. Volvería a salir a la calle, he aprendido muchísimo en la calle. He aprendido qué es un teatro, porque a veces en la calle uno tiene que generar la experiencia teatral, y si no tenía un escenario, me lo inventaba y seguro que me lo volvería a inventar. De hecho, fue lo que pasó en la pandemia. Nos encerraron en casa, tenía actuaciones cerradas que se cayeron y ¿qué hice? Vídeos, y ese fue mi escenario y lo hice inconscientemente. Había que asumir que no podría subir al escenario y empecé a darle a la creatividad, y soy conocido por los vídeos de la pandemia. 

Eres un gran imitador, pero ¿imitador se nace o se hace?

Aristóteles dice que el principio del aprendizaje es la mímesis, imitar, que los niños empiezan no aprendiendo, sino imitando. Yo en el colegio, sin querer, imitaba a los profesores, de escucharles me salía solo. Y me gustaba eso. A veces envidio a un Carlos Latre que se lo prepara bien; a mí me sale espontáneo y me cuesta. ¿Qué pasaría si me lo preparara un poco más? El acento africano (lo imita, como ejemplo) fue un ejercicio de la RESAD, porque quería hacer la historia de un africano que llega en patera y me fui a Lavapiés y solo así de escuchar cogí el acento de Senegal.

«Es un privilegio trabajar desde, por y para mi tierra, Aragón, pero que también sirva como impulso»

Te hemos visto recientemente en el corto aragonés ‘Vuelve con mamá’ y en distintos trabajos en Aragón, ¿qué supone para ti trabajar en tu tierra, cuando estás triunfando en toda España?

Es que hay que empezar por ahí, por trabajar en tu tierra. No solo me siento afortunado, sino que es un privilegio trabajar desde, por y para mi tierra, pero que también sirva como impulso. Porque nunca me fui de aquí, nunca me llegué a ir del todo. Siempre he tenido ese vínculo y he podido vivir en Madrid porque he trabajado en Aragón, porque me han salido actuaciones en pueblos en verano y me ha dado dinero para seguir viviendo en Madrid. Ahora creo que Aragón está siendo el motor de hacer cosas, tanto en televisión, en el teatro, ahora estaré en el Pilar los diez días en las Esquinas (con ‘Fabiolo Connection Match to the future’). 

Tengo dos ciudades talismán: una es Zaragoza y la otra es San Sebastián, donde siempre trabajo. También Teruel, con el Desafío Buñuel; Huesca y Sevilla. 

¿Qué te satisface más de tu trabajo? 

Lo más estimulante ha ido evolucionando con cada año, pero ahora el cariño que recibo de la gente me resulta supermotivador, estimulante y me da ganas de seguir, de esa cosa de creérmelo un poco más, eso me ayuda. Igual es porque lo intento hacer desde la naturalidad o desde la buena voluntad de hacer un vídeo gracioso y que luego la gente te agradezca que les hagas reír…

¿Quiénes son tus favoritos del audiovisual aragonés?

Me gusta mucho Paula Ortiz, con la que tuve la suerte de coincidir en un campamento de teatro en verano con 18 años; con José Manuel Herraiz queremos hacer algo más; José Delgado me llamó para ver si hacíamos esa película de Fabiolo tipo Torrente; me gustaría conocer más a Ignacio Lasierra, me gustaría trabajar con él; también con Alex Rodrigo, con quien estuve en el Festival de Huesca y que se llevó buena sensación mía de la serie ‘El último show’; con Carlos Val; me gustaría conocer a Pilar Palomero. Del audiovisual aragonés destacaría la iniciativa ‘Desafío Buñuel’, que es para mí una experiencia muy bonita, inmersiva, es vivir el cine, una fiesta, y allí tuve al suerte de conocer a Verónica Forqué y a otros actores. 

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Ahora descansar, que tiene narices que sea un proyecto; también el espectáculo de Fabiolo Connection; nuevos retos en televisión; y me gustaría, sería un sueño, hacer ‘Fabiolo, la película’, pero también que confiaran en mí para un proyecto o película, una sorpresa con un papel en una peli guay, me encantaría llevarme esa sorpresa.

¿Y te pasarías al drama más profundo si fuera el caso?

Claro, sí. Lo difícil es hacer reír y Carmen Utrilla ya me dijo que yo valía para hacer de malo (ríe). 

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«Descubrí que el escenario era un lugar en el que me sentía libre y no me bajé nunca más»

«Descubrí que el escenario era un lugar en el que me sentía libre y no me bajé nunca más»

Tiempo de lectura: 13 minutos

El actor zaragozano José Luis Esteban se define a sí mismo como un vehículo diésel, que ha ido cogiendo velocidad de crucero en su carrera profesional y está en continua reinvención, un “culo de mal asiento” que mantiene intacta su pasión por aprender. 

Nosotras lo vemos como un fórmula 1, en el que todas las piezas encajan como un reloj para cumplir con sus metas. Tenaz, persistente, apasionado. Actor, dramaturgo y poeta, pero por encima de todo actor, de larga trayectoria en teatro y, después, en televisión y cine. Entre sus últimos trabajos en el audiovisual, sus apariciones en las series ‘Servir y proteger’, de TVE, y ‘El último show’, de Aragón TV. 

Charlamos con él sobre los inicios de su carrera, sobre la necesidad de entender el mundo para explicarlo en los escenarios o en las letras de sus textos. Admirador de Berlanga y orgulloso vecino, en su juventud, del barrio de San José de Zaragoza, os invitamos a conocer a José Luis Esteban en este ‘Secuenciando a’.     

¿Qué te llevó a ser actor?

Surgió en el último curso de Bachillerato, en el instituto, convocaron un taller de teatro, un profesor de francés, para montar ‘La cantante calva’, una obra de Eugène Ionesco. Jamás había pensado en el teatro ni remotamente, me parecía una de esas cosas absurdas en el mundo, que existían no se sabía muy bien por qué. Pero entonces, haciendo el taller en el instituto, me subí al escenario y ahí hubo un click brutal, porque yo era un crío muy tímido, con muchos problemas para entablar una relación cordial con el mundo, con mis compañeros y conmigo mismo y, de repente, el escenario era un lugar en el que yo me sentía libre. Y encima sentía que con lo que hacía la gente se lo pasaba bien; el escenario contribuyó a mejorar mi autoestima y entonces ya no me bajé nunca más. 

A partir de ahí montamos un grupo aficionado de teatro, fuimos por los pueblos, en los años 80, íbamos en tren o en autobús, con la maleta al hombro, nos pagaban lo que nos pagasen, ni me acuerdo. Luego me puse a estudiar Filología enseguida, la literatura me salvó la vida, y me matriculé en la escuela de teatro y con 22 años me monté una compañía de teatro con colegas. Y pasamos directamente de que nos gustara mucho el teatro a deber un huevo de pasta, y allí empezó la cosa. 

¿En ese momento comienza tu carrera profesional? 

Sí, estando en la escuela de teatro, en primero, hay una compañía, el Teatro de la Ribera, que buscaba gente para un espectáculo y me hacen el primer casting de mi vida y, sorprendentemente, me cogen. Ese fue el verano del 85, mi primera gira cobrando dinero, 3.000 pesetas por función. Me quedaba afónico después de estar cantando en la furgoneta, después de seis horas seguidas de viaje, todas las canciones que sabíamos porque aquello era una fiesta. 

Si no fueras actor, ¿dónde te encontraríamos actualmente?

En la universidad, dando clase. Al acabar la carrera, acabé a la vez Filología y la escuela de teatro, enseguida montamos la compañía, pero simultáneamente hubo un concurso público en la Facultad de Educación, me presenté, me lo dieron y estuve trabajando tres años en la universidad, dando clase. Salí espantado, porque el escenario era una competencia muy dura, pero estuvo bien y me permitió ganar dinero en un momento raro de mi vida, en que era todavía muy jovencito. 

«El oficio ha sido muy generoso conmigo»

Empezaste en el teatro, pero ¿cómo diste el salto a la tele? 

La tele vino muchísimo, muchísimo después. De hecho, todos los días me levanto, abro los ojos y pienso “gracias azar, cosmos, Paulo Coelho”, porque he hecho muchas cosas que no imaginaba ni en mis mejores sueños. En ese sentido, el oficio ha sido muy guay, muy generoso conmigo.

Empecé a hacer televisión en serio en el año 2004, hace cuatro días en comparación con los años que llevo en el oficio y fue porque fui a Madrid a trabajar, con un montaje del Centro de Arte Dramático de Aragón, que se titulaba ‘Misiles melódicos’, estuvimos en el Teatro Español de Madrid y entonces yo dije: “esta es mi oportunidad”. Venía de hacer una serie de trabajos muy buenos con el Centro de Arte Dramático de Aragón, Ricardo III, que había tenido mucha repercusión, me habían dado un par de premios de interpretación y sentía algo que nunca había sentido, que estaba en una situación distinta y que necesitaba dar un paso más allá. Así encontré mi primera representante, empecé a hacer mis primeros episódicos, teniendo en cuenta que yo no había hecho nunca tele, lo que quiere decir que lo hacía muy mal, era muy distinto, sobre todo la manera de trabajar. 

Aunque los fundamentos son los mismos, cuando te has educado en un ecosistema donde lo único que existe es determinada manera de hacer el teatro, que no digo que sea buena, además, descubrí que tenía que desaprender todo lo que había aprendido y cuando llegué y me puse delante de una cámara me di cuenta de que tenía que volver a desaprender todo lo que había aprendido después de desaprender por primera vez. Veo, aunque no los veo nunca, mis primeros trabajos en ‘Siete vidas’, en ‘Matrimonio con hijos’ y pienso: “eras un pringadillo, chiquillo, no sabías de qué iba el oficio realmente”. En ese sentido creo que mi carrera es como yo, un poco diesel. Luego la aparición del cine fue ya el summum porque adoro el cine. Y todo nos lleva al ahora, un momento de una ilusión tremenda porque veo que tantos años de oficio me ponen en situación de aprender de verdad

¿Cómo fue el aterrizaje en el cine?   

En cine he hecho papeles secundarios, media docena de películas, he hecho muy poco cine en realidad. Con el primero que hice cine, aunque fue un mediometraje, fue con mi amigo José Miguel Iranzo, que falleció el verano pasado. Él rodó en 1996 un mediometraje en 16mm, titulado ‘Tempora y Violeta’, que fue un hito en el audiovisual aragonés porque era la primera vez que un realizador de aquí se metía en un pollo como aquel. A mi amigo Iranzo le debo que fue el primero que confió en mí para algo que no fuera teatro. Luego fue Paula (Ortiz), en ‘De tu ventana a la mía’ (2011) me hizo un pequeño regalo que luego por cosas de montaje quedó muy disminuido, pero yo siempre se lo he agradecido muchísimo a Paula. 

Luego vino la película que más me ha dado, no por el trabajo en sí mismo sino por lo que supuso, que fue ‘Altamira’ (2016), por el hecho de trabajar en inglés, con un grupo de actores ingleses a quienes admiro mogollón y allí había tres o cuatro de los que a mi me molan mogollón, Rupert Everett, Henry Goodman, Antonio Banderas que es un tipo genial, y eso me dio un plus de confianza, porque ya el casting lo hice en inglés con Hugh Hudson. Nunca pierdo de vista de dónde vengo, dónde empecé y yo empecé prácticamente en los carromatos, en las eras, en los campos, y este tipo de oportunidades me han dado un corpus, un bagaje que para mi es muy valioso y un empuje muy grande para seguir trabajando. 

Después hice ‘La higuera de los bastardos’ (2017), con Ana Murugarren, que fue también una cosa de estas extrañísimas porque a Ana, que es una de las personas más punkis que he conocido en mi vida, yo no la conocía de nada. Fui a trabajar a Bilbao, a una cosa de teatro a casa de Ramón Barea, que es mi maestro, y me llaman y me dicen que había una directora que me había visto en una foto en Facebook y que me quería para su próxima película porque necesitaba mi careto. Pues vamos para allá y allí fuimos a grabar ‘La higuera de los bastardos’ que fue otra escuela, con un rodaje durísimo, que nunca había hecho, de noche prácticamente entero, con el tiempo vasco, frío, lluvia, unas condiciones durísimas, haciendo un personaje que era un secundario, pero con presencia. Y trabajar con Karra Elejalde que es una escuela en sí mismo, un tipo fascinante. Fue muy grato, y ahí andamos. 

Has hecho cine, teatro, tele, eres poeta, dramaturgo, ¿qué te aporta cada una de esas facetas?

Entender el mundo, entender lo que pasa, intentar explicarlo, ese es mi oficio como actor. Yo siempre digo que soy un actor que escribe, que publica libros de vez en cuando, que de vez en cuando da una clase de hablar en público, pero siempre es el actor el que está detrás y un actor que necesita entender, aunque todo sea incomprensible, pero necesito entender algo para poderlo contar después en el escenario. Porque además pienso que estamos en un momento flipante a nivel cósmico, terrenal, cultural, artístico, teatral, es un momento flipante.

Hay una frase de Antonio Gramsci, que era un pensador marxista italiano, que decía: cuando lo viejo todavía no se ha muerto del todo y lo nuevo todavía no ha terminado de nacer del todo, en ese periodo incierto es donde surgen los monstruos y yo creo que estamos en un momento de esos. Los antiguos paradigmas, a todos los niveles, están en cuestión, hay una nueva realidad y explicación de la realidad, un nuevo humanismo, hay un cambio brutal y el cine, el teatro, la novela, la literatura, la moda, todo tiene que explicar eso que está pasando, contarlo.

«En estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesía en el escenario»

Además de la pasión por el teatro, conocemos tu pasión por escribir

Esa pasión llegó más tarde, son cosas que han ido surgiendo con el tiempo. No pude escribir nada hasta que no me compré mi primer ordenador. Y se podrá pensar: “pues vaya pijada”, pues es que es verdad. En el año 2000 me compré mi primer ordenador y empecé a escribir. ¿Por qué? No lo se. Buñuel decía que somos básicamente un 80 por ciento de química y un 20 por ciento de misterio, pero lo que realmente detona las cosas es el misterio y eso me ha pasado, se han ido detonando pequeñas cosas ahí. 

¿Empezaste a escribir obras teatrales o poesía?

Empecé haciendo una obra de teatro, escribiendo teatro. Soy culo de mal asiento, me gusta trabajar, pero siempre me ha costado permanecer en un sitio mucho tiempo, periódicamente necesito conocer gente distinta, modos de trabajar distintos, visiones distintas, puntos de vista diferentes, necesito salir de mi zona de confort casi constantemente porque es lo que me mantiene vivo, en forma, alerta. 

¿Y cómo empezaste en la poesía?

El actor una vez hubo un momento en que descubrió la poesía, una cosa que no me interesaba nada en absoluto, como a otros jóvenes, pero en un momento de mi vida determinado cae en mis manos un libro de Allen Ginsberg, que se titula ‘Aullido’, y me pega una patada en la frente tan descomunal que me doy cuenta de que no puedo seguir viviendo si no hago eso en un escenario, no se cómo ni con quién, pero tenía que hacerlo ya. Entonces me junté con un músico amigo, José Javier Gracia, un maravilloso guitarrista de rock, él con su guitarra eléctrica y yo con el libreto de ‘Aullidos’. Nos emborrachamos juntos una noche pensando en lo que íbamos a hacer y a la mañana siguiente pasó algo mágico, y es que realmente nos juntamos, con una resaca del siete, pero los dos acudimos a la cita que teníamos y creamos ‘Territorio beat’.

Y la poesía empieza a formar parte de mi actividad de manera constante, porque funciona de puta madre en el escenario, porque la poesía tiene un poder escénico que es algo que fue para mí completamente inesperado, pero en lo que me volqué y en estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesía en el escenario, que me ha permitido conocer a mogollón de músicos, trabajar con ellos, descubrir la relación maravillosa que hay entre la palabra, la música, el gesto, el movimiento, la cámara, porque hemos hecho experimentos con televisión y seguimos, me flipa. 

Empecé a leer la poesía que me gusta a mí, no con la que nos han torturado durante años en el colegio y nos han hecho que nos alejemos de la poesía, sino la poesía que se está haciendo ahora, la mayoría de mujeres, que escriben una poesía que es la rehostia. Pero hay versos que no he leído y esos modestos versos que no he leído los tengo que escribir yo y por eso publiqué ‘Big Bang’ hace año y medio. 

En ‘Don Quijote somos todos’, con Teatro del Temple, además de interpretar un papel en la obra, con la que estás nominado en el Teatro Rojas de Toledo, eres autor del texto. ¿Cómo te enfrentas a esa escritura? Pones a Don Quijote a solucionar la despoblación

Para empezar a escribir siempre me hago preguntas, en este caso una pregunta: en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. ¿Por qué, qué pasa en ese pueblo, por qué no te quieres acordar, dónde está, quiénes son, quiénes quedan hoy en día? Y de la respuesta a esa pregunta surge todo el texto. Yo estaba leyendo, además, ‘La España vacía’, de Sergio del Molino, que me había flipado, y eso sumado a la influencia de Berlanga, Azcona y Cuerda. No les conocí personalmente, pero es como si estuvieran muy cerquita de mí y no me explico por qué no han dejado más huella, por qué nadie sigue esa estela tan nuestra, ese humor cervantino. 

A raíz de todo eso surge y porque estoy muy interesado en cómo se funden cine y teatro, aunque a veces tienen problemas de relación. Pero yo no creo que deban tener problemas de relación, el cine es un hijo aventajado del teatro que en el siglo XX toma vida propia, aunque a veces se consideren que son dos fenómenos separados el uno del otro. Tanto en dramaturgias como en guiones hay esa sinergia en el tratamiento de diálogos, en el desarrollo de los personajes, en el uso de la elipsis y la economía expresiva. Fruto de todos estos movidones surge ‘Don Quijote somos todos’, una manera de dialogar, de replica contrarréplica que sea muy rápida, que trascienda el ritmo del teatro. 

Volvamos a tu faceta audiovisual, ¿cuál ha sido el último trabajo en el que has participado? 

‘Servir y proteger’, en TVE, como actor. Estoy muy ilusionado con la tele porque empecé mayor, mi carrera es incomparablemente más corta en la tele que en teatro, pero es que le pongo mucha ilusión y soy muy tozudo e insistente, persistente y cabezón, cuando quiero algo de veras no tengo prisa, y estoy acostumbrado a salirme con la mía. En este momento de mi carrera me gustaría mucho, y en ello estoy, espaciar un poco más el teatro y frecuentar un poco más los platós, que es una cosa que ahora, con 57 años, aunque me quedan muchos años buenos de carrera, siento que estoy en un momento muy bueno para reinventarme otra vez. Con esta pandemia esto nos está ocurriendo a todos, pero estoy muy  ilusionado con eso, y rodeado de gente estupenda, que me quiere mucho y me están apoyando mogollón y ahí vamos a estar. 

¿Cómo es trabajar en una serie diaria?

Encantador. He hecho dos series diarias, en ‘Servir y proteger’ he estado dos meses y en ‘Amar es para siempre’ estuve una temporada y estaba entonces haciendo teatro en Madrid. Yo descanso cuando trabajo, con ‘Servir y proteger’ estuve en diciembre y estaba haciendo ‘Don Quijote somos todos’, en Valencia y recuerdo el primer día de grabación en ‘Servir y proteger’, entraba en el primer turno de grabación del día, lo que significa que tenía que estar en maquillaje a las seis y media de la mañana. Me pasaban a buscar a las 5:45 horas del jueves. Pero yo estaba en Valencia haciendo teatro, la función empezaba a las ocho de la tarde y acababa a las nueve y media.

Me tuve que coger un coche de alquiler, algo de cena, y conducir pitando a Madrid; llegar, devolver el coche de alquiler, que parece una cosa sencillísima, pero que a las dos de la madrugada es una putada enorme; irme al hotel, dormir, pasar a buscarme, grabar hasta las dos y media de la tarde, ir a Atocha, coger un AVE y volver a Valencia para subir al escenario a las siete de la tarde. No digo esto como quien vive un vía crucis, no lo puedo decir, hubiera preferido que hubiera habido Aves por la noche, pero es que este oficio es así y me críe viendo como los grandes actores y actrices hacían un ‘Estudio 1’ que se pegaban diez horas grabando y luego se iban al teatro a dos funciones. Hay que currar. 

«El gran producto que Aragón exporta es cultura y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí»

Has participado en otras series nacionales, ‘Los hombres de Paco’, ‘Cuéntame’, episódicos, ¿pero qué te han aportado esos papeles?

La necesidad de adaptarte enseguida a un equipo que funciona perfectamente, eso fue lo primero que aprendí en estos episódicos en que grabas un día y desapareces. Llegas a un ecosistema compuesto por ciento cincuenta millones de piezas que funcionan todas de puta madre y donde lo único que te exigen es hacer un ensayo con cámara y una toma. Siempre he pensado que una de las responsabilidades de los actores es, lo primero, no dar mal, lo segundo solucionar problemas y, lo tercero, adaptarse a los ritmos, a los estilos, a los modos de trabajar de cada equipo y ficción. 

Ese trabajo era la única manera de hacer tele porque ahora en casa, en Aragón, parece que empieza a moverse algo, pero hace diez años no podía pensar en hacer nada aquí en tele. La única manera que he sabido ha sido esta, empezar de muy abajo, que sigo estando ahí, e ir haciendo cosas y que me sirva para progresar. Luego pienso que de alguna manera las cosas cuadran, porque luego surge la oportunidad de ‘El último show’, con un personaje que no era para mí, que no estaba escrito para mí, que no era la primera opción, ni la segunda, seguramente tampoco la tercera, pero que al final hubo casting, convencí a Alex (el director) de que era yo. Y sin todo lo de antes, y el background del teatro… 

Te vimos en ‘El último show’ y en la película ‘Reset’, en la que participas en el corto de Nata Moreno, ¿qué piensas de esa apuesta de la tele por la ficción desde Aragón?

Qué os voy a decir, esto lo necesitábamos. Hay una cosa que me llena siempre de perplejidad y es que en Aragón, si echamos un vistazo a su historia y le decimos a cualquiera que nos diga cinco aragoneses ilustres, me juego el dinero que no tengo a que de los cinco nombres cuatro son de artistas. El gran producto que Aragón exporta es cultura, es arte, artistas, y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí, como las lombrices de los terrarios que hacen el hueco en la tierra para que eso se oxigene, la tierra no se compacte y acabe aplastando la raíz; pues eso es lo que ha pasado. Lo que hace falta es que esa trayectoria continúe. 

Me hizo muchísima ilusión participar en ‘El último show’. La época dorada del audiovisual está por venir, todavía están los monstruos ahí, todavía lo nuevo no ha nacido del todo y todavía lo viejo no acaba de morir. Esta ciudad es un ecosistema muy complicado, pero tengo mucha ilusión por la gente joven, que algunos son los que nos están dando momentos de exaltación como ahora mismo Pilar Palomero, Javi Macipe, lo que está haciendo Paula Ortiz, no quiero reducirlo a ellos tres, pero es brutal, en una comunidad como esta. Yo trabajo mucho en Bilbao, que es una comunidad mucho más potente y con un concepto de lo propio mucho más desarrollado que el nuestro, un afán de intervenir y de proteger su fenómeno cultural que es indiscutible y que está plasmado en lo práctico, en la pasta, y mis colegas vascos me dicen: “pero por qué os queréis tan poco en Aragón si las cosas que vemos son de puta madre, pero no os queréis” y les digo que nos queremos mucho, pero que los que no nos quieren son los que podrían hacer esto más fácil, los políticos, los gestores, los funcionarios. 

Además de teatro con ‘Don Quijote’, ¿dónde te podremos ver ahora? 

Hay un proyecto muy bonito en el que llevo ya tres años con él, que es una versión de Macbeth de Shakespeare, he escrito una versión para cabaret y ese espectáculo debería haberse producido este año pasado en Madrid, pero por la pandemia no se pudo hacer, retrasamos el plan de producción y se va a hacer el año que viene. Estoy muerto de ilusión con ese trabajo porque llevo tres años peleando con él. 

En lo audiovisual, como soy un poco supersticioso, me vais a permitir que me calle. En cada una de las facetas en las que estoy intentando desarrollarme tengo proyectos estupendos, estoy ahora acabando mi segundo libro de poesía y estoy escribiendo un proyecto de serie de televisión a medias con Alberto Andrés Lacasta. 

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«Actuar es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú»

«Actuar es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú»

Tiempo de lectura: 12 minutos
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Divertida, inteligente, fuerte, generosa, emotiva, paciente y libre. Estos, y otros muchos rasgos, transmite Luisa Gavasa a quien tiene la fortuna de pasar un rato junto a ella para conocer su historia y su trayectoria. Multipremiada, y bien merecidamente, lleva a Aragón y a su Zaragoza natal en el alma y expresa su amor hacia esta tierra siempre que puede. 

Aunque estudió filología, siempre quiso ser actriz y desde muy joven comenzó a trabajar de manera profesional en un oficio que considera a veces “duro y cruel”, pero que es para ella el trabajo “más bello”, ya que le permite ser otras, sin dejar de ser ella misma. 

Reivindica Aragón como tierra de cine y se felicita de que cada vez más mujeres lleven una cámara al hombro y pasen a realizar largos, cortos, series y documentales. “Ya era hora de que nos tomaran en serio”, recalca.

Vamos con el ‘Secuenciando a… Luisa Gavasa’

Luisa, has recibido este año el Simón de Honor de la Academia del Cine Aragonés, ¿qué sientes al recibir este premio de tus compañeros?

Aunque parezca una redundancia, siento honor, que es una palabra muy bonita porque se usa poco, el honor, así que estoy muy agradecida. No es el primero que tengo, tengo dos, por actriz por las películas de Paula Ortiz, ‘De tu ventana a la mía’ y ‘La novia’, y siempre estoy recibiendo premios de mi ciudad y este es muy importante porque es el premio de la Academia aragonesa y es un honor. 

No es el primer premio que recibes de la ACA ni la primera vez que te sientes reconocida en tu ciudad, también has sido pregonera y has podido sentir en otros momentos plenamente el cariño de los tuyos 

Sí, yo creo que no hay una actriz aragonesa, y lo digo no desde la vanidad, sino desde la certeza, con más premios en Aragón, me han dado premios en todos los festivales de Aragón y yo creo que de las tres provincias, soy Hija Predilecta, que es otro honor, he sido pregonera y también he dado las campanadas, que ahora pienso que para darle la bienvenida a un año tan tremendo si lo se me quedo en mi casa, pero bueno en ese momento no podía prever la que se nos venía encima. Soy profeta en mi tierra, pero es verdad que ya no son los reconocimientos oficiales, que está muy bien, lo que me gusta es la calle y se cómo me tratan, cómo me quieren y cómo me regalan y me abrazan y eso no hay premio que lo equipare. 

¿Cómo fue tu infancia y tu vida en Zaragoza?

La Luisa de la infancia era una niña profundamente feliz, vinculadísima a mi único hermano, vivíamos en una casa en el paseo de Echegaray, en una casa con entrada de carruajes, enorme, con un patio dentro donde jugábamos. Mi abuelo tenía un conserje que tenía un nieto y estábamos Joaquinito, mi hermano y yo, los tres que éramos como la pandilla. He sido una niña muy feliz, muy querida y muy deseada; primera hija, primera nieta, primera sobrina, en un entorno socioeconómico bueno, con lo cual afortunadamente no se lo que es privarme de no poder acceder a algo o no poder estudiar lo que quería.

La vida ha sido generosísima conmigo desde el minuto cero, desde que me da un lugar de nacimiento en el que hay una librería y una biblioteca donde puedo acceder a todo, nadie me dice este libro no se lee o tienes que hacer esto. Tuve un padre que venía de la República y que me enseñó a amar la paz y la justicia por encima de todas las cosas, una madre universitaria, culta y deportista que me enseñó a ser libre y a que una mujer era libre cuando se mantenía por ella misma, que me habló de amor y de sexo, de cuando un hijo se quiere tener y cuando no se quiere tener.

Todo ha sido una consecución, más la suerte añadida de vivir con unos abuelos, como mi hermano y yo éramos chico y chica, para mi abuela y mi madre mi hermano era el favorito y para mi padre y mi abuelo yo era el ojito derecho. Era una casa muy abierta, mis padres era gente que le gustaba que los amigos vinieran, en mi casa nunca se ha hecho distinción ni por sexualidad, ni por color, ni por nada. Todo el mundo era recibido y esos valores te marcan para toda la vida, te dan una seguridad y cuando dije que quería ser actriz y que la filología ahí la dejaba, ellos me dijeron que ahí estaban para apoyarme. Cuando tienes todo eso vas muy segura por la vida, yo lo he ido siempre, incluso en los momentos difíciles de no tener trabajo o de no tener dinero, que también me ha pasado, pero he ido siempre con esa seguridad de haber tenido esos padres-roca, siempre les doy las gracias

¿Hasta qué edad viviste en Zaragoza y dónde fuiste luego?

Hasta los 23, me fui a Barcelona porque me salió trabajo como actriz profesional por primera vez en mi vida. Yo venía de la mano de Mariano Cariñena, que siempre lo nombraré porque me abrió la mano para el teatro, un ser maravilloso, que solamente los que hemos trabajado con él sabemos el honor de haberle conocido. Me fui a Barcelona a hacer teatro universitario, aprendí catalán, que es un idioma hermosísimo, y de ahí me fui a Madrid llorando porque yo no quería dejar el mar, pero tenía que ir a Castilla, aunque quería quedarme en esa Barcelona de los 70, que era Europa, mientras Madrid era un pueblo y Zaragoza entonces ya ni te digo, era provincia, la Academia General Militar y el Pilar, era entonces una ciudad muy reducida, con todos mis respetos a ambas cosas. 

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¿Estudiaste Filología? 

La filología viene por mi amor a las letras, a las palabras y a los libros. De hecho, yo hubiera estudiado literatura pura, pero en ese momento mi hermano se iba a estudiar económicas a Valencia y podría haber preguntado, pero pensé que sería demasiado para mis padres los dos hijos que se van de golpe, y me quedé en Zaragoza. Trabajaba en radio, hacia teatro, y estudié filología inglesa, aunque empecé con hispánicas, pero era muy árida, y pasé a inglés. Solo doce acabamos la promoción y en el 74, que fue cuando terminé, me fui a vivir a Barcelona dos años, en el 76 ya estaba en Madrid

Además, me matriculé en primero de Periodismo, pero en ese intervalo me fui a Barcelona, conocí a Ricard Salvat y a su familia, me ofreció trabajo como profesora de teatro y lo dejé. En todas partes pone que he estudiado periodismo y no es cierto; también se dice que fui a estudiar a Nueva York y tampoco es cierto, allí he ido de turista. 

¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?, ¿cómo empieza tu carrera?

Por la puerta grande, siempre he tenido mucha suerte. Con Miguel Narros en el Teatro María Guerrero, un montaje precioso, después Marsillach con ‘Las arrecogías’, de ahí viene mi amistad con María Luisa Ponte, con Pilar Bardem, somos amigas desde entonces. Era entrar en un mundo que seguro que desconocen los chicos ahora de veinte años que se creen muy actores porque salen en una serie de éxito, que encuentras cada tontería por ahí, pero la vida se encarga de espabilarnos a todos. Concha Velasco era la protagonista y ahora cuando nos encontramos le digo “Conchita” y ella me dice “ay cariño, eres de las pocas que me llaman Conchita”, pero yo la conocí así con 26 años. Hacíamos doce funciones por semana, allí conocí también a Carmen Linares, que entonces era una chica que cantaba. 

Marsillach hizo un montaje espectacular y yo salía todos los días tarde y noche a ver a María Luisa Ponte. ‘Las arrecogías’ era un beaterio donde estaban metidas prostitutas, políticas, monjas, y María Luisa Ponte hacía de una puta que se llamaba ‘Chirrina la de la cuesta’ y Marsillach había hecho una escenografía maravillosa, había un pilón y ahí estaban las presas y María Luisa y de pronto sonaba un tiro y se hacía un silencio y María Luisa pasaba de la comedia al drama en un plis plas y en todo un teatro lleno que estaba a carcajada se hacía un silencio y yo pensaba que tenía que aprender a hacer eso. Ella me preguntaba que qué hacía y yo le decía que aprender, porque así se aprende. De ahí nació una amistad que duró hasta que se murió. 

Te hemos visto en muy distintos papeles, en todos los géneros, teatro, televisión y cine, ¿te sientes especialmente cómoda en algún género o formato?, ¿qué te aporta cada uno? 

Es un tema de personaje, si el personaje es bueno me da igual que sea en televisión que en cine. Teatro ahora hago menos porque me están llamando más para audiovisual, pero yo creo que la clave es el personaje, a veces hay un secundario que tiene muchísimo más peso que un protagonista, que tiene más carne, que te deja huella. Yo tengo un armario donde hay ciertos personajes puestos. 

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Háblanos de algunos de esos personajes

Siempre sale la madre de ‘La novia’, es el personaje más duro de mi vida, el más difícil el rodaje, en el que más puse y el que más me ha dado; pero hay más. La Loreto de ‘Amar en tiempos revueltos’; la dama del mar de Ibsen; el teatro con Mariano Cariñena, en el que había una obra en la que tenía que salir a cantar con La Bullonera, pero ellos tenían exámenes y no vinieron, lo grabaron en un casete y como entonces era una inconsciente de 22 años, ahora no lo haría ni loca, plantada en medio del escenario cantaba a pelo con la música que salía del hilo musical. 

Cuando uno elige una profesión, cuando eres muy jovencito no eres consciente de que es tu vida o va a ser tu vida, creo que elegir lo que tu amas por encima de todo, aunque te arriesgues porque este oficio es duro, es cruel y no siempre sale bien, pero al menos hay que intentarlo, porque para mi es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú. Yo he sido reina, puta, loca, monja, buena, mala, asesina, qué suerte que encima me pagan, me aplauden, me paran y me piden autógrafos. Es muy gratificante. 

Mencionas el personaje de la madre en ‘La novia’ con el que ganaste un Goya…

Un Goya, un Feroz, el premio de la Unión de Actores, dos Simones… Me lo dijo Luis Alegre, que yo no lo sabía, que era la primera actriz española que se había llevado los cuarto premios de cine en la misma temporada. 

¿Qué supuso ese año para ti?

Que el mundo del cine me abría la puerta y eso se lo debo a Paula Ortiz. Yo era una actriz que trabajaba, pero la puerta grande me la abre Paula con ‘La novia’ y de ahí paso a trabajar con Medem, con Garci, con Fesser, con Villaronga que ya habíamos trabajado. 

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¿Hay algún rodaje que recuerdes especialmente? 

Por risas ‘Miau’ porque con Manuel Manquiña, Álvaro de Luna y José Luis Gil me lo pasé… bueno, bueno… Era la única chica, me llevaban en palmitas y nos lo pasábamos los cuatro… Y Manquiña está como las maracas, es uno de los seres más maravillosos que yo me he encontrado. 

En ese rodaje me lo pasé muy bien y el que peor lo he pasado en mi vida fue ‘La novia’ porque se nos iba todo: tenía que llover, hacía calor; tenía que hacer calor, llovía; tenía que llover, hacía un aire de la leche; se cortó el rodaje en mitad de la película; se mató Alex Angulo; tuve una secuencia tremenda, que era ver a mi hijo muerto y como hubo que cortar el rodaje una parte estoy con el hijo muerto y en la otra estoy mirando una piedra y volver a retomar una situación emocional tan alta, después de un mes, con una piedra… ¡Cómo no me van a dar un Goya! Me lo gané (ríe).

Cuando Paula me mandó el guión me pidió que no lo leyera hasta que ella me dijera y yo lo tenía en la mesilla y me preguntaba ¿y no lo leíste?, y no, yo soy muy disciplinada y Paula me dijo que no leyera y ahí estaba hasta el día que me dijo que empezara a memorizar y así lo hice, memorizaba todo menos el final, cuando llega la novia con mi hijo, que era como si me pasaran una goma de borrar, no podía y pasando el texto me puse a llorar como una loca y decía “¡mi hijo, mi hijo!”. Me di cuenta de que ese personaje me sacaba el temor atávico que tenemos todas las madres sobre nuestros hijos, no hay nada más horroroso para una madre que la muerte de su hijo y cuando me di cuenta me pude aprender el texto. Fue asumir que lo que me producía el espanto de que a mi hijo Pablo le pasara algo y a partir de ahí pude aprenderme el texto. 

¿Qué esperabas de este segundo trabajo de Paula? 

Ya sabía que iba a hacer la madre, pero esperaba conseguir un sueño, porque Lorca es universal y la madre, es la madre, estamos hablando de literatura universal, de un arquetipo que todo el mundo se ha hecho una idea; todos teníamos mucho miedo, un sentimiento de responsabilidad y al mismo tiempo un concepto de equipo de sacar el trabajo hacia adelante y se sacó contra viento y marea. Nos dejamos la piel todos, la primera Paula, fue un rodaje duro; también nos reímos mucho; fue el último rodaje de mi queridísimo amigo Carlos Álvarez Novoa, que no pudo ni ver la película. Me ha pasado con dos, con Álvaro de Luna que no pudo ver ‘Miau’ y con Carlos Álvarez Novoa que no pudo ver ‘La novia’. Fue un palo, eran actores maravillosos, gente maravillosa. 

Te vemos trabajar mucho en Aragón, después de haberte tenido que marchar a trabajar fuera en tu juventud, ¿qué sientes al poder volver y rodar en Aragón y en tu ciudad? 

Es una gratificación porque estaba un poco harta de que hubiera ETB, con todos mis respetos, TV3, las del Sur, Canal Nou y que en Aragón no tuviéramos nunca una televisión que hiciera ficción. Por fin, es volver a casa, a los padres, al río, a las jotas, a todo lo que antes no me importaba y ahora me doy cuenta del peso tan profundo que tienen en mi memoria y en mi alma. 

¿Sueles volver muchas veces al año a Zaragoza, no solo por motivos de trabajo?

Ahora menos, porque solo me quedan unos primos y una gran amiga, pero como me llaman para tantas cosas. En octubre vuelvo porque se presentan unas películas mías en la Filmoteca y vengo a presentarlas. Mi representante, Alberto Bongiorno, siempre me decía: “ya has oído Aragón TV, ya has perdido el culo” y yo le decía: “pues chico, sí” (ríe). Falleció hace unos meses y fue un palo muy grande, ha sido un compañero de vida profesional maravilloso, llevábamos casi 25 años y era el tío de mis nietos, el hermano, el confidente, el cómplice, el amigo y un ser maravilloso, que amaba la vida por encima de todas las cosas. Y en 26 días falleció por un tumor cerebral, le pude acompañar y recuerdo que siempre me tomaba el pelo con que perdía el culo si me llamaban de Aragón

“Un corto, que no te van a pagar, pero claro, como es de Aragón te da igual”, me decía, y es verdad. Me llamaron hace poco para hacer un vídeo de turismo de Teruel, les dije que no pensaba cobrar en estos momentos en que está pasando lo que está pasando, que me negaba a cobrar, es un tema de solidaridad con mi tierra. Luego la vida siempre te devuelve, además, y me llamaron también para que leyese el texto en el acto de homenaje a las víctimas del Covid y fue un orgullo que me eligieran para ello. Amor con amor se paga. 

Esta semana vuelvo a Zaragoza porque se proyecta en la Filmoteca, tras el Simón de Honor’, ‘La novia’, ‘De tu ventana a la mía’ y ‘Miau’ está organizado por la Academia del Cine Aragonés y son los días 14, 15 y 16 de octubre. También así daré la “tetadica” y con mi hijo vemos que al cruzar la frontera en Aragón nos vienen palabras que en Madrid ni se nos ocurren: chipiada, espesa, palabras que en Madrid no me salen habitualmente y las salmueras que en Zaragoza me apetecen. 

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¿Has actuado alguna vez en inglés? 

Hice una prueba para una serie no hace mucho, estando aquí trabajando en ‘El último show’, que no salió, pero al menos me llamaron desde Hollywood para hacer un casting en inglés, creo que para una serie de Bayona. He trabajado en francés y he hecho teatro en catalán.  

¿Cómo ves el panorama audiovisual aragonés en la actualidad? 

Mal, pero mal porque estamos en un momento en que no se puede ver nada bien. El Covid ha paralizado todo, todos los proyectos que tenía este año se han ido, se han caído, se han pospuesto. Yo ahora tengo dos cosas, de apoyo a la Casa de la Mujer en Zaragoza contra la violencia de género, que está pospuesta, ruedo una película en noviembre en Barcelona. Teóricamente el panorama está bien, lo que no está bien son las circunstancias que rodean al panorama, se están dando cambios de guión para que la gente mantenga las distancias, es muy complicado. La que ha organizado este virus es muy gorda, el dinero que está costando en todos los campos. Hay gente que se ha arruinado, si ya tienes una profesión que solamente vivimos de ella el 9 por ciento, el resto sobrevive, viene una cosa de estas y hay gente que se ha arruinado, que no tiene ni para pagar el alquiler. 

El audiovisual aragonés sí estaba viviendo un buen momento, con muchos proyectos y calidad…

Yo puedo hablar de lo que he hecho, que fue ‘El último show’, una realización por parte de Alex (Rodrigo) y del equipo de plató extraordinaria, el tema de arte, maquillaje, peluquería, muy bien. Nada que envidiar a lo que se hace en Madrid. Aragón es tierra de cine y una cosa que me gusta mucho es que cada vez hay más mujeres con una cámara al hombro y realizando; ya no solamente las chicas son maquillaje y peluquería; ya era hora de que se nos tomara en serio

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