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¿Sabéis cuando encontráis a una persona divertida e inspiradora y más que preguntar solo queréis escuchar sus historias? Pues eso nos ha pasado con Ángel Gonzalvo, cineasta y educador. Quedamos con él en una céntrica cafetería zaragozana y posa sereno, atendiendo a todo lo que le pedimos. Demuestra buenas dosis de socarronería aragonesa en las respuestas y eso nos encanta. 

Conocido por ser el impulsor del programa educativo ‘Un día de cine’, Gonzalvo es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza, estudió Historia y Estética de la Cinematografía en Valladolid y ha sido profesor de instituto, fundador de la Asamblea de Cineastas Aragoneses (hoy Academia del Cine Aragonés) y autor de guiones para cortos, documentales y ficción, que también ha dirigido. 

Y, lo más importante, ha sido y es inspiración para muchos jóvenes aragoneses que se acercan por primera vez al audiovisual gracias al ciclo ‘Un día de cine’.

¿Cómo comenzó tu relación con el audiovisual aragonés?

Comenzó, como para todo el mundo, como espectador. De niño iba mucho al cine con mi hermano, con mi tía o mis padres y después fui yo por gusto. Entonces vivía en Teruel, no había más que una o dos salas y más que en el cine, mi relación como espectador viene por la televisión y de ver mucho cine clásico. Era también un niño muy lector, de tebeos sobre todo, y me di cuenta de que no solo quería ver películas, sino hacerlas. Cuando estaba en la universidad, en Teruel, tuve acceso a una cámara Súper 8 e igual que hacíamos cine etnográfico o documental, podíamos usarla para nuestros cortos de ficción. Allí empecé y con intermitencias he seguido hasta ahora. También he tenido interés por la investigación, mi tesis doctoral fue sobre la memoria cinematográfica del espectador en Teruel, sobre el hecho social de ir al cine, y trabajo en la docencia con jóvenes y adolescentes.

Ángel Gonzalvo Educación audiovisual IES Pirámide Calvos anónimos Secuenciando a Ángel Gonzalvo Audiovisual aragonés Un día de cine

En los primeros trabajos que hiciste en el audiovisual, ¿qué temas tratabas?

Los primeros trabajos fueron de cine documental etnográfico, hicimos dances, artesanía, fiestas, y a partir de ahí pasé a la ficción. Me ha interesado hacer reír y pensar, cuidar el sentido del humor y los títulos, que también es importante. 

¿Cuál de tus trabajos recuerdas con más cariño o crees que tuvo una mayor repercusión?

De las diferentes películas que he ido haciendo fue especialmente importante en Aragón el corto ‘Calvos anónimos’, que hicimos Julián Martín y yo. Fue un corto que salió gracias al empeño de Julián, pensamos en pasar al cine y hacerlo en 16 o Súper 16 y Julián propuso hacerlo en 35. Nos costó hacerlo cinco millones de pesetas y recuperamos solo 100.000 pesetas, pero marcó un antes y un después, demostrando que se podía trabajar de un modo más profesional, con actores y con técnicos, y no hacértelo todo tú con dos amigos. También recuerdo ‘Res mes es the best’, una ficción con la que no se cómo no nos hicimos ricos porque fuimos unos visionarios y planteamos la hipótesis de que toda la provincia de Teruel quedaba despoblada para instalar allí el vertedero de Europa, una docu-ficción irónica y divertida que rodamos Julián Martín, Félix Serna y yo en Zaragoza, Teruel y Valencia.

Cuidar los títulos, ¿qué misterio tiene para ti?

Me gusta mucho el titular. De hecho, tengo más títulos que películas y algunos son tan buenos que para qué los vas a estropear —bromea—. Los títulos tienen que contar y no contar, tienen que incitar a ir, tienen que ser sugerentes y es algo que luego vas a recordar.

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Una de tus criaturas más conocidas es el ciclo ‘Un día de cine’, sobre la alfabetización audiovisual. ¿Qué se entiende por ello?

Estamos en el siglo XXI y la alfabetización hoy en día tiene que ser mediática o no es completa. La alfabetización audiovisual es importante porque estamos rodeados de mensajes y ninguno es inocente. El programa surge en 1999 en el IES Pirámide de Huesca, fue una idea del director. Allí había una sala con más de 500 butacas, un proyector de 35 viejo, pero que estaba mantenido y empezamos a hacer cinefórum dirigido a escolares, con un triple objetivo: que viviesen ese acto social de ir al cine, la alfabetización audiovisual y su crecimiento personal.

¿Cómo fueron esos inicios?

El primer año hicimos once o catorce sesiones, hubo una negociación con el Servicio Provincial de Educación, nos modificaron el horario a un compañero y a mí para tener horas sin clase y esa mañana venían escolares de la provincia. El segundo año, el Departamento de Educación quiso que el programa fuese autonómico y así fuimos creciendo en diferentes puntos de la Comunidad y ahora trabajamos en una treintena de localidades.

¿Para qué tramo de edad está pensado? 

Estamos trabajando con quinto y sexto de Primaria en adelante, desde diez años hasta 18 o 21, con los ciclos superiores. Hay que acotarlo porque si no hay más personas en el proyecto yo no llego a más sesiones al año.

¿Qué tipo de películas se proyectan? ¿cómo se idea la programación año a año?

La programación varía de año en año, porque si no para mí sería mortal estar trabajando cinco años seguidos la misma película, sería cómodo, pero muy aburrido. También para intentar estar cercano al público y ofertarles películas que no verían, que les puedan interesar, pero que sean distintas a las que habitualmente ven.

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Algún ejemplo de esas películas

Empezamos con ‘El Gran Dictador’, de Charles Chaplin, que es inagotable y, de hecho, cada poco recuperamos ‘El chico’, que es una maravilla; trabajamos también Segundo de Chomón con música electrónica en directo, para unir dos vanguardias de cada época; ‘Juego de lágrimas’ que funcionó; el documental gallego ‘Todas las mujeres que conozco’, sobre por qué las mujeres tienen miedo a salir a la calle y los hombres no; estamos haciendo ‘La vida de Calabacín’ para primero y segundo de la ESO, donde hablamos de stop motion, de la necesidad de tener una familia, del acoso escolar, de la adopción; este año trabajamos también con ‘Salvación’, una película de Denise Castro, una película atípica de vampiros; hicimos ‘El Bola’ hace muchos años para estar próximo al alumnado y que lo vivan cercano, pero queremos que crezcan y ponemos películas donde no tengan un referente cercano, pero sí una situación que puedan comprender. Hemos hecho ‘Para qué sirve un oso’, para hablar del cambio climático, que es algo que les tiene que interesar.

 El objetivo es hacerles pensar

Es fundamental, pensar no está reñido con pasárselo bien, aunque la gente se lo pueda pasar bien sin pensar. Si piensas igual hasta te lo puedes pasar mejor. Me gusta poner finales abiertos porque a ellos no les gustan y que no pase lo que tiene que pasar. El año pasado pusimos ‘El novato’, que no acaba como nos gustaría, pero la vida es así. El objetivo es que vean películas distintas a las que ven para que sepan que hay otras y las busquen.

¿Qué te puede más, la pasión por el cine o la vertiente educativa?

Lo que más me puede es ver las películas que hacen otros, ser público, y si tuviese tiempo me vería todos los días tres o cuatro películas. También preferiría hacerlas que enseñar, pero estoy cómodo enseñando a hacerlas y también de vez en cuando las hago.

El ciclo ha cumplido veinte años, ¿cómo ha cambiado?

Hemos ido cambiando en cuanto a programa, en cuanto a objetivos, porque al principio hacíamos unas sesiones de cinco horas, que eran una locura y aún así nos quedábamos con ganas de decir más cosas sobre la película. No queríamos hacer lo mismo que en otras clases, pero con cine, porque si quieres aburrir haz una asignatura. También hemos ido siendo más atrevidos a la hora de buscar películas, para buscar cine exigente, complejo, con poca acción, con pocos efectos especiales. Hemos trabajado con ‘Ladrón de bicicletas’ y les ha gustado, preparándoles para que sepan que quizás no les vaya a gustar, que es una película lenta, en la que hablan poco, sin gente guapa, pero cuando acaba la película coinciden en que no estaba tan mal. Hemos ido cambiando en el sentido de que la gente, de modo intuitivo y con los móviles, vienen más alfabetizados audiovisualmente hablando, pero poco, porque todos hacen fotos, pero no saben encuadrar porque nadie se lo ha enseñado. Han nacido digitales, pero no quiere decir que sean expertos y la base de todo el lenguaje audiovisual sigue siendo el cine.

También se han producido cambios en el panorama audiovisual con la irrupción de las plataformas digitales. ¿Cómo afectan a la hora de enseñar cine?

Tu quieres lo que conoces, lo desconocido de entrada te da miedo, pero yo también tengo plataformas en casa y quizás ahora vaya menos al cine porque es más cómodo en casa con la televisión. No obstante, si no avanzáramos estaríamos todavía en el blanco y negro y el mudo, pero los jóvenes tienen que tener la ocasión de ir a una sala de cine, porque muchos de los que vienen al programa ‘Un día de cine’ van por primera vez al cine al venir al ciclo. 

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Aunque una asignatura supone, en tu opinión, matar una temática, ¿sería necesaria una asignatura sobre cine? 

Es un debate que estamos teniendo con frecuencia, pero entre elegir una asignatura “o qué”, yo soy partidario del “o qué”, porque si pones una asignatura sobre cine ¿cuál quitas? Además, el modelo de asignatura está obsoleto y superado; me parece más útil un modelo como el que nosotros llevamos, una actividad, que en este caso debería de ser obligatoria, y los centros que quieren venir, vienen y trabajan con esa película que aborda todo tipo de materias, la expresión oral, la teatralización y la dicción, el montaje, contenidos de historia, literatura, ciencias sociales. Eso es imposible con el compartimento estanco de una asignatura, pero sí con varias sesiones de una actividad al año. También se enseña que el cine español no es malo, a no generalizar. Con esta labor, en la Academia me tendrían que dar un Goya de honor, una medallica —bromea (aunque nosotras te la daríamos, Ángel)—.

¿Qué sientes al saber que tus alumnos inician una carrera en el audiovisual?

El objetivo del programa no es enseñar a hacer cine, sino a verlo, pero es algo muy bonito y emocionante cuando tus alumnos sienten ese interés, como la directora Laura Torrijos o Daniel Vergara que es director de fotografía ahora. Siempre es gratificante ver que tiene una repercusión.

¿Tienes algún proyecto en marcha?

Estamos ahora con Ana Bescós con la coproducción de un documental de Laura Torrijos, ‘Otra forma de caminar’. Tengo un par de ideas para un guión, pero están en ese limbo, hace tiempo que tengo dos o tres proyectos, como un documental sobre la tortilla de patata que igual es retomable y puede ser divertido. Lo dije hace 15 años en una entrevista y lo único que he hecho hasta ahora es comer tortilla de patata. Y divertirme, aún me divierto.

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