Un thriller aragonés rodado en la Magdalena

Un thriller aragonés rodado en la Magdalena

Tiempo de lectura: 5 minutos

En tiempos en los que echamos de menos salir de fiesta para bailar sin pudor y ligar con nocturnidad y alevosía, al guionista y director Miguel Casanova no se le ocurre otra idea que rodar en una bar su nuevo corto ‘No te verán correr’. Corriendo hubiéramos ido nosotras si nos llegamos a enterar de que el Crápula abría otra vez sus puertas, lástima que solo fuera para el rodaje.

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La policía antes de entrar al bar, a ver qué se cuece. Foto Víctor Izquierdo.

La historia del corto sucede en el barrio zaragozano de la Magdalena, pero como bien dice Casanova «podría suceder en cualquier ciudad con este tipo de barrio obrero». Contado a tiempo real, somos testigos de una redada policial, a través de una cámara pegada a los personajes. «Seguimos a un policía joven que ve algo que no debería haber visto», desvela a Secuenciadas el creador de este relato.

Para la escritura de un guion anterior «tuve que hacer mucha investigación sobre violencia policial, que al final no tuve que utilizar tanto, pero me quedé con la idea». Y tanto es así que en 2017 sucedió un hecho en Francia que le hizo recordar y abrir el cajón de esa investigación. «Vi que a lo mejor había una historia ahí que a mí me apetecía mucho contar, basándose en la búsqueda de poder«, un tema del que es fan.

Cuando tuvo una primera versión del guion lo leyó una policía nacional. «Me estuvo asesorando mucho sobre cómo se relacionaban entre ellos y procedían si consideraban que un compañero o compañera había utilizado una fuerza excesiva, que no se le estaba permitida usar».

POLICÍAS Y TODOS LOS DEMÁS

Para la elección de los actores empezaron por los secundarios. «Pensamos que lo mejor era conseguir a todo el reparto de policías porque no solamente queríamos buenos actores, sino a alguien que tu creas que te pueda parar por la calle y pedirte la documentación«. Empezaron por fichar durante el confinamiento a Laura Contreras y Fernando Rojo, dos aragoneses que ya se han visto las caras en más de un corto.

«Luego contactamos con Vicente Vergara, que a mí me lo habían presentado hacía tiempo, a raíz de que coincidíamos en muchos festivales, yo trabajando en ‘Mientras dure la guerra’ y él estaba nominado al Goya por ‘La trinchera infinita'(2019)», casi nada. Después se unió al proyecto Jon Plazaola, más conocido en el género de la comedia, y a quien le gustó mucho su personaje. «Creo que a un actor al que se le da muy bien la comedia te sabe hacer cualquier cosa y ha hecho una cosa super interesante», estima el dire, recordando que por último llegó Rafa Delacroix.

Una vez elegida esta brillante tropa decidieron ir a por el prota. «Ver quién era el protagonista que podía encajar con todas estas personas que le iban a hacer frente dramáticamente en el corto». Pepo Llopis, un actor lleno de verdad que Casanova había visto debutar en su primera peli. «Yo había trabajado con él en una película de Mod Producciones que se llama ‘La banda’ (2019), vi su prueba de casting y me pareció un tío que tenía muchísima, muchísima verdad a la hora de soltar el texto y de vivir la situaciones». Así que ya tenían al actor que iba a vivir su historia en primera persona.

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El director, Miguel Casanova, indicándole a Pepo Llopis a qué distancia va a estar la cámara de su cara. Foto Víctor Izquierdo.

Se nos olvidaba la aparición estelar de un aragonés, esta vez en su faceta actor, de uno de los directores más hippies y más pro y amigo del dire. Daba el perfil para el papel de un okupa que abre el corto: «un amigo me dijo medio en broma, medio en serio, que ese personaje debería interpretarlo Alex Rodrigo, un poco por apariencia. Le dijimos ¿oye Alex te apetece venir a hacer esto? y nos confirmó enseguida que sí». Este hombre vale para todo.

VOLVER AL CRÁPULA

Este mítico bar lamentablemente cerró sus puertas y no por la pandemia, sino meses antes. «Como escribir sin imaginarse un sitio físico es imposible, sin querer me imaginaba el Crápula» y es confiesa que lo ha frecuentado muchísimo.

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El equipo de rodaje viendo Charrín Charrán de Aragón TV. Foto Víctor Izquierdo.

También aparecen otros escenarios de la ciudad, «algunos interiores en el bar musical, en el barrio de la Romareda y al lado de la plaza San Francisco» y es que el cine es ficción y como el baño del Crápula se quedaba pequeño, tuvieron que buscar otro más amplio que simulara el aseo del bar.

El director maño, Miguel Casanova, vive en Madrid pero reconoce que rodar en Zaragoza le sienta bien. «Yo siempre digo que me siento mucho más seguro a la hora de escribir que a la de dirigir, porque tengo menos experiencia como director, entonces rodando en Zaragoza me siento más seguro. Es esa sensación de estar tranquilo, de volver a casa y sentirte bien rodeado de un equipo de profesionales increíbles». Pues claro que sí como en casa, en ningún sitio.

LA FOTOGRAFÍA

Cámara al hombro, la dirección de foto corre a cargo de Gemma Rogés. «Intentábamos huir de una cámara muy limpia”, detalla el director, al agregar que «queríamos algo quizá no necesariamente documental, pero que colocara al espectador a pie de calle, a la misma altura que los personajes, siguiéndolos con la cámara en movimiento, sin buscar el plano perfecto y bonito«. Vamos un Gloria Serra en ‘Equipo de Investigación’, pero sin ella dándole dramatismo al asunto.

Utilizaron la cámara Red Monstro que les daba el look duro y oscuro que necesitaban. «Buscábamos las expresiones de los actores con una cámara muy nerviosa, como es una redada en cualquier tipo de operación policial». Respecto a la luz, la DOP aprovechó muy bien el contraste de la luz de las farolas de la plaza y el azul de la policía que utilizaron en los interiores.

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Jon Plazaola con ganas de ir al baño y Pepo Llopis y Vicente Vergara que no callan. Foto Víctor Izquierdo.

GUIONISTA Y DIRECTOR

Aunque nos reconoce que le gustaría proyectarse más como guionista que como director, este es el tercer corto de Miguel Casanova como director, tras ‘Milkshake Express’ (2015) y ‘Vergüenza’ (2017).

Ha escrito el guion de cortos como ‘Moros en la costa’ (2018) y ‘En la azotea’ nominado al Goya en 2017. Este año ha ganado uno de los premios Santa Isabel de guion audiovisual por ‘La noche gira’. Actualmente compagina sus proyectos propios con su trabajo en Mod Producciones, en desarrollo, producción y marketing, trabajando en películas como ‘Mientras dure la guerra’ (2019) o ‘La hija’ (2021), esta última en posproducción.

El corto ‘No te verán correr’, producido por Ana Sanagustín, Aïda Gómez y Pablo Lagartos, con banda sonora del gran Sergio Jiménez Lacima, verá la luz a finales de verano y para abrir boca os dejamos con el pedazo de cartel que se han marcado, diseño de Jorge Simón y con el making of de Marina Selene y Raquel Ibáñez.

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«Cuando vi ‘Ciudad de Dios’ supe que quería hacer algo así, contar una historia que hiciese flipar a la gente»

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Tiempo de lectura: 15 minutos

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Director y guionista, el zaragozano Alex Rodrigo (1988) desborda creatividad, buena intuición para los proyectos y talento. Asistimos en CaixaForum Zaragoza a una charla en la que desgranaba cómo ha evolucionado el panorama audiovisual nacional y aprovechamos la ocasión para repasar también su trayectoria. 

Os hacemos un spoiler nada más empezar: también le pedimos que posara en una foto como si fuera un vampiro (cosas nuestras) y accedió de buen grado y con una amplia sonrisa. Estamos seguras de que si le hubiéramos pedido atracar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre también hubiera accedido de buen grado. Director de éxitos de series como ‘El partido’, ‘Vis a vis’, la archiconocida ‘La casa de papel’, ‘El embarcadero’ o ‘Veneno’, ha creado y combinado su labor de director con la de guionista en la primera ficción televisiva aragonesa, ‘El último show’. Pasen, lean y descubran a Alex en este nuevo Secuenciando a. 

¿Cómo eras de niño? 

Mi infancia se ha marcado mucho porque la persona que más me ha criado ha sido mi abuela. Mis padres se divorciaron teniendo yo cinco años y, por circunstancias de la vida, ha sido mi abuela la que se encargó un poco más de mi. En esa crianza con mis abuelos me han marcado mucho mis salidas al pueblo, a Broto, que está en el Pirineo. Íbamos todo lo que podíamos y había algo como muy de descubrimiento, fascinante, en ir al pueblo con mi abuelo. Un poco más mayor también mi pueblo ha sido el lugar del primer amor, de la primera pandilla de amigos, el primer beso que te das escondido en el río, esos momentos del crecimiento. 

Aprendí a hablar antes que a andar, me empezaba a inventar historietas y eso sí que me lo recuerdan mucho. También recuerdo mucho el nacimiento de mi hermana como un bofetón de volverme adulto sin transición, de tener responsabilidades. Me flipaba quedarme cuidándola. 

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Además de esta fascinación por crear tus propias historias, ¿cuándo se inicia tu vinculación con el audiovisual? ¿cuándo te das cuenta de que quieres ser director?  

Primero quería ser escritor, porque se me daba muy bien escribir. En quinto de Primaria un profesor me dijo que podía ser escritor y me voló la cabeza porque no tengo un referente en el mundo de las letras ni de las artes en mi familia como para entender que eso era un oficio. Eso me motivó muchísimo, me puse a escribir más y luego fue con 14 o 15 años que descubrí el lenguaje cinematográfico como una forma de narrar igual que el escrito. Me di cuenta de que las historias que tenía en mi cabeza eran más audiovisuales que de literatura. 

Descubrí que hay un oficio que es director de cine, de guionista, y flipé porque el universo audiovisual en ese sentido es mucho más amplio, en cuanto a los distintos departamentos, al equipo, cómo se trabaja. Vi la película ‘Ciudad de Dios’, y además de flipar con la historia, porque entonces se estaba gestando mi identidad política, a nivel de narrativa audiovisual también fue increíble ver cómo trabaja con las líneas temporales, el montaje, que era una locura en ese momento, te volaba la cabeza. Con esa dije: “yo quiero hacer algo así, no se cómo, ni el camino, ni los años que tardaré, pero quiero contar una historia que haga flipar a la gente como acabo de flipar yo”.

«La primera vez que me sentí director fue en unos campamentos en Villanúa. Éramos cincuenta chavales y rodamos tres cortos»

A los 18 años te fuiste a estudiar a Madrid, ¿cuál fue tu primer trabajo, en el que te sentiste director? 

Por una parte, me puse a grabar a una compañera que hacía danza del vientre sus vídeos de fin del curso y siempre le intentaba sacar jugo, quedarme con las miradas que tenían entre ellas, con sus historias. En esos pequeños curros alimenticios, porque era puramente para pagar el alquiler, puedes encontrar mucho brillo a nivel creativo si le pones el foco y lo quieres ver desde ahí. 

La primera vez que me sentí director fue en unos campamentos que hacía el Gobierno de Aragón, ‘Vacaciones de cine’, que te llevaban a Villanúa y tenías que hacer un corto. Recuerdo que éramos como cincuenta chavales aragoneses y gallegos y se rodaban tres cortos, todo el mundo que tenía una idea la tenía que contar en público y luego se elegían solo tres. Tenía 15 o 16 años y me marcó mucho ese campamento, convencer a la peña de que rodaran conmigo y todo el proceso de aprender por qué funciona un plano y por qué no. 

¿Qué parte de intuición hay en tu carrera, de saber qué funciona y qué no?

Para bien o para mal, el hecho de no ir a una escuela de cine, que era un sueño mío, hace que surjan soluciones creativas o una identidad más fuerte, a pesar de que tiene muchas carencias. Estaba en Madrid con una beca de renta baja, que me permitía casi el 80 por ciento de mis ingresos y el otro 20 por ciento venían de las danzas del vientre y bodas, bautizos y comuniones. Envidiaba un poco cuando los finalistas de festivales de cortos eran todos alumnos de grandes escuelas y pensaba que yo no estaba en esa liga. De ahí surgió que un grupo de chavales formáramos una pseudoproductora, que en realidad no lo era: éramos cuatro mataos de 18 años que no teníamos ni cámara propia y luego se la teníamos que pedir a alguien. Hay algo en el no haber tenido profesores académicos con reglas claras que igual te hace más ecléctico, aunque en las artes tener buenos formadores es enriquecedor, hay tutores que son padres artísticos y yo no lo tuve. 

Estaba en la Complutense (estudiando Comunicación Audiovisual) con gente que no había pisado un rodaje, no había prácticas, no tocamos una cámara prácticamente en toda la carrera, tuvimos que ponernos a rodar por nuestra cuenta, buscar un par de libros del tema e ir cruzando la información que tenías con lo que grababas y lo que veías que funcionaba o no funcionaba. De pronto un día te saltabas el eje y pensabas que molaba.

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¿La webserie ‘Libres’ te cambió la vida? 

Hay dos proyectos que me marcaron la vida. Uno es ‘Los ojos de Laia’ (2011), un cortometraje que hicimos en una maratón de 36 horas de supervivencia fílmica. Íbamos equipos de chavales de toda España a Donosti y hacías un corto en 24 horas y lo montabas en 12. Lo hicimos el grupo de la facultad y ganamos el primer premio y el de mejor actriz. El primer premio eran 5.000 pavos y éramos seis personas; de pronto veías que habíamos contado una historia de 6 minutos y volvíamos con 900 pavos, que es es un salario de puta madre. Vimos que se podía vivir del cine. 

Los jóvenes de mi generación nos comimos la crisis de 2008, hemos salido al mercado laboral ya de por sí con una carrera (Comunicación Audiovisual) que no tiene salidas y teníamos una sensación de que si a lo que nos dedicábamos para pagar el alquiler tenía que ver con cámaras o con escribir, ya nos dábamos con un canto en los dientes si no teníamos que acabar en otro sector o en el paro o fuera de España. El logro era dedicarte a algo que tuviera que ver con el audiovisual y conseguir un salario haciendo un corto fue como ¡hostia! 

Después, con ‘Libres’ (2012) la movida fue conseguir financiar la serie. Estábamos orgullosos del contenido final y técnico, la levantamos con un crowdfunding por internet y sentimos que había un público al que le interesaba mucho lo que le contabas, por eso me cambio la vida, porque más allá del circuito de festivales sentimos que con el teaser se había movido gente interesada en la serie, que la apoyaba con el crowdfunding y, encima, empezamos a ganar premios fuera de España y surgieron entrevistas en medios nacionales. La suma de ello, de estos dos trabajos, fue mi toma de consciencia de que se podía dedicar uno a esto y con un curro creativo. A nivel mental, con ‘Los ojos de Laia’ y ‘Libres’ rompí esas barreras. 

«El primer día de rodaje en Vis a Vis pregunté cuánto costaba el capítulo y entré temblando»

¿Cómo llegas a la televisión y a dirigir capítulos de ‘Vis a Vis’? ¿Esa fue tu gran oportunidad? 

Sin duda. Ha habido como un camino doble para llegar a ‘Vis a Vis’. Por un lado, estábamos haciendo ‘El partido’ (2005), que era una webserie que estaba ya dentro de Atresmedia, estábamos en Flooxer haciendo ficción online y de corta duración; y por otro lado, porque hice un cortometraje (Un millón) con Miguel Amoedo como director de fotografía. Había visto de Amoedo su trabajo en ‘De tu ventana a la mía’, de Paula Ortiz, me flipaba y pensé que igual tenía buen rollo con los maños y que le podría entrar. Me acerqué, le moló el guión y fuimos a rodarlo y fue una suerte que él, cuando ya estaba tan consolidado, aceptara hacer un corto con un chaval poco conocido. 

Después, en la segunda temporada de ‘Vis a Vis’ necesitaban un director más y ya surgió el debate de si llamar a alguien con más recorrido en la tele o abrir la puerta a sangre fresca y joven. Yo estaba bien posicionado porque ya conocía a Miguel, él me recomendaba, ‘El partido’ estaba funcionando muy bien en Flooxer y me colé. 

¿Qué sentiste el primer día de rodaje en ‘Vis a Vis: emoción, temor? 

El impacto más grande fue que pregunté cuánto costaba el capítulo y casi me caigo al suelo y entré con las piernas temblando, no lo debería de haber preguntado justo el día que empezaba a rodar, tuve bastante pánico. Lo bueno, que me empecé a comunicar con el equipo, dirigiendo a actores y hablando con el equipo técnico vi que era gente con la misma pasión y motivación, aunque me sacaran veinte años, que tenían esa chispa en las ganas de hacerlo bien y conecté con ellos. Fue primero pánico y, cuando vi que nos entendíamos, después me sentí a gusto. 

¿Cómo es dirigir una gran producción televisiva?  

Si destilas todo, te quedas con el grano y quitas la paja, es igual que hacer una webserie. Hay mil condicionantes, si tienes ochenta figurantes, un rappel por no se dónde y una explosión con un especialista que sale volando, pues lo que necesitas para este tipo de secuencias, que técnicamente son tan complejas, es exprimir muchísimo cada segundo de rodaje, porque cada segundo de rodaje es carísimo. Cuanto más caro y menos puedes perder el tiempo, más trabajo requiere en preproducción. 

En la quinta temporada de ‘La casa de papel’ ha habido un capítulo que era especialmente complejo por la acción y por primera vez he contratado a un dibujante de storyboards, por no hacerlos yo. Esto no lo haría en una serie más sencilla. Luego hay que hablar mucho con el equipo de cámara para saber si un plano es mejor con un tipo de grúa o con otra, si se hace con dron, o mil movidas que cuanto más caro es todo, más responsabilidad tienes en no perder ni un segundo de tiempo. Por lo demás, hay que intentar que toda esta carcasa de dimensión, presupuesto y técnica no te quite energía para dirigir actores, eso es algo que me intento autoimponer mucho en estos rodajes tan complejos, solucionar todo antes del set, de dar acción, y luego dedicarte a los actores

En ‘La casa de papel’ los guiones están vivos, se escriben conforme transcurre el rodaje. ¿Con qué margen disponéis de los guiones para trabajarlos? ¿Es un proyecto muy colaborativo entre directores y guionistas?

Los propios guionistas, más en la primera temporada, cuando los capítulos eran más sencillos, veían cómo se montaban las secuencias y hablábamos de qué trama era guapa y darle pie, por la química entre personajes, o al revés. Es cierto que conforme la serie se vuelve más compleja eso se puede hacer menos, porque el plan de rodaje es mucho más complejo, las secuencias son mucho más difíciles de montar, hay más planos, más técnica, hay que integrar más VFX. 

Tenemos los guiones con semanas de antelación en plural y, a veces, con una semana en singular y te tienes que pegar una semana encerrado. Yo planifico las secuencias con música, cada capítulo me hago mi selección en Spotify y cada secuencia la trabajo con mis cascos. Igual dos semanas me encierro en mi cuarto o en la oficina del plató de Vancouver, me pongo mis cascos y de ahí no salgo hasta que no tengo los dibujos de las plantas, me apunto las emociones de cada momento de la secuencia, la subrayo con colores, indico si lo quiero llevar más a tensión, a drama intimista o a comedia. Me hago una especie de mapa de tramas por capítulo, con una línea temporal del minuto 1 al 45, y veo qué tono le quiero dar tanto a nivel actoral como de cámara, de encuadres, de arte. Voy viendo si un capítulo queda demasiado intenso en cuanto a tensión o si tiene demasiada comedia y se pierde el espíritu adrenalínico de la serie y voy modificando en base a eso; aunque cuando salen los guiones más pegados a rodaje lo haces todo más rápido y te frustras más o te pegas una semana sin dormir. 

«Lo mejor de este oficio es estar rodeado de gente apasionada»

Tienes proyectos para dar el salto al cine. ¿Te gustaría que formara parte activa de tu futuro?

Sí, pero para ya forma parte, lo rodaría igual que ruedo una serie, trabajaría el guión igual que trabajo en una serie, ensayaría con los actores igual, preproduciría con el equipo técnico igual, montaría de la misma forma porque seguramente llamaría a los montadores con los que ya he currado y tengo una química increíble y trabajaría todo igual, excepto la emisión final, dado que el tipo de pantalla sería distinto. Me gustaría sacar la idea que tengo de largometraje como largometraje, pero en sí el cine ya forma parte de mi vida. 

Oye, ¿pero a qué se dedica un director exactamente? 

Separando el director del guionista: te llega guión, te reúnes después de la lectura para proponer las cosas que no te encajan o posibles cambios que se te ocurren a nivel estructura o diálogos. Luego pides ensayos con actores, las localizaciones técnicas con las características que crees que tienen que tener, hablas mucho con el departamento de arte y vestuario para ver cómo configuras visualmente y cómo hablas de los personajes a través de elementos externos. Con el director de fotografía también, y vas dando pasos y tomando decisiones, que esto es algo que al principio llevaba muy mal y que ahora ya he asimilado y es que cada paso que das tienes que tomártelo como que no hay marcha atrás, ser consciente del peso que tiene cada una de las decisiones, que es una de las cosas que más vértigo da de dirigir. Una vez que entra el chorro de desembolso presupuestario de por medio, ahí cada paso es un paso hacia adelante. 

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Una vez que tienes los ensayos, has trabajado bien el tono, sabes la puesta en escena, cómo vas a colocar a los actores dentro de la secuencia, o si has pedido materiales a arte, llegas al día de rodaje que es un día de curro en el que cada departamento sabe lo que tiene que hacer, lo habéis hablado en la preproducción y llegas y ejecutas los planos, la puesta en escena y todo lo que tenías en la cabeza. Previamente tu has dibujado una planta, que es, como a vista de pájaro, dónde están los personajes y las cámaras, los elementos de atrezzo que intervienen y demás y, según como sea el proyecto, también dibujas un storyboard para que cada plano vaya acompañado de una viñeta. En las secuencias complejas lo hago, en las sencillas, con un equipo congeniado, no es necesario.   

Y con eso te pones a rodar, toma a toma, todo lo que te falta tanto técnico como interpretativo lo vas matizando; para dirigir a actores tienes que conocerlos y saber cómo reconducir su interpretación para que acabe teniendo la secuencia el sentido que querías. 

Una vez que tienes esto te vas a montaje, primero el montador hace un premontaje suyo, que llamamos en broma un ‘premonster’, porque es un monstruo que asusta y generalmente en ese primer visionado piensas: “mierda, no valgo para esto, he engañado durante toda mi trayectoria a los productores para que pensaran que valgo, pero esto es una puta mierda”. Te pones a trabajar en el tempo, en la interpretación por tomas, en la música, en lo que se te ocurre viéndolo, hay muchísimo debate y diálogo con el montador y de ahí sacas el montaje del director y lo presentas a los productores ejecutivos, que mandan cambios, algunos más rígidos e incontestables y otros debatibles, y de ahí sale el corte que se lleva a la plataforma o a la cadena y ellos vuelven a dar sus notas de cambios, que generalmente son poquita cosa, matices. 

¿Qué es lo mejor y lo más complicado de tu trabajo?  

Lo más complicado, en algo práctico, es cuando crees que hay mucho potencial en lo que estás haciendo, pero no tienes el tiempo suficiente para exprimirlo. La falta de presupuesto es una condición dada y no hay nada que hacer, pero cuando no se ha organizado bien la producción y tienes menos tiempo del que deberías para hacerlo bien y sabes que no va a quedar todo lo bien que podría por falta de tiempo, es muy frustrante y gestionar eso puede que sea lo más complicado. Y el miedo a que tu futuro laboral siempre depende de lo bien que salga lo que estás haciendo ahora; depender de eso a veces es complicado a la hora de gestionar la autoestima.

Lo más bonito es estar en un trabajo en el que estás rodeado de gente muy apasionada, que está ahí porque desde una edad muy temprana han tenido una vocación y que disfrutan haciéndolo, a pesar de que con las tensiones hay broncas y con las diferencias de opiniones hay tensiones, pero es una industria en la que te rodeas de gente con mucha pasión. De las artes, junto con la música, es una de las más colectivas y me parece muy bonito la energía que desprende, el debate creativo que genera y como al final es algo como muy de comuna: parimos, criamos y cuidamos a una criatura, que es la serie, entre un grupo muy heterogéneo de personas, de distintos departamentos. Obviamente el director tiene la voz final y dirige como es su rol, pero somos como una comuna de gente que está dando vida a algo entre todos. 

En tu labor como guionista, ¿cómo te planteas la escritura de un guión?

Lo normal es que tengas una idea más o menos vaga, que evalúes si tiene salida o no con las necesidades actuales de plataformas y teles, y a la que ves que tiene potencial, aunque no sea comercial, te lo curras más y lo presentas. También verbalmente lo peloteo con la gente que conozco y me voy fijando en las caras de la gente que la recibe y, en base a eso, me motivo o me desmotivo, que puede ser algo infantil por mi parte, pero voy apostando más por unas ideas o menos por otras muchas veces porque las voy contando a mis colegas y me fijo en sus caras

Ahora estoy en desarrollo de una idea con una plataforma y la idea en sí misma surgió del confinamiento. Tenía unos insomnios brutales, habíamos parado de rodar ‘Veneno’ y no sabíamos cuándo íbamos a volver y en esos insomnios cogí cosas de mi infancia, una obsesión que tengo desde entonces, con referentes que había visto en pelis últimamente y fui cuajando una movida que luego le conté a mis representantes y ellos me dan feedback de si a eso en el mercado le ven salida o no. Era una locura personal, pero me dijeron: “dale caña que sueña muy bien”. La primera plataforma que recibió la idea me dijo que la quería y ahora estoy escribiendo con otro guionista, poniendo negro sobre blanco, porque el dossier era un tratamiento global y estamos haciendo el guión puro y duro. En cuanto acabe ‘La casa de papel’ nos pondremos a desarrollarla. 

Por otro lado ha ocurrido al revés, que una persona que ha tenido una idea se la ha comprado una tele y me ha llamado a mí. Sobre una idea de una chica de Valencia nos hemos puesto a escribir los dos. Coescribir es muy bonito, no tienes estrés de tiempo como en un rodaje, hay más ensayo error y es guay y tienes toda la libertad para soltar barbaridades y ya te dirá otro que no funciona. 

«Si había algún lugar en el que podía hacer ‘El último show’ era en Aragón»

Si no fueras director y guionista, ¿qué serías? 

Siempre me ha gustado mucho la música, he tocado el saxofón con varias bandas durante muchos años y en la carrera me salió más curro de músico que de realizador, hacía música para publicidad. Al final me reconduje, le metí más tiempo a dirigir que era lo que más me gustaba, pero el mundo de la música me fascina porque tiene algo que no tiene la escritura y es que utiliza un código que no tiene que ver con el lenguaje humano, el lenguaje musical genera emociones sin ser tan literal, me parece superior.

Has liderado la primera ficción de la televisión autonómica de Aragón, ‘El último show’, una idea fruto de tu encuentro cuando eras pequeño con el humorista Marianico el Corto. ¿Cómo fue ese momento de decirle a la tele quiero que Marianico sea Buñuel?

Lo primero fue hablar con Miguel Ángel Tirado para contarle la idea, que le fascinó porque a su personaje le vio enseguida la dimensión dramática. Conociéndole, vi la dimensión dramática que tenía él y la ternura que despertaba y con él a favor pensé en intentarlo. En la reunión (con la tele) se que no esperaban que les fuese a presentar algo así, creo que toda la gente de la tele a la que dije que quería hacer esta serie interpretó muy bien el papel de no decir “qué coño nos has traído” (ríe). Me escucharon, se leyeron el dossier y sentí que si había algún lugar en el que podía hacer esa serie era aquí y era también la oportunidad de darle la vuelta a una tele autonómica, que bajo el disfraz de tele regional había hecho algo muy moderno. Creo que ellos lo entendieron, cuando otra gente en lugares mucho más grandes no entienden algo así. 

¿Fue un orgullo llevar a cabo esta idea en tu tierra, sientes que tiene algo de reconocimiento? 

Es una forma poética del destino, justo cuando lo ha megapetado ‘La casa de papel’ a nivel internacional, el siguiente paso lógico es tocar Hollywood y precisamente lo bonito era que lo que me tocaba hacer era esta serie. 

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¿Has pensado en dar ese salto a Hollywood?

No puedo avanzar mucho, pero estoy escribiendo, en desarrollo, ahora dos series, una de ellas estamos negociando en EE.UU. porque la propia historia tiene que transcurrir allí. Apunta bien y esperemos que se llegue a materializar. Es una comedia, de 30 minutos. 

¿Sigues el panorama audiovisual aragonés?

Dentro de Aragón igual sigo más a la gente con la que he compartido experiencias y conozco más, o que han estado en ‘El último show’, a ellos sí que los sigo más de cerca. Estoy ahora con los dientes largos de que Miguel Casanova me enseñe el primer montaje del corto que va a hacer (‘No te verán correr’), porque el guión me pareció putoincreíble, y también estoy salivando con las pelis de Paula Ortiz y la que va a empezar Pilar Palomero

¿En qué estarán próximamente?

Ahora mismo me espera por delante un año de escribir, tengo apalabrados dos desarrollos con plataformas, son dos ideas en las que estoy como creador, que voy a estar desarrollando, pero que no quiere decir que se lleguen a rodar. Todo esto es un proceso de ir superando pantalla a pantalla, impredecible. Uno de ellos seguramente rodemos parte de la historia en Aragón, el otro es de época y transcurre en EE.UU., son súper distintos, uno es un thriller de 50 minutos con algo de comedia negra, y el otro es comedia pura, de época y al otro lado del charco. Iremos escribiendo, teniendo feedback de la plataforma y viendo cómo encaja luego si se llegan a rodar los dos o solo uno. Este año he dicho que no a muchos rodajes para poder concentrarme en esto, siempre me pide el cuerpo cuando estoy en una etapa muy larga rodando el escribir y viceversa, soy un culo inquieto. 

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«Descubrí que el escenario era un lugar en el que me sentía libre y no me bajé nunca más»

«Descubrí que el escenario era un lugar en el que me sentía libre y no me bajé nunca más»

Tiempo de lectura: 13 minutos

El actor zaragozano José Luis Esteban se define a sí mismo como un vehículo diésel, que ha ido cogiendo velocidad de crucero en su carrera profesional y está en continua reinvención, un “culo de mal asiento” que mantiene intacta su pasión por aprender. 

Nosotras lo vemos como un fórmula 1, en el que todas las piezas encajan como un reloj para cumplir con sus metas. Tenaz, persistente, apasionado. Actor, dramaturgo y poeta, pero por encima de todo actor, de larga trayectoria en teatro y, después, en televisión y cine. Entre sus últimos trabajos en el audiovisual, sus apariciones en las series ‘Servir y proteger’, de TVE, y ‘El último show’, de Aragón TV. 

Charlamos con él sobre los inicios de su carrera, sobre la necesidad de entender el mundo para explicarlo en los escenarios o en las letras de sus textos. Admirador de Berlanga y orgulloso vecino, en su juventud, del barrio de San José de Zaragoza, os invitamos a conocer a José Luis Esteban en este ‘Secuenciando a’.     

¿Qué te llevó a ser actor?

Surgió en el último curso de Bachillerato, en el instituto, convocaron un taller de teatro, un profesor de francés, para montar ‘La cantante calva’, una obra de Eugène Ionesco. Jamás había pensado en el teatro ni remotamente, me parecía una de esas cosas absurdas en el mundo, que existían no se sabía muy bien por qué. Pero entonces, haciendo el taller en el instituto, me subí al escenario y ahí hubo un click brutal, porque yo era un crío muy tímido, con muchos problemas para entablar una relación cordial con el mundo, con mis compañeros y conmigo mismo y, de repente, el escenario era un lugar en el que yo me sentía libre. Y encima sentía que con lo que hacía la gente se lo pasaba bien; el escenario contribuyó a mejorar mi autoestima y entonces ya no me bajé nunca más. 

A partir de ahí montamos un grupo aficionado de teatro, fuimos por los pueblos, en los años 80, íbamos en tren o en autobús, con la maleta al hombro, nos pagaban lo que nos pagasen, ni me acuerdo. Luego me puse a estudiar Filología enseguida, la literatura me salvó la vida, y me matriculé en la escuela de teatro y con 22 años me monté una compañía de teatro con colegas. Y pasamos directamente de que nos gustara mucho el teatro a deber un huevo de pasta, y allí empezó la cosa. 

¿En ese momento comienza tu carrera profesional? 

Sí, estando en la escuela de teatro, en primero, hay una compañía, el Teatro de la Ribera, que buscaba gente para un espectáculo y me hacen el primer casting de mi vida y, sorprendentemente, me cogen. Ese fue el verano del 85, mi primera gira cobrando dinero, 3.000 pesetas por función. Me quedaba afónico después de estar cantando en la furgoneta, después de seis horas seguidas de viaje, todas las canciones que sabíamos porque aquello era una fiesta. 

Si no fueras actor, ¿dónde te encontraríamos actualmente?

En la universidad, dando clase. Al acabar la carrera, acabé a la vez Filología y la escuela de teatro, enseguida montamos la compañía, pero simultáneamente hubo un concurso público en la Facultad de Educación, me presenté, me lo dieron y estuve trabajando tres años en la universidad, dando clase. Salí espantado, porque el escenario era una competencia muy dura, pero estuvo bien y me permitió ganar dinero en un momento raro de mi vida, en que era todavía muy jovencito. 

«El oficio ha sido muy generoso conmigo»

Empezaste en el teatro, pero ¿cómo diste el salto a la tele? 

La tele vino muchísimo, muchísimo después. De hecho, todos los días me levanto, abro los ojos y pienso “gracias azar, cosmos, Paulo Coelho”, porque he hecho muchas cosas que no imaginaba ni en mis mejores sueños. En ese sentido, el oficio ha sido muy guay, muy generoso conmigo.

Empecé a hacer televisión en serio en el año 2004, hace cuatro días en comparación con los años que llevo en el oficio y fue porque fui a Madrid a trabajar, con un montaje del Centro de Arte Dramático de Aragón, que se titulaba ‘Misiles melódicos’, estuvimos en el Teatro Español de Madrid y entonces yo dije: “esta es mi oportunidad”. Venía de hacer una serie de trabajos muy buenos con el Centro de Arte Dramático de Aragón, Ricardo III, que había tenido mucha repercusión, me habían dado un par de premios de interpretación y sentía algo que nunca había sentido, que estaba en una situación distinta y que necesitaba dar un paso más allá. Así encontré mi primera representante, empecé a hacer mis primeros episódicos, teniendo en cuenta que yo no había hecho nunca tele, lo que quiere decir que lo hacía muy mal, era muy distinto, sobre todo la manera de trabajar. 

Aunque los fundamentos son los mismos, cuando te has educado en un ecosistema donde lo único que existe es determinada manera de hacer el teatro, que no digo que sea buena, además, descubrí que tenía que desaprender todo lo que había aprendido y cuando llegué y me puse delante de una cámara me di cuenta de que tenía que volver a desaprender todo lo que había aprendido después de desaprender por primera vez. Veo, aunque no los veo nunca, mis primeros trabajos en ‘Siete vidas’, en ‘Matrimonio con hijos’ y pienso: “eras un pringadillo, chiquillo, no sabías de qué iba el oficio realmente”. En ese sentido creo que mi carrera es como yo, un poco diesel. Luego la aparición del cine fue ya el summum porque adoro el cine. Y todo nos lleva al ahora, un momento de una ilusión tremenda porque veo que tantos años de oficio me ponen en situación de aprender de verdad

¿Cómo fue el aterrizaje en el cine?   

En cine he hecho papeles secundarios, media docena de películas, he hecho muy poco cine en realidad. Con el primero que hice cine, aunque fue un mediometraje, fue con mi amigo José Miguel Iranzo, que falleció el verano pasado. Él rodó en 1996 un mediometraje en 16mm, titulado ‘Tempora y Violeta’, que fue un hito en el audiovisual aragonés porque era la primera vez que un realizador de aquí se metía en un pollo como aquel. A mi amigo Iranzo le debo que fue el primero que confió en mí para algo que no fuera teatro. Luego fue Paula (Ortiz), en ‘De tu ventana a la mía’ (2011) me hizo un pequeño regalo que luego por cosas de montaje quedó muy disminuido, pero yo siempre se lo he agradecido muchísimo a Paula. 

Luego vino la película que más me ha dado, no por el trabajo en sí mismo sino por lo que supuso, que fue ‘Altamira’ (2016), por el hecho de trabajar en inglés, con un grupo de actores ingleses a quienes admiro mogollón y allí había tres o cuatro de los que a mi me molan mogollón, Rupert Everett, Henry Goodman, Antonio Banderas que es un tipo genial, y eso me dio un plus de confianza, porque ya el casting lo hice en inglés con Hugh Hudson. Nunca pierdo de vista de dónde vengo, dónde empecé y yo empecé prácticamente en los carromatos, en las eras, en los campos, y este tipo de oportunidades me han dado un corpus, un bagaje que para mi es muy valioso y un empuje muy grande para seguir trabajando. 

Después hice ‘La higuera de los bastardos’ (2017), con Ana Murugarren, que fue también una cosa de estas extrañísimas porque a Ana, que es una de las personas más punkis que he conocido en mi vida, yo no la conocía de nada. Fui a trabajar a Bilbao, a una cosa de teatro a casa de Ramón Barea, que es mi maestro, y me llaman y me dicen que había una directora que me había visto en una foto en Facebook y que me quería para su próxima película porque necesitaba mi careto. Pues vamos para allá y allí fuimos a grabar ‘La higuera de los bastardos’ que fue otra escuela, con un rodaje durísimo, que nunca había hecho, de noche prácticamente entero, con el tiempo vasco, frío, lluvia, unas condiciones durísimas, haciendo un personaje que era un secundario, pero con presencia. Y trabajar con Karra Elejalde que es una escuela en sí mismo, un tipo fascinante. Fue muy grato, y ahí andamos. 

Has hecho cine, teatro, tele, eres poeta, dramaturgo, ¿qué te aporta cada una de esas facetas?

Entender el mundo, entender lo que pasa, intentar explicarlo, ese es mi oficio como actor. Yo siempre digo que soy un actor que escribe, que publica libros de vez en cuando, que de vez en cuando da una clase de hablar en público, pero siempre es el actor el que está detrás y un actor que necesita entender, aunque todo sea incomprensible, pero necesito entender algo para poderlo contar después en el escenario. Porque además pienso que estamos en un momento flipante a nivel cósmico, terrenal, cultural, artístico, teatral, es un momento flipante.

Hay una frase de Antonio Gramsci, que era un pensador marxista italiano, que decía: cuando lo viejo todavía no se ha muerto del todo y lo nuevo todavía no ha terminado de nacer del todo, en ese periodo incierto es donde surgen los monstruos y yo creo que estamos en un momento de esos. Los antiguos paradigmas, a todos los niveles, están en cuestión, hay una nueva realidad y explicación de la realidad, un nuevo humanismo, hay un cambio brutal y el cine, el teatro, la novela, la literatura, la moda, todo tiene que explicar eso que está pasando, contarlo.

«En estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesía en el escenario»

Además de la pasión por el teatro, conocemos tu pasión por escribir

Esa pasión llegó más tarde, son cosas que han ido surgiendo con el tiempo. No pude escribir nada hasta que no me compré mi primer ordenador. Y se podrá pensar: “pues vaya pijada”, pues es que es verdad. En el año 2000 me compré mi primer ordenador y empecé a escribir. ¿Por qué? No lo se. Buñuel decía que somos básicamente un 80 por ciento de química y un 20 por ciento de misterio, pero lo que realmente detona las cosas es el misterio y eso me ha pasado, se han ido detonando pequeñas cosas ahí. 

¿Empezaste a escribir obras teatrales o poesía?

Empecé haciendo una obra de teatro, escribiendo teatro. Soy culo de mal asiento, me gusta trabajar, pero siempre me ha costado permanecer en un sitio mucho tiempo, periódicamente necesito conocer gente distinta, modos de trabajar distintos, visiones distintas, puntos de vista diferentes, necesito salir de mi zona de confort casi constantemente porque es lo que me mantiene vivo, en forma, alerta. 

¿Y cómo empezaste en la poesía?

El actor una vez hubo un momento en que descubrió la poesía, una cosa que no me interesaba nada en absoluto, como a otros jóvenes, pero en un momento de mi vida determinado cae en mis manos un libro de Allen Ginsberg, que se titula ‘Aullido’, y me pega una patada en la frente tan descomunal que me doy cuenta de que no puedo seguir viviendo si no hago eso en un escenario, no se cómo ni con quién, pero tenía que hacerlo ya. Entonces me junté con un músico amigo, José Javier Gracia, un maravilloso guitarrista de rock, él con su guitarra eléctrica y yo con el libreto de ‘Aullidos’. Nos emborrachamos juntos una noche pensando en lo que íbamos a hacer y a la mañana siguiente pasó algo mágico, y es que realmente nos juntamos, con una resaca del siete, pero los dos acudimos a la cita que teníamos y creamos ‘Territorio beat’.

Y la poesía empieza a formar parte de mi actividad de manera constante, porque funciona de puta madre en el escenario, porque la poesía tiene un poder escénico que es algo que fue para mí completamente inesperado, pero en lo que me volqué y en estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesía en el escenario, que me ha permitido conocer a mogollón de músicos, trabajar con ellos, descubrir la relación maravillosa que hay entre la palabra, la música, el gesto, el movimiento, la cámara, porque hemos hecho experimentos con televisión y seguimos, me flipa. 

Empecé a leer la poesía que me gusta a mí, no con la que nos han torturado durante años en el colegio y nos han hecho que nos alejemos de la poesía, sino la poesía que se está haciendo ahora, la mayoría de mujeres, que escriben una poesía que es la rehostia. Pero hay versos que no he leído y esos modestos versos que no he leído los tengo que escribir yo y por eso publiqué ‘Big Bang’ hace año y medio. 

En ‘Don Quijote somos todos’, con Teatro del Temple, además de interpretar un papel en la obra, con la que estás nominado en el Teatro Rojas de Toledo, eres autor del texto. ¿Cómo te enfrentas a esa escritura? Pones a Don Quijote a solucionar la despoblación

Para empezar a escribir siempre me hago preguntas, en este caso una pregunta: en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. ¿Por qué, qué pasa en ese pueblo, por qué no te quieres acordar, dónde está, quiénes son, quiénes quedan hoy en día? Y de la respuesta a esa pregunta surge todo el texto. Yo estaba leyendo, además, ‘La España vacía’, de Sergio del Molino, que me había flipado, y eso sumado a la influencia de Berlanga, Azcona y Cuerda. No les conocí personalmente, pero es como si estuvieran muy cerquita de mí y no me explico por qué no han dejado más huella, por qué nadie sigue esa estela tan nuestra, ese humor cervantino. 

A raíz de todo eso surge y porque estoy muy interesado en cómo se funden cine y teatro, aunque a veces tienen problemas de relación. Pero yo no creo que deban tener problemas de relación, el cine es un hijo aventajado del teatro que en el siglo XX toma vida propia, aunque a veces se consideren que son dos fenómenos separados el uno del otro. Tanto en dramaturgias como en guiones hay esa sinergia en el tratamiento de diálogos, en el desarrollo de los personajes, en el uso de la elipsis y la economía expresiva. Fruto de todos estos movidones surge ‘Don Quijote somos todos’, una manera de dialogar, de replica contrarréplica que sea muy rápida, que trascienda el ritmo del teatro. 

Volvamos a tu faceta audiovisual, ¿cuál ha sido el último trabajo en el que has participado? 

‘Servir y proteger’, en TVE, como actor. Estoy muy ilusionado con la tele porque empecé mayor, mi carrera es incomparablemente más corta en la tele que en teatro, pero es que le pongo mucha ilusión y soy muy tozudo e insistente, persistente y cabezón, cuando quiero algo de veras no tengo prisa, y estoy acostumbrado a salirme con la mía. En este momento de mi carrera me gustaría mucho, y en ello estoy, espaciar un poco más el teatro y frecuentar un poco más los platós, que es una cosa que ahora, con 57 años, aunque me quedan muchos años buenos de carrera, siento que estoy en un momento muy bueno para reinventarme otra vez. Con esta pandemia esto nos está ocurriendo a todos, pero estoy muy  ilusionado con eso, y rodeado de gente estupenda, que me quiere mucho y me están apoyando mogollón y ahí vamos a estar. 

¿Cómo es trabajar en una serie diaria?

Encantador. He hecho dos series diarias, en ‘Servir y proteger’ he estado dos meses y en ‘Amar es para siempre’ estuve una temporada y estaba entonces haciendo teatro en Madrid. Yo descanso cuando trabajo, con ‘Servir y proteger’ estuve en diciembre y estaba haciendo ‘Don Quijote somos todos’, en Valencia y recuerdo el primer día de grabación en ‘Servir y proteger’, entraba en el primer turno de grabación del día, lo que significa que tenía que estar en maquillaje a las seis y media de la mañana. Me pasaban a buscar a las 5:45 horas del jueves. Pero yo estaba en Valencia haciendo teatro, la función empezaba a las ocho de la tarde y acababa a las nueve y media.

Me tuve que coger un coche de alquiler, algo de cena, y conducir pitando a Madrid; llegar, devolver el coche de alquiler, que parece una cosa sencillísima, pero que a las dos de la madrugada es una putada enorme; irme al hotel, dormir, pasar a buscarme, grabar hasta las dos y media de la tarde, ir a Atocha, coger un AVE y volver a Valencia para subir al escenario a las siete de la tarde. No digo esto como quien vive un vía crucis, no lo puedo decir, hubiera preferido que hubiera habido Aves por la noche, pero es que este oficio es así y me críe viendo como los grandes actores y actrices hacían un ‘Estudio 1’ que se pegaban diez horas grabando y luego se iban al teatro a dos funciones. Hay que currar. 

«El gran producto que Aragón exporta es cultura y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí»

Has participado en otras series nacionales, ‘Los hombres de Paco’, ‘Cuéntame’, episódicos, ¿pero qué te han aportado esos papeles?

La necesidad de adaptarte enseguida a un equipo que funciona perfectamente, eso fue lo primero que aprendí en estos episódicos en que grabas un día y desapareces. Llegas a un ecosistema compuesto por ciento cincuenta millones de piezas que funcionan todas de puta madre y donde lo único que te exigen es hacer un ensayo con cámara y una toma. Siempre he pensado que una de las responsabilidades de los actores es, lo primero, no dar mal, lo segundo solucionar problemas y, lo tercero, adaptarse a los ritmos, a los estilos, a los modos de trabajar de cada equipo y ficción. 

Ese trabajo era la única manera de hacer tele porque ahora en casa, en Aragón, parece que empieza a moverse algo, pero hace diez años no podía pensar en hacer nada aquí en tele. La única manera que he sabido ha sido esta, empezar de muy abajo, que sigo estando ahí, e ir haciendo cosas y que me sirva para progresar. Luego pienso que de alguna manera las cosas cuadran, porque luego surge la oportunidad de ‘El último show’, con un personaje que no era para mí, que no estaba escrito para mí, que no era la primera opción, ni la segunda, seguramente tampoco la tercera, pero que al final hubo casting, convencí a Alex (el director) de que era yo. Y sin todo lo de antes, y el background del teatro… 

Te vimos en ‘El último show’ y en la película ‘Reset’, en la que participas en el corto de Nata Moreno, ¿qué piensas de esa apuesta de la tele por la ficción desde Aragón?

Qué os voy a decir, esto lo necesitábamos. Hay una cosa que me llena siempre de perplejidad y es que en Aragón, si echamos un vistazo a su historia y le decimos a cualquiera que nos diga cinco aragoneses ilustres, me juego el dinero que no tengo a que de los cinco nombres cuatro son de artistas. El gran producto que Aragón exporta es cultura, es arte, artistas, y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí, como las lombrices de los terrarios que hacen el hueco en la tierra para que eso se oxigene, la tierra no se compacte y acabe aplastando la raíz; pues eso es lo que ha pasado. Lo que hace falta es que esa trayectoria continúe. 

Me hizo muchísima ilusión participar en ‘El último show’. La época dorada del audiovisual está por venir, todavía están los monstruos ahí, todavía lo nuevo no ha nacido del todo y todavía lo viejo no acaba de morir. Esta ciudad es un ecosistema muy complicado, pero tengo mucha ilusión por la gente joven, que algunos son los que nos están dando momentos de exaltación como ahora mismo Pilar Palomero, Javi Macipe, lo que está haciendo Paula Ortiz, no quiero reducirlo a ellos tres, pero es brutal, en una comunidad como esta. Yo trabajo mucho en Bilbao, que es una comunidad mucho más potente y con un concepto de lo propio mucho más desarrollado que el nuestro, un afán de intervenir y de proteger su fenómeno cultural que es indiscutible y que está plasmado en lo práctico, en la pasta, y mis colegas vascos me dicen: “pero por qué os queréis tan poco en Aragón si las cosas que vemos son de puta madre, pero no os queréis” y les digo que nos queremos mucho, pero que los que no nos quieren son los que podrían hacer esto más fácil, los políticos, los gestores, los funcionarios. 

Además de teatro con ‘Don Quijote’, ¿dónde te podremos ver ahora? 

Hay un proyecto muy bonito en el que llevo ya tres años con él, que es una versión de Macbeth de Shakespeare, he escrito una versión para cabaret y ese espectáculo debería haberse producido este año pasado en Madrid, pero por la pandemia no se pudo hacer, retrasamos el plan de producción y se va a hacer el año que viene. Estoy muerto de ilusión con ese trabajo porque llevo tres años peleando con él. 

En lo audiovisual, como soy un poco supersticioso, me vais a permitir que me calle. En cada una de las facetas en las que estoy intentando desarrollarme tengo proyectos estupendos, estoy ahora acabando mi segundo libro de poesía y estoy escribiendo un proyecto de serie de televisión a medias con Alberto Andrés Lacasta. 

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«Actuar es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú»

«Actuar es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú»

Tiempo de lectura: 12 minutos
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Divertida, inteligente, fuerte, generosa, emotiva, paciente y libre. Estos, y otros muchos rasgos, transmite Luisa Gavasa a quien tiene la fortuna de pasar un rato junto a ella para conocer su historia y su trayectoria. Multipremiada, y bien merecidamente, lleva a Aragón y a su Zaragoza natal en el alma y expresa su amor hacia esta tierra siempre que puede. 

Aunque estudió filología, siempre quiso ser actriz y desde muy joven comenzó a trabajar de manera profesional en un oficio que considera a veces “duro y cruel”, pero que es para ella el trabajo “más bello”, ya que le permite ser otras, sin dejar de ser ella misma. 

Reivindica Aragón como tierra de cine y se felicita de que cada vez más mujeres lleven una cámara al hombro y pasen a realizar largos, cortos, series y documentales. “Ya era hora de que nos tomaran en serio”, recalca.

Vamos con el ‘Secuenciando a… Luisa Gavasa’

Luisa, has recibido este año el Simón de Honor de la Academia del Cine Aragonés, ¿qué sientes al recibir este premio de tus compañeros?

Aunque parezca una redundancia, siento honor, que es una palabra muy bonita porque se usa poco, el honor, así que estoy muy agradecida. No es el primero que tengo, tengo dos, por actriz por las películas de Paula Ortiz, ‘De tu ventana a la mía’ y ‘La novia’, y siempre estoy recibiendo premios de mi ciudad y este es muy importante porque es el premio de la Academia aragonesa y es un honor. 

No es el primer premio que recibes de la ACA ni la primera vez que te sientes reconocida en tu ciudad, también has sido pregonera y has podido sentir en otros momentos plenamente el cariño de los tuyos 

Sí, yo creo que no hay una actriz aragonesa, y lo digo no desde la vanidad, sino desde la certeza, con más premios en Aragón, me han dado premios en todos los festivales de Aragón y yo creo que de las tres provincias, soy Hija Predilecta, que es otro honor, he sido pregonera y también he dado las campanadas, que ahora pienso que para darle la bienvenida a un año tan tremendo si lo se me quedo en mi casa, pero bueno en ese momento no podía prever la que se nos venía encima. Soy profeta en mi tierra, pero es verdad que ya no son los reconocimientos oficiales, que está muy bien, lo que me gusta es la calle y se cómo me tratan, cómo me quieren y cómo me regalan y me abrazan y eso no hay premio que lo equipare. 

¿Cómo fue tu infancia y tu vida en Zaragoza?

La Luisa de la infancia era una niña profundamente feliz, vinculadísima a mi único hermano, vivíamos en una casa en el paseo de Echegaray, en una casa con entrada de carruajes, enorme, con un patio dentro donde jugábamos. Mi abuelo tenía un conserje que tenía un nieto y estábamos Joaquinito, mi hermano y yo, los tres que éramos como la pandilla. He sido una niña muy feliz, muy querida y muy deseada; primera hija, primera nieta, primera sobrina, en un entorno socioeconómico bueno, con lo cual afortunadamente no se lo que es privarme de no poder acceder a algo o no poder estudiar lo que quería.

La vida ha sido generosísima conmigo desde el minuto cero, desde que me da un lugar de nacimiento en el que hay una librería y una biblioteca donde puedo acceder a todo, nadie me dice este libro no se lee o tienes que hacer esto. Tuve un padre que venía de la República y que me enseñó a amar la paz y la justicia por encima de todas las cosas, una madre universitaria, culta y deportista que me enseñó a ser libre y a que una mujer era libre cuando se mantenía por ella misma, que me habló de amor y de sexo, de cuando un hijo se quiere tener y cuando no se quiere tener.

Todo ha sido una consecución, más la suerte añadida de vivir con unos abuelos, como mi hermano y yo éramos chico y chica, para mi abuela y mi madre mi hermano era el favorito y para mi padre y mi abuelo yo era el ojito derecho. Era una casa muy abierta, mis padres era gente que le gustaba que los amigos vinieran, en mi casa nunca se ha hecho distinción ni por sexualidad, ni por color, ni por nada. Todo el mundo era recibido y esos valores te marcan para toda la vida, te dan una seguridad y cuando dije que quería ser actriz y que la filología ahí la dejaba, ellos me dijeron que ahí estaban para apoyarme. Cuando tienes todo eso vas muy segura por la vida, yo lo he ido siempre, incluso en los momentos difíciles de no tener trabajo o de no tener dinero, que también me ha pasado, pero he ido siempre con esa seguridad de haber tenido esos padres-roca, siempre les doy las gracias

¿Hasta qué edad viviste en Zaragoza y dónde fuiste luego?

Hasta los 23, me fui a Barcelona porque me salió trabajo como actriz profesional por primera vez en mi vida. Yo venía de la mano de Mariano Cariñena, que siempre lo nombraré porque me abrió la mano para el teatro, un ser maravilloso, que solamente los que hemos trabajado con él sabemos el honor de haberle conocido. Me fui a Barcelona a hacer teatro universitario, aprendí catalán, que es un idioma hermosísimo, y de ahí me fui a Madrid llorando porque yo no quería dejar el mar, pero tenía que ir a Castilla, aunque quería quedarme en esa Barcelona de los 70, que era Europa, mientras Madrid era un pueblo y Zaragoza entonces ya ni te digo, era provincia, la Academia General Militar y el Pilar, era entonces una ciudad muy reducida, con todos mis respetos a ambas cosas. 

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¿Estudiaste Filología? 

La filología viene por mi amor a las letras, a las palabras y a los libros. De hecho, yo hubiera estudiado literatura pura, pero en ese momento mi hermano se iba a estudiar económicas a Valencia y podría haber preguntado, pero pensé que sería demasiado para mis padres los dos hijos que se van de golpe, y me quedé en Zaragoza. Trabajaba en radio, hacia teatro, y estudié filología inglesa, aunque empecé con hispánicas, pero era muy árida, y pasé a inglés. Solo doce acabamos la promoción y en el 74, que fue cuando terminé, me fui a vivir a Barcelona dos años, en el 76 ya estaba en Madrid

Además, me matriculé en primero de Periodismo, pero en ese intervalo me fui a Barcelona, conocí a Ricard Salvat y a su familia, me ofreció trabajo como profesora de teatro y lo dejé. En todas partes pone que he estudiado periodismo y no es cierto; también se dice que fui a estudiar a Nueva York y tampoco es cierto, allí he ido de turista. 

¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?, ¿cómo empieza tu carrera?

Por la puerta grande, siempre he tenido mucha suerte. Con Miguel Narros en el Teatro María Guerrero, un montaje precioso, después Marsillach con ‘Las arrecogías’, de ahí viene mi amistad con María Luisa Ponte, con Pilar Bardem, somos amigas desde entonces. Era entrar en un mundo que seguro que desconocen los chicos ahora de veinte años que se creen muy actores porque salen en una serie de éxito, que encuentras cada tontería por ahí, pero la vida se encarga de espabilarnos a todos. Concha Velasco era la protagonista y ahora cuando nos encontramos le digo “Conchita” y ella me dice “ay cariño, eres de las pocas que me llaman Conchita”, pero yo la conocí así con 26 años. Hacíamos doce funciones por semana, allí conocí también a Carmen Linares, que entonces era una chica que cantaba. 

Marsillach hizo un montaje espectacular y yo salía todos los días tarde y noche a ver a María Luisa Ponte. ‘Las arrecogías’ era un beaterio donde estaban metidas prostitutas, políticas, monjas, y María Luisa Ponte hacía de una puta que se llamaba ‘Chirrina la de la cuesta’ y Marsillach había hecho una escenografía maravillosa, había un pilón y ahí estaban las presas y María Luisa y de pronto sonaba un tiro y se hacía un silencio y María Luisa pasaba de la comedia al drama en un plis plas y en todo un teatro lleno que estaba a carcajada se hacía un silencio y yo pensaba que tenía que aprender a hacer eso. Ella me preguntaba que qué hacía y yo le decía que aprender, porque así se aprende. De ahí nació una amistad que duró hasta que se murió. 

Te hemos visto en muy distintos papeles, en todos los géneros, teatro, televisión y cine, ¿te sientes especialmente cómoda en algún género o formato?, ¿qué te aporta cada uno? 

Es un tema de personaje, si el personaje es bueno me da igual que sea en televisión que en cine. Teatro ahora hago menos porque me están llamando más para audiovisual, pero yo creo que la clave es el personaje, a veces hay un secundario que tiene muchísimo más peso que un protagonista, que tiene más carne, que te deja huella. Yo tengo un armario donde hay ciertos personajes puestos. 

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Háblanos de algunos de esos personajes

Siempre sale la madre de ‘La novia’, es el personaje más duro de mi vida, el más difícil el rodaje, en el que más puse y el que más me ha dado; pero hay más. La Loreto de ‘Amar en tiempos revueltos’; la dama del mar de Ibsen; el teatro con Mariano Cariñena, en el que había una obra en la que tenía que salir a cantar con La Bullonera, pero ellos tenían exámenes y no vinieron, lo grabaron en un casete y como entonces era una inconsciente de 22 años, ahora no lo haría ni loca, plantada en medio del escenario cantaba a pelo con la música que salía del hilo musical. 

Cuando uno elige una profesión, cuando eres muy jovencito no eres consciente de que es tu vida o va a ser tu vida, creo que elegir lo que tu amas por encima de todo, aunque te arriesgues porque este oficio es duro, es cruel y no siempre sale bien, pero al menos hay que intentarlo, porque para mi es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú. Yo he sido reina, puta, loca, monja, buena, mala, asesina, qué suerte que encima me pagan, me aplauden, me paran y me piden autógrafos. Es muy gratificante. 

Mencionas el personaje de la madre en ‘La novia’ con el que ganaste un Goya…

Un Goya, un Feroz, el premio de la Unión de Actores, dos Simones… Me lo dijo Luis Alegre, que yo no lo sabía, que era la primera actriz española que se había llevado los cuarto premios de cine en la misma temporada. 

¿Qué supuso ese año para ti?

Que el mundo del cine me abría la puerta y eso se lo debo a Paula Ortiz. Yo era una actriz que trabajaba, pero la puerta grande me la abre Paula con ‘La novia’ y de ahí paso a trabajar con Medem, con Garci, con Fesser, con Villaronga que ya habíamos trabajado. 

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¿Hay algún rodaje que recuerdes especialmente? 

Por risas ‘Miau’ porque con Manuel Manquiña, Álvaro de Luna y José Luis Gil me lo pasé… bueno, bueno… Era la única chica, me llevaban en palmitas y nos lo pasábamos los cuatro… Y Manquiña está como las maracas, es uno de los seres más maravillosos que yo me he encontrado. 

En ese rodaje me lo pasé muy bien y el que peor lo he pasado en mi vida fue ‘La novia’ porque se nos iba todo: tenía que llover, hacía calor; tenía que hacer calor, llovía; tenía que llover, hacía un aire de la leche; se cortó el rodaje en mitad de la película; se mató Alex Angulo; tuve una secuencia tremenda, que era ver a mi hijo muerto y como hubo que cortar el rodaje una parte estoy con el hijo muerto y en la otra estoy mirando una piedra y volver a retomar una situación emocional tan alta, después de un mes, con una piedra… ¡Cómo no me van a dar un Goya! Me lo gané (ríe).

Cuando Paula me mandó el guión me pidió que no lo leyera hasta que ella me dijera y yo lo tenía en la mesilla y me preguntaba ¿y no lo leíste?, y no, yo soy muy disciplinada y Paula me dijo que no leyera y ahí estaba hasta el día que me dijo que empezara a memorizar y así lo hice, memorizaba todo menos el final, cuando llega la novia con mi hijo, que era como si me pasaran una goma de borrar, no podía y pasando el texto me puse a llorar como una loca y decía “¡mi hijo, mi hijo!”. Me di cuenta de que ese personaje me sacaba el temor atávico que tenemos todas las madres sobre nuestros hijos, no hay nada más horroroso para una madre que la muerte de su hijo y cuando me di cuenta me pude aprender el texto. Fue asumir que lo que me producía el espanto de que a mi hijo Pablo le pasara algo y a partir de ahí pude aprenderme el texto. 

¿Qué esperabas de este segundo trabajo de Paula? 

Ya sabía que iba a hacer la madre, pero esperaba conseguir un sueño, porque Lorca es universal y la madre, es la madre, estamos hablando de literatura universal, de un arquetipo que todo el mundo se ha hecho una idea; todos teníamos mucho miedo, un sentimiento de responsabilidad y al mismo tiempo un concepto de equipo de sacar el trabajo hacia adelante y se sacó contra viento y marea. Nos dejamos la piel todos, la primera Paula, fue un rodaje duro; también nos reímos mucho; fue el último rodaje de mi queridísimo amigo Carlos Álvarez Novoa, que no pudo ni ver la película. Me ha pasado con dos, con Álvaro de Luna que no pudo ver ‘Miau’ y con Carlos Álvarez Novoa que no pudo ver ‘La novia’. Fue un palo, eran actores maravillosos, gente maravillosa. 

Te vemos trabajar mucho en Aragón, después de haberte tenido que marchar a trabajar fuera en tu juventud, ¿qué sientes al poder volver y rodar en Aragón y en tu ciudad? 

Es una gratificación porque estaba un poco harta de que hubiera ETB, con todos mis respetos, TV3, las del Sur, Canal Nou y que en Aragón no tuviéramos nunca una televisión que hiciera ficción. Por fin, es volver a casa, a los padres, al río, a las jotas, a todo lo que antes no me importaba y ahora me doy cuenta del peso tan profundo que tienen en mi memoria y en mi alma. 

¿Sueles volver muchas veces al año a Zaragoza, no solo por motivos de trabajo?

Ahora menos, porque solo me quedan unos primos y una gran amiga, pero como me llaman para tantas cosas. En octubre vuelvo porque se presentan unas películas mías en la Filmoteca y vengo a presentarlas. Mi representante, Alberto Bongiorno, siempre me decía: “ya has oído Aragón TV, ya has perdido el culo” y yo le decía: “pues chico, sí” (ríe). Falleció hace unos meses y fue un palo muy grande, ha sido un compañero de vida profesional maravilloso, llevábamos casi 25 años y era el tío de mis nietos, el hermano, el confidente, el cómplice, el amigo y un ser maravilloso, que amaba la vida por encima de todas las cosas. Y en 26 días falleció por un tumor cerebral, le pude acompañar y recuerdo que siempre me tomaba el pelo con que perdía el culo si me llamaban de Aragón

“Un corto, que no te van a pagar, pero claro, como es de Aragón te da igual”, me decía, y es verdad. Me llamaron hace poco para hacer un vídeo de turismo de Teruel, les dije que no pensaba cobrar en estos momentos en que está pasando lo que está pasando, que me negaba a cobrar, es un tema de solidaridad con mi tierra. Luego la vida siempre te devuelve, además, y me llamaron también para que leyese el texto en el acto de homenaje a las víctimas del Covid y fue un orgullo que me eligieran para ello. Amor con amor se paga. 

Esta semana vuelvo a Zaragoza porque se proyecta en la Filmoteca, tras el Simón de Honor’, ‘La novia’, ‘De tu ventana a la mía’ y ‘Miau’ está organizado por la Academia del Cine Aragonés y son los días 14, 15 y 16 de octubre. También así daré la “tetadica” y con mi hijo vemos que al cruzar la frontera en Aragón nos vienen palabras que en Madrid ni se nos ocurren: chipiada, espesa, palabras que en Madrid no me salen habitualmente y las salmueras que en Zaragoza me apetecen. 

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¿Has actuado alguna vez en inglés? 

Hice una prueba para una serie no hace mucho, estando aquí trabajando en ‘El último show’, que no salió, pero al menos me llamaron desde Hollywood para hacer un casting en inglés, creo que para una serie de Bayona. He trabajado en francés y he hecho teatro en catalán.  

¿Cómo ves el panorama audiovisual aragonés en la actualidad? 

Mal, pero mal porque estamos en un momento en que no se puede ver nada bien. El Covid ha paralizado todo, todos los proyectos que tenía este año se han ido, se han caído, se han pospuesto. Yo ahora tengo dos cosas, de apoyo a la Casa de la Mujer en Zaragoza contra la violencia de género, que está pospuesta, ruedo una película en noviembre en Barcelona. Teóricamente el panorama está bien, lo que no está bien son las circunstancias que rodean al panorama, se están dando cambios de guión para que la gente mantenga las distancias, es muy complicado. La que ha organizado este virus es muy gorda, el dinero que está costando en todos los campos. Hay gente que se ha arruinado, si ya tienes una profesión que solamente vivimos de ella el 9 por ciento, el resto sobrevive, viene una cosa de estas y hay gente que se ha arruinado, que no tiene ni para pagar el alquiler. 

El audiovisual aragonés sí estaba viviendo un buen momento, con muchos proyectos y calidad…

Yo puedo hablar de lo que he hecho, que fue ‘El último show’, una realización por parte de Alex (Rodrigo) y del equipo de plató extraordinaria, el tema de arte, maquillaje, peluquería, muy bien. Nada que envidiar a lo que se hace en Madrid. Aragón es tierra de cine y una cosa que me gusta mucho es que cada vez hay más mujeres con una cámara al hombro y realizando; ya no solamente las chicas son maquillaje y peluquería; ya era hora de que se nos tomara en serio

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Reseteando la pandemia

Reseteando la pandemia

Tiempo de lectura: 19 minutos
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Siete cineastas aragoneses y una pandemia mundial. Podría ser el inicio de una película taquillera, ¿verdad? Aragón TV lo tuvo muy claro y encargó a la directora Vicky Calavia que coordinara un largometraje en el que siete realizadores, siete caras muy conocidas del audiovisual aragonés, contaran al público su visión personal sobre el confinamiento, la pandemia y la nueva normalidad. 

Esta apuesta se ha convertido en la película ‘Reset’, en la que un hilo invisible une las historias de los muy grandes Pablo Aragüés, Alejandro Cortés, Ignacio Estaregui, Javier Macipe, Nata Moreno, Pilar Palomero y Gaizka Urresti. Un flechazo en los tiempos de la mascarilla y la distancia social; racismo en la época del covid; las andanzas de un titiritero que regresa a los escenarios; la importancia de vivir el presente; una compañía teatral que deberá decidir su futuro; cómo el distanciamiento ha afectado a las personas, especialmente a los mayores; y las vivencias de una familia saturada de compatibilizar teletrabajo y tele-estudiar. Os suena todo, ¿verdad? 

Y muchas sorpresas, con algunos directores que se atreven delante de las cámaras, cortos en blanco y negro, falsos docus, ficción. Un planazo atractivo desde el minuto uno que podremos ver este domingo, 11 de octubre, a partir de las 21:20 horas en Aragón TV, tras su preestreno este martes en los Cines Palafox de la capital aragonesa.  

Todo ello capitaneado por la directora Vicky Calavia que cuando recibió la llamada de Aragón TV se mostró “encantada” de coordinar este proyecto y de “poder ayudar de alguna manera” en esta peli. “Me ha gustado mucho hacer de agente cultural y que el público pueda ver todos los proyectos”, explica a Secuenciadas. 

“Estamos viviendo algo histórico y una nueva normalidad tan apabullante”, observa Calavia, destacando que este largometraje recupera la fórmula de ‘París, je t’aime’, convirtiéndose en una especie de ‘Aragón, je t’aime’ para hablar de lo que estamos viviendo en un año que, cuando termine, no pasará a estar entre nuestros cinco favoritos. Eso os lo aseguramos desde ya. 

Acompañándola en esta aventura encontramos también a Carlos Navarro, que se ha encargado del etalonaje final del largo, de darle un aspecto cinematográfico, pero manteniendo la esencia de cada corto, respetando la libertad que cada director tuvo a la hora de contar su historia. 

Pero, ¿de qué van los cortos y cómo han trabajado los realizadores? 

Pablo Aragüés – ‘Runners’ 

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

Es algo que nos propuso la propia televisión, me contó el proyecto y me pareció que era una cosa que estaba muy bien, era una muy buena idea contar una visión de la pandemia con un punto de vista aragonés y, sobre todo con un punto positivo, optimista, porque estábamos saturados de drama cotidiano. Nos dieron libertad para elegir qué contar y cómo contarlo y yo llevaba un tiempo queriendo hacer algo sin diálogos, de dos personas que se cruzan, se miran, pero no hablan. Quería contar la historia solo con imágenes y tan apenas diálogos

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

No, la verdad es que no. Durante la pandemia sí que he ido pensando cosas, trabajando en una serie que a ver si se puede desarrollar, pero es una cosa que nos ha pillado a todos tan de sopetón que no sabes tampoco como enfocarlo porque el problema es que a toro pasado es muy fácil contar las cosas, pero cuando no sabes cómo va a acabar tienes que tener mucho cuidado con qué contar y cómo contarlo.

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

Son dos runners que se cruzan todos los días en el Parque Grande de Zaragoza, un chico y una chica que van corriendo en tiempos de mantener la distancia social y de mascarillas. Se cruzan, pero no hablan y tan apenas se ven los ojos y es un poco cómo se relacionan dos personas así y si lograrán relacionarse más allá de las miradas y la distancia social o no.

¿Quiénes aparecen en el corto?

Los actores son Irene Ferrándiz y Rubén Martínez, hay alguna figuración, pero los protagonistas son ellos y llevan toda la historia. Como Aragón TV está detrás del proyecto tuvimos acceso al archivo universal de música y me pareció interesante poder contarlo con música clásica y que la música fuese también un personaje más. 

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Rubén Martínez e Irene Ferrándiz viven encuentros fortuitos en el Parque Grande de Zaragoza. Love is in the air.

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

-En el Parque Grande de Zaragoza, principalmente en el paseo de los Bearneses, y se rodó durante dos días y un par de mañanas más que estuvimos en el parque rodando a la gente cuando iba pronto a trabajar y a correr.

¿Cómo fue el rodaje?

Fue muy bien, es una pena porque queríamos haber metido algún vehículo en el parque para poder hacer algunos planos, pero no pudimos, no nos dejaron, pero nos apañamos. Tuneamos un cochecito de bicicletas del parque, lo apañamos para poder poner la cámara y demás y fue una experiencia curiosa, la verdad. Yo ya había rodado otras veces en el parque y en general siempre ha salido muy bien.

Yo operaba la cámara, lo llevo haciendo desde hace tiempo porque me permite estar un poco cerca del actor. En este caso, me parecía que aportaba mucho la manera de trabajar y también como los equipos ahora con lo del Covid tienen que ser pequeños, pues facilitaba el tema de que fuéramos pocos.

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Pablo Aragües improvisando un travelling out, graba al actor Rubén Martínez en su faceta de runner.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

No lo he pensado, la verdad. Es una historia de comedia, con cierto punto de ironía. Es necesario normalizar estas cosas que hay en la nueva normalidad y verlas con un punto de humor, si ya es difícil relacionarnos de por sí de una manera normal, en un entorno normal, en esta nueva normalidad es más complicado, no te ves la cara, no te puedes acercar; creo que la clave está en eso, en darle un punto de comicidad.

Alejando Cortes – ‘La nueva normalidad’

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

Me llamaron para participar en el proyecto, me preguntaron si me gustaría dirigir un texto escrito por otra persona, en este caso Alex Rodrigo y me gusta mucho escribir para que dirijan otros y dirigir lo que escriben otros.

Alex y yo comenzamos a trabajar juntos con el intercambio de ideas iniciales: de qué queríamos hablar, qué temas nos interesaban y enseguida nos pusimos de acuerdo.

Alex empezó primero a mandarme sinopsis, luego la escaleta del guión y, conforme avanzábamos y corregíamos las versiones, encontramos un punto en común en el que yo me sentía súper cómodo para dirigir la historia. Los dos teníamos en mente hablar sobre los rebrotes de odio y de racismo como algo casi tan peligroso como los rebrotes de la enfermedad, de ahí partió todo. 

Teníamos la necesidad de contar también qué nos pasaba a nosotros que habíamos estado encerrados y sin poder trabajar en equipo y pensé que era el momento perfecto para este proyecto porque nos anima a hacer cine, que es un arte colectivo, y que es justamente lo que no habíamos podido hacer en casa. 

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

Tenía como ideas sueltas que no terminaban de tomar cuerpo porque la realidad evolucionaba tan rápido y cambiaba tanto, cada vez a peor, que muchas veces la realidad superaba las expectativas de la página en blanco. Lo que más me motivo a seguir adelante fue hablar sobre algo histórico como lo que nos está ocurriendo. Nos va a quedar algo chulo, diferente y cada punto de vista de las siete piezas será distinto e interesante, cada una en su estilo. 

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

Habla de un ambiente rural en una población imaginaria donde tiene lugar una infección de coronavirus dentro de un centro de menores extranjeros y de una niña que intenta huir en un contexto hostil. 

¿Quiénes aparecen en el corto?

Es un equipo casi todo aragonés, en el que hemos contado con tres personajes jóvenes, de los cuales los dos chicos son aragoneses (Luis Herbella y Hugo Grimalt), están Rubén Martínez, Laura Gómez-Lacueva, Salomé Jiménez y Habana Rubio, que interpreta a la niña extranjera. El resto son extras y figurantes también de la tierra. Además, Usha Jadhav, que fue premio nacional de cinematografía como mejor actriz en la India, colabora de manera especial. 

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La actriz Habana Rubio, en el corto, pasea por las calles de Fuentes de Ebro mientras se cruza con un perrete.

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

Se rodó en tres días en Zaragoza, Fuentes de Ebro y en otras localizaciones.

¿Cómo fue el rodaje?

Fue muy interesante porque aplicar los protocolos que se tienen que llevar a cabo en un rodaje por el Covid implica un 20 o 25 por ciento más de tiempo para cada toma y eso en una pieza como la nuestra que tiene tal cantidad de planos, llegamos a hacer 15 o 17 planos por día, es apurar muchísimo los tiempos. Intentamos hacer en las primeras tomas, con ensayos previos, el mejor resultado posible. Era como dirigir cuando hacía mis primeros cortos en 16 mm y en 35, como pensar que se te acababa la película, que tenías que hacerlo en las primeras tomas para poder llegar, como cuando el cine era analógico.

El equipo se redujo en lo posible, pero por la historia había un número de personas mínimo que tenía que estar, dirección, fotografía, sonido, producción, arte, vestuario, maquillaje y peluquería. Fue todo muy complejo y con el equipo indispensable para conseguir un resultado de calidad.

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Alejandro Cortés todo motivado en la vuelta a la nueva normalidad de un rodaje.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

Creo que se van a sentir identificados, nuestra historia no va de buenos y malos, de blanco y negro, hay que darse cuenta de que no hacer nada implica ponerse del lado del intolerante, eso sí, y los personajes que aparecen en el corto son gente con la que te puedes identificar que puede tomar buenas o malas decisiones. Me parece que eso va a generar empatía, que a la gente le va a gustar mucho y creo que el ritmo de cómo lo contamos a la gente le va a enganchar. 

Ignacio Estaregui – ‘Astillas’

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

A principios de mayo, durante el confinamiento, nos llamó la televisión y nos presentó la propuesta a diferentes autores: participar en esa mirada sobre lo que estaba pasando, sobre el confinamiento y la nueva normalidad que se avecinaba de manera inmediata. Querían dejar una especie de legado, sobre cómo se vivió ese momento. Fui uno de los autores elegido y yo encantado, era un honor que me llamasen.  

Había que crear un corto de unos doce minutos, dando una visión, cada uno la suya personal, pero regida por un patrón de cierto optimismo y que reflejase la situación que se estaba viviendo. 

Yo estaba en mi casa escribiendo, no tenía un rodaje inminente, estaba moviendo otro corto y que me llamaran es un honor y una responsabilidad también. 

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

No, estaba escribiendo un largometraje que no tiene nada que ver y no pensaba hacer nada en concreto. Al principio me costaba un poco más centrarme y seguir escribiendo ese guión en el que estaba involucrado y cuando vi que otros artistas a nivel musical y audiovisual tomaban iniciativa de hablar sobre el tema yo no sentí esa necesidad, aunque en el momento en el que te llaman se genera y no hay quien la pare. 

El guión es mío, la historia es mía y viene un poco de la idea de contar que el momento en el que estábamos, recién terminado el confinamiento, era el de la incertidumbre de la vuelta de los espectáculos y de la cultura en general. Al mismo tiempo era conocedor del magnífico trabajo del actor y titiritero Javier Aranda, del que soy total fan, y vi la oportunidad de fusionarlo en esta historia que quería contar.

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

La historia sigue las andanzas de Javier, un titiritero que emprende una gira por pequeños pueblos durante la nueva normalidad. Él se enfrenta a los espectáculos de nuevo teniendo que llevar un gran vacío dentro que es el que le provoca la ausencia de un ser querido.

Fue curioso, porque preparando el personaje Javier tuvo como un ensayo general dado que actuó en la casa del circo justo antes de grabar el corto, el último fin de semana de junio. 

¿Quiénes aparecen en el corto?

Javier Aranda es el protagonista principal, es su historia, y se va encontrando en el corto con diferentes personajes: un guardia civil, el alcalde de un pueblo, la concejal de cultura, una espectadora. Todos son gente de Bujaraloz e interpretan a personajes muy próximos a ellos en la vida real. 

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Uno de los protagonistas de cartón del espectáculo ‘Parias’ de Javier Aranda que también tiene su propio papel en el corto ‘Astillas’.

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

Hemos rodado los exteriores de la furgoneta en Pedrola, pero después el grueso de la historia se desarrolla en la Comarca de Los Monegros, que es donde el personaje de Javier realiza esa gira por diferentes pueblos. Se rodó íntegramente en Bujaraloz, aunque se mencionan pueblos como La Almolda y Castejón. La asociación de cine y el Ayuntamiento de Bujaraloz se volcaron totalmente y a nivel logístico nos facilitó mucho las cosas rodar en una sola localización. Aparece el ayuntamiento, las plazas y calles del pueblo, el restaurante El Español. Fueron tres días de rodaje, sábado y domingo en Bujaraloz y al día siguiente, en rodaje nocturno, en Pedrola las tomas en las que Javier está con la furgoneta. 

¿Cómo fue el rodaje?

Fue un rodaje muy extraño, porque acabábamos de salir del confinamiento, la gente estaba como sin saber qué iba a pasar, con la incertidumbre de la propia situación en sí del rodaje, las mascarillas, el gel, mantener las distancias. Fue un buen rodaje porque fuimos un equipo muy pequeño, más de lo habitual, pero por pura precaución. En esos momentos una persona más en el equipo multiplicaba por cien las posibles conexiones y lo que hicimos es que fuera un equipo muy pequeñito, asumiendo a lo mejor más tareas de las que tocan. Tiene la parte positiva de que fue un rodaje muy llevadero, en el que estábamos muy compenetrados.  

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Equipazo del corto ‘Astillas’ con Javier Aranda en el centro e Ignacio Estaregui con calcetines azules de Zalando Moda.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

Entiendo que la película se recibirá de una manera y a lo mejor los trabajos de los diferentes autores se pueden recibir de otra. Creo que el nuestro es un corto que al público le va a gustar mucho y tengo esa sensación por la propia historia y por la verdad que hay gracias al trabajo de Javier, él lleva el peso del corto en los hombros y creo que gustará mucho porque él está fantástico

Javier Macipe – ‘La tierra’

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

Es un orgullo que me lo propusieran y se dio la circunstancia de que la pandemia me dejó de repente sin trabajo, estaba rodando una película, La estrella azul y se tuvo que parar el tercer día de rodaje, con lo cual me vino genial porque pude trabajar en esta circunstancia en la que pensaba que iba a estar meses sin trabajar. También por el tema que nos toca a todos y me parece interesante mostrar mi visión particular del Covid. 

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

No, como estaba tan metido en otro proyecto, en mi película, toda la pandemia la pasé más bien con conversaciones para ver cuándo la podríamos retomar, adaptando todo, reorganizando. Me vino bien para sacarme de mi propio proyecto y poder tomar aire

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

Mi cortometraje habla de que la pandemia lo que nos ha hecho es, a muchos, replantearnos las prioridades en la vida, sobre todo el tener focalizada mucho la felicidad en el futuro y esto nos ha enseñado que todos los planes, todo lo que damos por hecho que se va a cumplir pues puede ocurrir algo como esto y caerse todo. Nos ha enseñado a vivir más el presente y a centrarnos en las cosas esenciales. 

Eso como concepto, en concreto lo que hicimos fue hacer un documental pasando varios días con Jaime González y Maribel Lardiés, que son dos músicos amigos míos que son un ejemplo de personas que antes de que llegara la pandemia ya tenían una vida centrada en lo esencial, una vida sabia, personas que viven mucho el presente.

¿Quiénes aparecen en el corto?

En el corto se incluye la metaficción y se nos ve a los técnicos, los que estamos detrás de las cámaras. Los protagonistas son Jaime González y Maribel Lardiés, aparecen Jaime Lapeña y Alicia Fernández y después los técnicos: Javier Macipe, el director de fotografía Álvaro Medina, Claudia Andrés y Amelia Hernández, de producción, y Adrián Barcelona.

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Jaime González, a la guitarra, formó parte del grupo Almagato junto al poeta y músico aragonés Mauricio Aznar (1964-2000).

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

Se ha rodado durante cinco días en casa de Jaime y Maribel y un poco en su barrio, en San Gregorio (Zaragoza), pero casi todo se centra en su rutina en su casa, porque pretendía mostrar en el corto cómo había sido su vida en el confinamiento, que en realidad es muy parecida a como es su vida normalmente. 

¿Cómo fue el rodaje?

El rodaje intentamos que fuera con el dispositivo mínimo e indispensable, por la situación del Covid, minimizamos el equipo, pero está justificado porque en el propio corto se habla de eso, decimos que preferimos rodar con más tiempo, en cinco días, disfrutarlo más. 

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Javier Macipe se atreve en ‘La Tierra’ con la guitarra y Jaime Lapeña le acompaña al violín, mientras esperan carne a la brasa.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

Espero que de alguna manera pueda vivir con nosotros lo que fue pasar ese día con Jaime y Maribel. Lo que hemos intentado es un corto muy contemplativo, en el que hay escenas que respetan mucho el tiempo real, y que, de alguna forma, esa reflexión que hacemos de que vivir focalizados en el futuro nunca te lleva a ser feliz pueda calar en la gente.  

Nata Moreno – ‘El espacio vacío’

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

Cuando te llaman desde tu comunidad y te dicen que quieren apoyar a un sector al que uno pertenece, en el que cree y que además defiende para mi era prácticamente imposible decir no. Yo apoyo al sector y a Aragón, me siento muy aragonesa y de la tierra, me hacía especial ilusión y con Aragón TV tengo muy buena relación y me parecía que era preciosísimo generar un proyecto con muchos compañeros.

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

La verdad que no. Obviamente cuando estuve confinada me vinieron temas a la cabeza que tenían que ver con esto, porque hay un antes y un después a nivel histórico y uno piensa cómo a través del audiovisual se puede mostrar esta realidad, pero no tenía una idea muy clara. Estaba releyendo el texto de ‘La gaviota’, de Anton Chejov, y pensé que ese texto era muy actual con nuestra realidad y cuando me llamaron me pareció que era inspirador el texto de Chejov, de una compañía que vuelve a verse las caras tras estar encerrados cuatro meses. 

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

Es una compañía aragonesa que ha estado ensayando ‘La gaviota’ de Chejov, que no puede ahora estrenar porque ha habido una pandemia y nos han confinado a todos, han cerrado los teatros, lo que pasó a nivel real que ha pasado en muchas compañías de teatro, y después se juntan, cuando se puede volver a salir a la calle, para decidir si van a volver a actuar o van a matar el proyecto. Se cruza la realidad personal con la realidad de los personajes de ‘La gaviota’.  

¿Quiénes aparecen en el corto?

Laura Gómez-Lacueva, Carmen Barrantes, Jorge Usón y José Luis Esteban. Son compañeros de muchos años y era un proyecto que era un reto muy grande porque yo vivo en Madrid, no nos habíamos visto hacía meses y tenía que llegar y en el día, en una jornada, rodar con los actores sin ensayar. Necesitaba que nos conociéramos y que supiéramos todos de lo que estábamos hablando para poder hacerlo fácil y ellos son cuatro bestias y me lo pusieron facilísimo. Yo aparezco como parte de la compañía

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José Luis Esteban alucinando cuando le comunicaron que Marianico el Corto no estaba en el reparto de la compañía.

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

Solamente tengo una localización, he rodado en la sala Oasis (en Zaragoza), en una jornada.

¿Cómo fue el rodaje?

Fue maravilloso, fue una experiencia muy nueva, que yo quería probar, basada en la improvisación, con textos diferentes para cada uno, entre ellos no conocían los unos los textos de los otros y era un gran misterio para todos. Los iba a buscar ya con las cámaras, los microfonaba y ya grababa. Está planteado como un falso documental, pero también entramos dentro de la ficción.

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Nata Moreno explicando como sostuvo el Goya por ‘Ara Malikian: Una vida entre las cuerdas’, Laura Gómez-Lacueva, Jorge Usón y Carmen Barrantes ¡atentos!.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

Nunca me lo planteo mucho, no me pongo una expectativa, yo quiero que lo disfruten, que les mueva algo en el corazón, que sientan algo bello, la parte que sea, la fotografía, la música, los textos; no tengo una expectativa muy clara, obviamente que todos queremos gustar. Lo hemos hecho con un equipo íntegramente aragonés, con unos actores fantásticos, hacemos un trabajo que nos chifla, con el que nos sentimos todos muy identificados y muy en la línea de lo que queremos contar, así que ahora dependerá del espectador.

Pilar Palomero – ‘A un metro y medio’ 

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

Me pareció un proyecto súper interesante por el hecho de que es el primer largo conjunto hecho en Aragón, por poder hacer una pieza en la que colaboremos directores que nos conocemos desde hace mucho, que hemos coincidido en festivales, y por hacerlo tras los meses de confinamiento y de falta de actividad. Era una propuesta bonita por el apoyo a la industria audiovisual por parte de Aragón TV; por trabajar con cineastas aragoneses y por retomar la actividad después del confinamiento y la historia que he propuesto me tocaba de cerca y me parecía que podía aportar algo al proyecto. 

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

La verdad que lo empece a reflexionar a raíz de la propuesta de la tele, había aprovechado en el confinamiento para escribir todo lo posible, pero de cara a un rodaje no me había planteado nada por lo incierto del momento. 

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

Sobre todo lo que quiero transmitir es la sensación que han vivido las familias de no poder reencontrarse durante este periodo de confinamiento y lo importante que es el contacto físico, sobre todo para las personas mayores. Abuelos y nietos no han podido verse y se necesitan mucho mutuamente, ese es el punto de partida.

¿Quiénes aparecen en el corto?

Son mi familia. Es un corto documental en el que mi madre es la protagonista, aparecen mis hermanos y sobrinos. He trabajado con ellos porque al ser un corto documental refleja la realidad que ha vivido mi madre y la necesidad que ha tenido de contacto físico de su familia. El confinamiento le ha producido ansiedad y depresión, lo ha pasado realmente mal y el corto es una manera de entenderla, de comprender algo que le ha pasado a mucha gente y de tratar de buscar la luz dentro de toda esa tristeza que ha producido el confinamiento a ella y a otras personas mayores. 

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La mama de Pilar Palomero prota total de ‘A un metro y medio’.

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

Se puede ver el Pilar desde el Puente de Hierro y varias calles de Zaragoza no tan reconocibles. Hemos grabado en casa de mi madre y varios días por el centro de Zaragoza. Estuvimos rodando una semana aproximadamente. Cuando grababa con mi madre, por protegerla y cuidarla, estábamos solamente la persona que me ha ayudado en todo y yo, manteniendo todos los protocolos de seguridad y grabamos menos horas al día, por lo que se extendió más en el tiempo. 

Con mi familia habíamos hecho ya alguna cosa, en los cortos ‘Horta’ (2017) y ‘Niño balcón’ (2009) aparecen como figurantes; siempre que he rodado han estado próximos y han participado de alguna manera, pero es la primera vez que protagonizan uno de los cortos. 

¿Cómo fue el rodaje?

Éramos un equipo reducido, tratando de cumplir las medidas de seguridad todo el tiempo porque trabajamos con niños, con mi sobrinos, y con una persona mayor, como mi madre. Fue muy familiar y con ilusión y ganas después de todo este tiempo de parón y a la vez difícil porque la situación es muy pesada y el shock de lo que todos hemos vivido estaba ahí, pero también muy bonito. Lo que ocurre en el corto ocurría de verdad, ese cariño entre mis familiares

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Pilar Palomero con vestido rayado dirigiendo a su propia familia y Carlos Naya en el sonido.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

No lo he pensado mucho, me encantaría conseguir que la gente logre empatizar y producir alguna emoción en quien lo vea. 

Gaizka Urresti – ‘Sitiados’

¿Qué te animó a sumarte a este proyecto?

Primero que llevábamos muchos meses sin poder rodar en la circunstancia de la pandemia y era una oportunidad de salir y de intentar recuperar cierta normalidad. Luego, me parece muy bonito que sea un trabajo colectivo, siempre me han gustado este tipo de películas colectivas que tienen como escenario un sitio, como puede ser ‘París je t’aime’, y de hecho yo he fantaseado alguna vez con hacer en Zaragoza, si hubiera una financiación pública, entre varios directores historias sobre la ciudad. 

En este caso no es el tema, no era sobre la ciudad, pero sí que era un grupo de cineastas aragoneses sobre un tema y al final ahí está como obra colectiva y eso fue la máxima motivación, me parecía un proyecto bonito, una excusa para rodar e incluso para facturar también, para poder dar de comer a la máquina.

¿Ya habías pensado en hacer algo relacionado con la pandemia antes de esta propuesta?

No directamente, no tenía una idea muy clara, creo que estaba la idea germinando en la cabeza de lo que se podía contar, pero tampoco tenía yo mucho la cabeza para esto. Yo creo que ha sido el aliciente del encargo lo que me ha movido.

¿Cuál es la historia de tu cortometraje?

Con el telón de fondo del Covid, es la vivencia de una familia normal que tiene que convivir con el teletrabajo estando confinados y teniendo a un niño en casa que también está teleestudiando y los conflictos que ello genera. Aunque es dramático como lo hemos vivido muchos padres, lo he planteado como una comedia costumbrista, llevando las situaciones al exceso, estirándolas para llevarlas a la comicidad.

¿Quiénes aparecen en el corto?

Al ser una historia tan personal, que está ambientada en mi casa, con vivencias personales, pues me animé a poner a mi familia como protagonista. Mi mujer, mi hijo y yo somos los actores principales y luego se cuelan por internet otras historias, en algunas son personajes reales como mi madre y los problemas que tenía con la tecnología, y luego he cogido actores profesionales para hacer, por ejemplo, de una paciente de mi mujer, que es psicóloga, a Carmen Barrantes y como uno de los profesores de mi hijo, a Jorge Asín. Básicamente somos actores naturales, no somos profesionales, yo de hecho nunca había interpretado, además de dirigir. Es una autoficción.

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Jorge Asín interpretando a un profe entendiéndose con las nuevas tecnologías.

¿Dónde se ha rodado, en cuánto tiempo y qué localizaciones aparecen?

Se rodó en tres días, básicamente en mi casa, unos exteriores en Zaragoza, de madrugada y al amanecer que no había gente, y la escena final en la Plaza de los Sitios. Hubo planos recursos que se hicieron un cuarto día, pero lo que es con los actores en tres días. 

¿Cómo fue el rodaje?

Es complejo seguir la normativa de seguridad y la distancia social con un equipo de rodaje. Yo limité tanto por presupuesto como por seguridad el número de personas, fue un equipo reducido de un operador, un ayudante de cámara que se encargaba de las luces, un técnico de sonido, una directora de producción y un director de actores o coach, en total cinco personas, además de los actores.

Prescindimos de maquillaje, de peluquería, de dirección de arte, porque también la historia lo permitía, al ser nuestra propia casa ejercíamos también de maquillaje y vestuario, nos encargábamos de seguir el racord y de mover los muebles si era necesario. 

No había interpretado y es muy difícil estar encargándote de todo, de que el equipo esté preparado, dar acción y de repente ser tú el que tienes que empezar a decir las frases. Fue una experiencia muy interesante, pero no se si la repetiré porque es agotadora, si antes respetaba a los directores-actores ahora ya me parece que es dificilísimo estar siendo consciente de lo que estás haciendo y mirando a los demás estando tú en escena.

En cuanto a las interpretaciones, la mía creo que es correcta, me sabía el texto, lo había escrito yo, pero me quedé muy contento con la interpretación de mi mujer y de mi hijo. Estamos en general bastante bien y naturales.

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Mamá, ¿si un tren va a 180km por hora desde Bilbao…?, pregúntaselo a tu padre.

¿Qué recibimiento esperas por parte del espectador?

La comedia es un género puro, espero que la gente se ría con esta historia y que, de alguna forma, mucha gente se sienta identificada con esta vivencia que hemos tenido y que quedará como testimonio de lo que hemos vivido. Igual en diez o veinte años no nos acordamos y la gente que no lo vivió viendo el corto verá en parte esas situaciones emocionales, las noticias que había en la prensa, los balcones, la policía en la calle, las calles solitarias; eso quiero reflejar pensando en el futuro, en dejar un legado de todo eso.

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