Si Francisco de Goya pudiera conceder los premios Goya, ¿a quiénes se los entregaría? Nuestro pintor más universal seguro que estaría muy satisfecho con los aragoneses reconocidos con el ‘cabezón’ en la última gala de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, celebrada en Sevilla.
Habría flipado con ‘As bestas’ (¡como todos!), aunque él algo ya predijo hace dos siglos al pintar ‘Duelo a garrotazos’, que bien podría haber inspirado algunas escenas a la zaragozana Isabel Peña a la hora de escribir esta historia a cuatro manos junto a Rodrigo Sorogoyen, director de la peli. Y nos imaginamos a la oscense Yasmina Praderas, junto a sus compañeros, trabajando en la Quinta del Sordo, rodeada de las Pinturas Negras, para empaparse del ambiente de buen rollo necesario para trabajar en el sonido de esta misma cinta. A tope de tensión.
Goya habría hecho muy buenas migas con Labordeta, y con los creadores de su documental, Paula Labordeta y Gaizka Urresti, porque alguien que trabajó en la Corte seguro que tuvo tentaciones muchas veces de mandar a los nobles “a la mierda”. Y hubiera formado una dupla galáctica con Carlos Saura. ¡Imaginad qué peliculones podrían haber salido de unir tanto talento! Y de combinar a las dos estrellas errantes con el polifacético cantautor, escritor y político. Nos quedamos locas solo de pensar en las posibilidades…
Por eso pensamos que el maestro estaría más que feliz de ver su nombre unido al de estos creadores y orgulloso del talento aragonés que brilló de nuevo en los Goya, en una gala de tres horas y veinte minutos de duración dedicada a la memoria de Carlos Saura, fallecido el pasado viernes 10 de febrero.
Isabel Peña sujeta el Goya con firmeza tras ganar el premio por su guion de ‘As bestas’ (Foto: Ana Belén Fernández. Cortesía de la Academia de Cine)
‘As bestas’ fue la gran triunfadora de la noche, con nueve galardones, entre ellos los de dos aragonesas muy cracks, Isabel Peña y Yasmina Praderas. Isabel ha conseguido su segundo Goya por el guion original de este filme, escrito junto a Rodrigo Sorogoyen, y que ha recibido “con muchísima alegría, sobre todo por lo que significa para mi película”.
Aunque ganar premios siempre está muy bien, “la respuesta del público es el premio real, y si es una frase hecha no me importa, porque es totalmente cierto”, asegura a Secuenciadas. Este thriller rural a lo gallego reina en las salas desde su estreno en noviembre: “lo más importante es que la película haya llegado al público, que de alguna forma ‘As bestas’ pueda revitalizar un poco la taquilla española, que quizá gente que llevaba tiempo sin ir al cine haya ido a verla” y piense en seguir disfrutando del cine español. También ha conquistado a la crítica, que “nos ha tratado muy bien desde el principio”.
EL PROCESO
Isabel Peña conoció la historia real en la que se basa la película a través de una noticia de prensa en 2015. “Me fascinó todo lo que se contaba y lo que no se contaba en esa noticia”, recuerda. Y más allá de esos elementos de thriller rural “que estaban ahí como latiendo”, lo que impresionó a Isabel y, después, a Rodrigo fue la historia de Margo Pool, “que continuaba en esa aldea cada vez más vacía, conviviendo con los, quizá, asesinos de su marido, porque aún no estaba demostrado” en ese momento. “Supimos que ahí había un personajazo”, rememora.
¿Y cómo se escribe a cuatro manos? Pues con el nivel pro que ya tienen Rodrigo e Isabel después de tantos guiones juntos, el proceso funciona de maravilla. Es un trabajo “que nos gusta y nos divierte mucho, en el que compartimos todo desde el principio, hablamos mucho durante meses, nos documentamos, investigamos, viajamos a Galicia e intentamos conocer todo sobre los temas de los que queremos hablar y sobre los personajes de los que estamos hablando”. También hablan sobre la estructura, aunque con ‘As bestas’ “llegó muy rápido, supimos que queríamos contarla así, con los dos puntos de vista”.
Y después de esos meses “donde se habla mucho y se escribe poco”, llega la hora de escribir. Estructuran la película secuencia por secuencia en una pizarra y dividen el guion para que cada uno escriba el 50 por ciento. “Cuando hemos acabado de escribir nuestra mitad, nos las cambiamos, tomamos muchas notas y cada uno se queda con la mitad del otro para ejecutar esos cambios que hemos pactado y así versión tras versión hasta que llega la hora del rodaje y seguimos escribiendo durante el rodaje, seguimos buscando cómo mejorar, cómo simplificar y cómo conseguir que haya cada vez más verdad en nuestro guion”.
Pagaríamos por ver todo el proceso que los ha llevado a triunfar en los Goya, en cuya gala Isabel tuvo unas palabras de cariño para la familia de Saura, de quien dijo que “seguiremos viendo sus películas y aprendiendo de ellas una y otra vez”; así como agradeció a Margo Pool porque, “en momentos de tanta crispación e intolerancia, la lección que nos has enseñado es que hay que vivir y se debe vivir sin odio”.
Aitor Berenguer, Yasmina Praderas y Fabiola Ordoyo, felices con sus tres ‘cabezones’ (Foto: Ana Belén Fernández. Cortesía de la Academia de Cine)
MEJOR SONIDO
Aitor Berenguer, Fabiola Ordoyo y Yasmina Praderas se hicieron con el Goya a mejor sonido por ‘As bestas’, un premio que la oscense recibe “con mucha emoción e ilusión”. “Fue bonito porque por suerte ‘As bestas’ había sido nominada en muchas especialidades y nos pudimos juntar mucha gente del equipo para poder celebrar y compartir la ilusión por el hecho de estar nominados, que ya es mucho, y fue una noche inolvidable”.
Para Praderas era su segunda nominación a los Goya, ya que en 2020 compitió por la estatuilla a mejor sonido con la película ‘Quien a hierro mata’, de Paco Plaza. Al escuchar su nombre en Sevilla “no me lo creí, pensé que no era posible, porque el resto de los compañeros que estaban nominados tenían unos proyectos bastante potentes y la verdad es que, hasta que no se dijo el nombre, no sabía que podía pasar”, reconoce a Secuenciadas.
Dedicó su ‘cabezón” a su compañero de trabajo Marc Orts, dado que “empecé con él, fui ayudante de mezclas suya, es un hombre que tiene una trayectoria excelente y que es un gran profesional, y él me ha apoyado siempre, me ha dado alas para seguir”. También tuvo palabras de agradecimiento para su familia y amigas de Huesca. De momento, el Goya está en su puesto de trabajo y pronto viajará a la capital mundial (Huesqueta de nuestros amores) para que Yasmina celebre junto a su familia y amigos este reconocimiento.
Gaizka Urresti y Paula Labordeta pletóricos con su Goya. (Foto: Ana Belén Fernández. Cortesía de la Academia de Cine)
‘LABORDETA, UN HOMBRE SIN MÁS’
En la categoría de mejor documental nos llevamos una enorme alegría, dado que ganó ‘Labordeta, un hombre sin más’, de Paula Labordeta y Gaizka Urresti. El director, aragonés de adopción, explica a Secuenciadas que vivió la noche “con mucha ilusión”, porque desde el estreno de la peli su objetivo era llegar ahí, pero “es cierto que era muy difícil este año, con la presencia de cinco documentales y dos de ellos dirigidos por dos de los mejores directores de este país, Isabel Coixet y León de Aranoa, pero se había creado una corriente favorable a nuestra película, porque emociona y por el personaje que retrata”.
Aunque el empeño “era complicado”, porque “cualquiera de las cinco era digna vencedora”. Recibirlo fue “una explosión de alegría, porque es un proyecto que nos ha costado mucho tiempo levantarlo, se ha levantado al cien por cien con dinero aragonés, una parte pública y otra privada, de mi productora, y no ha sido un camino fácil” porque algunas instituciones dijeron que no, las televisiones nacionales no mostraron interés. “El proceso de financiación costó muchísimo, pero no dejamos de creer, pensamos que merecía la pena contar esta historia desde Aragón al mundo y ahí está el fruto, los premios Forqué y Goya que son los mejores premios del país, y la segunda película más taquillera, con 30.000 espectadores, y con el público que se emociona, que corea el ‘Canto a la libertad’ y que aplaude al final de las proyecciones”, algo que nos ocurrió a nosotras cuando pudimos disfrutar del documental en las salas.
Por su parte, Paula Labordeta aseguró en la gala que dirigir esta película “ha sido una delicia, un viaje increíble” y dedicó el premio a la gente que quiere, a su padre, y a la Academia “que esta noche ha hecho a mucha gente feliz, entre ellos a mi madre, Juana de Grandes que, aunque ella no lo sepa, es la puñetera estrella del rock and roll”.
Carmen Maura presenta el momento más importante de la noche. (Foto: Alberto Ortega. Cortesía de la Academia de Cine)
UNA ESTRELLA ERRANTE
Si hubo un protagonista de la gala, fue el cineasta oscense Carlos Saura. La ceremonia comenzó al ritmo de ‘Cantares’, con la voz de Manuel Carrasco, para dejar paso al emotivo homenaje al Goya de Honor 2023. La actriz Carmen Maura explicó emocionada que en la película ‘¡Ay, Carmela!’ encontró a un Saura “muy inesperado”, porque imaginaban a un hombre serio y “fue una sorpresa maravillosa encontrarse con una persona tierna, cariñosa, comprensiva, que nos dejó libres y que era gracioso. Él no tenía ni idea de la marca que me había dejado como actriz para siempre”, apuntó.
En el escenario, y tras dos minutos de aplausos, Ana Saura señaló que su padre se había ido “trabajando hasta el último minuto, enseñándonos que hay que vivir apasionadamente, que la imaginación no tiene límites, que hay que dedicarse a lo que a uno le gusta y que la cultura es lo más importante, que tenemos que potenciarla porque es nuestro legado y futuro”. Su hermano Antonio tuvo un bonito recuerdo para las cuatro mujeres que marcaron la vida de su padre: Adela Medrano, madre de Antonio; Geraldine Chaplin; Mercedes Pérez y, desde hace treinta años, Eulalia Ramón.
La actriz leyó una nota escrita por Saura, en la que el cineasta dio las gracias a su cuidadora, Elsa, al personal sanitario del Hospital General de Villalba, del centro de atención primaria y al equipo de paliativos domiciliarios de este municipio. “La sanidad pública se merece que la cuiden tal y como el personal público nos cuida a nosotros”, defendió Eulalia Ramón.
“A mis 91 años recién cumplidos no podría haber tenido mayor satisfacción que recibir por parte de la Academia el Goya de Honor”, dejó escrito el cineasta, para afirmar que, en su vida, había sido “muy afortunado, rodando más de 50 películas”. “He traspasado los límites que me proponía de joven, he tenido seis hijos y una hija, una docena de nietos y una bisnieta, me considero una persona afortunada”, expresó, dando las gracias también a quienes han colaborado en sus películas, especialmente a sus actores y actrices favoritos.
“Estaré feliz si el cine que he hecho ha sumado algo de inspiración a la brillante generación de directores de hoy. Me veo reflejado como una estrella errante en la inmensidad del cosmos; siempre dije que la imaginación es más rápida que la velocidad de la luz”. Te recordaremos mirando al cielo y aprendiendo con tus películas, maestro.
RECUERDO A VILLARONGA
Los Goya contaron también con otros ilustres aragoneses, como la directora Pilar Palomero, nominada por su película ‘La maternal’; los cracks de Entropy Studio, nominados a mejores efectos especiales por ‘13 exorcismos’; la también cineasta Paula Ortiz, que presentó el premio a mejor guion original que entregó a la zaragozana Isabel Peña; y el gran Fernando Esteso, que presentó a su vez a los nominados a mejor corto documental.
Esteso recordó, además de a Carlos Saura, al director Agustí Villaronga, fallecido el pasado mes de enero, “un gran director y amigo”. “He tenido la oportunidad de trabajar bajo sus órdenes, un gran director de actores y con un sentido del humor increíble”, aseguró. “Solo espero que tanto Carlos como Agustí, que estarán ya escribiendo el guion de su próxima película, tengan un recuerdo para mí, porque más temprano que tarde nos volveremos a encontrar”, dijo emocionado y emocionándonos a todos, aunque esperamos que ese reencuentro tarde en producirse, Fernando.
El actor zaragozano Rubén Martínez estaba destinado a ser una estrella, aunque de pequeño se resistiera a interpretar ese papel en una función navideña de la escuela (sííí, luego os explicamos). El interprete dejó su trabajo como profesor para apostar por la actuación y afirma que, en este tiempo, ha sido como una hormiguita, un incansable trabajador que ha logrado crecer en su carrera.
‘Élite’, ‘Antidisturbios’, ‘El último show’, ‘Planeta 5000’, ‘Nosotros’, ‘Grupo 2: Homicidios’. Su nombre forma parte de un sinfín de obras en televisión, teatro y cine. Firme defensor de sus personajes y de dar lo mejor de sí mismo en cada papel, es también coach de actores. Amable, paciente y divertido (es un amor, eso es así), nos transmite su pasión por la profesión mientras paseamos junto a la ribera del Ebro, y convertimos nuestra charla en esta entrevista sobre su vocación como actor y su trayectoria profesional.
¿Cómo surgió tu vocación, ya de pequeño querías ser actor?
Surge de cuando iba al cine, cuando hacía teatro en el colegio, el típico festival de Navidad, y veía que era algo que me gustaba, me lo pasaba bien, me despertaba curiosidad, y de alguna manera siempre que había oportunidad me apuntaba.
Recuerdo en el colegio que, en el festival de Navidad, me tocó hacer de pastorcillo 3. Mi madre me preguntó si en la función hablaría y cuando fui al reparto de personajes, como era rubito, me dijeron que iba a ser la estrella. Yo me imaginaba que iba a estar toda la función de medio lado encima del portal y decía: “¿pero la estrella habla?” y me decían “no, la estrella no habla, pero es la protagonista”. Entonces les dije que no quería ser la estrella y las monitoras flipaban porque la estrella de Belén es a quien todos buscaban, pero yo pensaba “si no habla, no quiero” y pensaba en la bronca que me echaría mi madre si venía a verme y se quedaba en los ensayos y luego no abría la boca en la función.
Me ofrecieron ser pastorcillo y me acuerdo que me dieron un papelito mecanografiado y mi texto era: ‘queremos que nos ayudes a buscar la estrella’. Nos dijeron que teníamos que hablar claro y alto para que nos entendiera el público en el salón de actos.
Llegó el día de la función, me tocaba salir y, milagrosamente, había un micrófono aquel día; yo me quedé con que había que hablar alto y claro y dije: “¡¡QUEREMOS QUE NOS AYUDES A BUSCAR LA ESTRELLA!!” (gritando). Creo que mi madre debió de pensar: “para qué le diría yo que hablara”. Reventé el tímpano de todos los asistentes y me quedé a gusto pensando que se me había oído. Y vaya si se me oyó (ríe).
Eras profesor, pero ¿cuándo decides dar ese cambio, irte a Madrid y apostar por la actuación?
Me había dedicado a nadar, una actividad que requiere mucho tiempo y dedicación, y cuando me retiro de nadar tengo tiempo y digo, ahora voy a ser actor. Empecé en un grupo de teatro universitario que se llamaba ACME Teatro, que lo dirigía María Ángeles Pueo, actual directora de Teatro Che y Moche.
Acabé magisterio de educación física, era también entrenador de natación y durante un momento compaginaba el trabajo de educación física con el teatro, de una manera amateur, pero veía que me servía para jugar, para divertirme, para evadirme y seguir aprendiendo.
En clase tenía que poner yo las actividades, corregir, pero en el teatro era abandonarte y decir qué hay que hacer. Me lo pasaba bien, disfrutaba y llegó un momento que sentía que quería profundizar más en la interpretación y me dije “date la oportunidad” porque veía que pasaba el último tren y era “o coge y súbete o lo pierdes”. Decidí correr y hasta el día de hoy; me fui para un año a Madrid y van a ser ya veinte años.
«He sido una hormiguita que ha ido subiendo escalones; sentía que iba siempre en camino ascendente, que cada trabajo sumaba y aportaba»
En Madrid seguiste formándote
Allí estuve en la escuela de interpretación de Antonio Malonda, en Bululu2120, y luego he complementado mi formación con cursos, con canto, con danza, y también aprendes mucho trabajando.
¿Cuándo comienzas a trabajar como profesional?
En teatro empecé haciendo alguna cosa aquí en Zaragoza y como de alguna manera en ese momento yo me estaba ganando la vida con otro trabajo, no era mi prioridad. Para mí, la mayor de las recompensas era actuar, aunque luego llega un momento en que dices “esta es mi apuesta profesional”, pero al principio no lo consideraba ni trabajo, era un placer pagado, una maravilla.
¿Qué recuerdas de aquella etapa?
La historia era que era llegar a Madrid y comenzar a construir desde un solar enorme, porque no conoces a nadie, nadie te conoce, no sabes por dónde empezar. Y ahora echo la vista atrás y pienso en todo lo que he conseguido, sin pegar un petardazo, ni hacer una carrera explosiva, pero en veinte años he sido una hormiguita que ha ido subiendo escalones, que ha ido consiguiendo logros pequeños, pero firmes; sentía que iba siempre en camino ascendente, que cada trabajo sumaba y aportaba y que de un trabajo salía otro.
Y ahora soy consciente y me pregunto: “¿a día de hoy tendrías fuerza para empezar algo así como en aquel momento?” y piensas “no lo se”. Pero no me ha parecido que haya sido costoso ni duro, echo la vista atrás y me fui con nada, sin conocer a nadie ni tener ningún contacto y no me puedo quejar porque no he parado de trabajar en teatro, cine, televisión, ahora también como coach. Qué suerte, qué afortunado soy que sigo aprendiendo y sigo creciendo y estoy muy contento.
Si no fueras actor, ¿qué serías ahora?
Seguramente seguiría siendo profesor.
¿Te lo has planteado alguna vez?
Estaba en un colegio dando clases y en una piscina, y si tuviera que volver a la enseñanza creo que lo llevaría bien porque me gusta. Pero después de haber estado veinte años como actor y dedicado también a la enseñanza, pero más enfocada en el tema de la interpretación, después de probarlo sería como más duro. Pero no me importaría volver, me encanta, prefiero ser actor, pero si tuviera que volver no sería una tortura.
«‘Grupo 2: Homicidios’ fue un master en el audiovisual, aprendimos mucho y tengo un buen recuerdo»
¿Cuál crees que fue el proyecto que te dio esa oportunidad en el mundo del audiovisual?
He ido sumando pequeños trabajos, cortometrajes, en televisión, pero ‘Grupo 2: Homicidios’ fue como el master que hice de audiovisual, porque poder estar siete capítulos coprotagonizando con Jorge Usón, y aprendiendo mucho de Jorge, haciéndote con la parte externa de la interpretación en el audiovisual, que hay que tener en cuenta cámaras, focos, marcas, y fue tan intensivo y tan gratificante.
Aprendimos mucho y fue de una manera divertida, relajada y tengo un buen recuerdo. Ese fue un máster y siento que en los trabajos que he hecho después esa experiencia está ahí. Me pesa a favor, es una mochila cargada de buenas herramientas.
Te hemos visto en cine, en televisión y en teatro, ¿qué te aporta cada uno?
Me encantan los tres medios, tienen sus matices. El teatro es la magia del directo, el riesgo, la adrenalina del pase lo que pase hay que seguir y esto ni se tiene que notar ni se puede parar y es maravilloso, además del contacto con el público, porque hay un diálogo evidente, aunque no hables directamente con el público, lo sientes, lo percibes y compartes la función con ellos.
Eso en audiovisual no lo puedes sentir, en el teatro sí, y es mágico y precioso. En audiovisual, la tele requiere de una inmediatez y un tiempo y eso también te permite ser ágil y tienes el reto de hacer creíble algo que no es nada creíble.
El cine te permite construir de una manera más profunda, que los personajes tengan capas, darle más tiempo al proceso de creación del personaje, al trabajo con el director. Es el que menos tengo trabajado como actor a día de hoy, pero cuando me ha tocado hacer algo me ha gustado mucho.
¿Cómo construyes tus personajes?
Me gusta mucho investigar los entornos. En ‘Grupo 2’ tuve la suerte de poder tomar un café cada capítulo con el personaje real que interpretaba, y eso era maravilloso. Otras veces desde lo corporal, ves personajes que tienen una actitud, o el vestuario ayuda mucho y te coloca. Aprovechar los elementos de caracterización, vestuario, peluquería, maquillaje, arte. Porque de repente arte te pone un vestidor lleno de relojes y de trajes y ya no tienes que apretar en la interpretación porque lo cuenta el entorno.
Observando mucho, en la calle hay unos personajes maravillosos. Me encanta observar porque sacas cosas y matices de personajes y te los quedas. A veces también me gusta hacer un homenaje a personas de mi entorno a través de un personaje. Por ejemplo, mi trabajo de fin de carrera en la escuela, que era ‘El enfermo imaginario’ y yo interpretaba a Argan, era un homenaje a mi abuela Emiliana, que era la mejor enferma imaginaria que te podías encontrar, porque siempre estaba mala y se iba a morir, y se murió a los cien años.
«Construyo a los personajes para que no haya un juicio desde el actor, que sea el espectador el que los etiquete o valore»
¿Recuerdas algún personaje especialmente?
Cuando me confirmaron el personaje de ‘Élite’ le dije a mi madre: “mamá, voy a tener una vida que nunca he tenido y nunca tendré”. De repente era decir qué guay jugar a ser rico, que es algo que yo no busco porque no creo que la riqueza me vaya a dar la felicidad, pero jugar a ser rico, a tener poder y ser malo, poderte permitir tener licencia para hacer maldad. Además, me encanta no juzgar a los personajes, sino defenderlos a tope, y para mí Teo en ‘Élite’ no es malo. Se por qué hace las cosas, y construyo para que no haya un juicio desde el actor, que sea el espectador el que le de una etiqueta o lo valore, pero personaje que haga siempre lo voy a defender a muerte y le voy a dar dignidad.
Me gustó mucho ponerme en el lugar de Teo porque era divertido. Y también me está ayudando en mi carrera, para posicionarte en la profesión, como una referencia, que no eres ni mejor ni peor actor, pero de cara al escaparate estar en una serie que ha sido de las más vistas a nivel mundial en su estreno, un productor que no te conoce ya te coloca en un sitio que le das confianza. Sin ser ni mejor ni peor actor que antes, pero te ayuda de cara a la profesión.
¿Cómo es el trabajo en una serie como ‘Élite’?
Pues está muy cuidado en todos los aspectos, a nivel de foto, vestuario, arte, peluquería, maquillaje, guion, y sientes que estás muy protegido, trabajas de manera muy relajada, trabajas con varios directores, entre todos vas sumando cosas y construyendo el personaje y ha sido una experiencia muy agradable.
Tuve la suerte en la primera temporada de trabajar con Ramón Salazar, que es un excelente director de actores, y el primer día en el set de rodaje estábamos la familia y dijo una frase que me ayudó a colocar al personaje: “me encanta esta familia porque sois perfectos por fuera y estáis podridos por dentro”, y con eso ya sabía que es todo fachada, apariencia y aunque por dentro sienta que hay cosas que huelen mal, no tienen que salir, no se tienen que notar. Los buenos directores con poquitas palabras te abren un mundo como actor y te dirigen. Ha sido un gustazo poder trabajar con muchos directores en ‘Élite’ y con Ramón empezar a construir a Teo.
Es muy importante la dirección de actores
Muy importante. Un buen director puede salvar a un mal actor y un buen actor puede salvar una mala dirección. Cuando esas dos cosas son buenas, la magia se da y el resultado es evidente. Cuando a un director le encanta trabajar con actores, le encanta escucharlos y crea un clima de confianza en el proyecto.
En eso recuerdo a Rodrigo Sorogoyen. Yo tenía una secuencia pequeñita en ‘Antidisturbios’, tuvimos un día de ensayo con él y con los compañeros y allí miraba a mi alrededor y pensaba “aquí hay más Goyas que en el Prado”. Rodrigo escucha a los actores, no le importa cambiar el guion, tachar, corregir, poner notas nuevas, cambiar las líneas de orden cuando ve que suma a la historia, a lo que quiere contar. Si el actor le vende la propuesta y él la entiende y cree que aporta, no tiene ningún problema en ajustarla, no va a considerar que es una debilidad del director. Eso sí, una vez trabajado, hablado, dado forma y todos de acuerdo, el día del rodaje no nos ponemos creativos. Y el día del rodaje ya teníamos todos los deberes muy bien hechos, sabíamos lo que quería transmitir y contar, sabíamos cómo teníamos que intervenir, él operaba cámara en mano. Todo el mundo tiene claro lo que tiene que hacer y por qué lo hace y es genial.
«No entiendo el trabajo del actor como un sufrimiento, tiene que ser siempre como un juego»
Deseas hacer un papel dramático, algo que todavía no hayas hecho, ¿qué te gustaría?
Me gustaría un personaje que tuviera una referencia en un momento histórico concreto por hacer el trabajo también de documentarme; Edad Media, Guerra Civil, Guerra Mundial. Estos regalos como actor que tienes que hacer tus deberes, documentarte, leer, y que haya una carga emocional interesante, que al personaje le pasen cosas, que haya conflicto, sufrimiento, aunque me encanta la comedia.
María Ángeles Pueo me dijo que con esta cara no iba a hacer drama en mi vida y ahora lo que no hago es comedia, ¡será posible! (ríe).
Me apetece hacer como comedia en teatro y en audiovisual algo muy potente, un poco lo que hice en el corto ‘Nosotros’ (dirigido por Silvia Pradas), pero poder disfrutar ese trabajo más tiempo, porque lo rodamos en un fin de semana a tope y fue como muy duro.
Me gustaría hacer un trabajo con profundidad, con peso, porque además creo que bajaría a los infiernos y lo trataría de hacer de una manera saludable. No entiendo el trabajo del actor como un sufrimiento, tiene que ser siempre como un juego porque si no puede ser muy peligroso, se te puede ir la pinza.
¿Cuál ha sido tu último trabajo?
El último fue en julio, en ‘Desaparecidos’. Era un personaje pequeño, hacía de sospechoso y tenía dos escenas. Fui dos días, tenía una secuencia cada día y eran dos interrogatorios, pero tuve la suerte de trabajar con una directora maravillosa, Begoña Álvarez Rojas. A veces es muy difícil que en tele se dedique tiempo al actor y ella lo hacía, siempre apoyando, te decía anotaciones para ir afinando la interpretación. Un poco como yo hacía con Miguel Ángel Tirado (Marianico el Corto) en ‘El último show’, donde yo era coach. Cuando ya lo teníamos me acercaba, le decía que ya lo teníamos y que íbamos a por el doble tirabuzón.
Cuando ves que el actor ya está tranquilo porque está a lo que el director quiere, se puede seguir arriesgando, jugando y por eso disfruté mucho también. El trabajo con el actor Chani Martín (en ‘Desaparecidos’) también fue muy guay y lo rodamos en una hora, pero fue una sensación muy bonita.
No hay personaje pequeño, a veces vas a una serie y haces dos secuencias, pero las disfrutas y luego luce el trabajo en pantalla.
¿En qué momento de tu carrera surge tu trabajo como coach de actores?
De una manera natural, en Madrid ayudaba a compañeros a preparar pruebas de casting y me decían que se me daba muy bien, pero no le daba valor.
Pilar (Palomero) empieza ‘Las Niñas’ y aunque siempre se dice “no trabajes con animales, ni con niños”, pues ella en su primera película como directora novel se mete con un reparto de niñas. Se acordó de mí y me dijo si me gustaría ayudarla con la interpretación de las niñas. Por varios factores: porque yo era profe, había conocido la Zaragoza del año 92, había estudiado en un colegio de curas, donde éramos todo niños, y ella y yo nos conocíamos de hace tiempo.
Me lo dijo y me pareció fascinante. Estuve de coach y mientras hacía el rodaje de la película hice casting para la serie ‘El último show’, con Alex Rodrigo, que fue muy divertido, me cogieron y vieron que haría falta un coach también y me ofrecieron esa doble función.
De una manera natural he ido enlazando lo que mis amigos decían y yo de alguna manera no les creía, parece que era una posibilidad que se está dando.
¿Cuál es tu método para trabajar como coach?
Como coach me gusta trabajar siempre con el director, porque mi labor es ser el canal de comunicación entre director y actor. Primero tengo que saber qué quiere el director y después ayudar al actor a conseguir lo que el director necesita. Si como coach trabajo solo con el actor, vamos al set y el director dice que eso no es lo que quiere habría mareado al actor y hecho una propuesta de dirección cuando no es mi película.
Me gusta trabajar bien con el director y cuando me transmite qué quiere de los personajes, del tono de la interpretación, voy a ayudar al actor a conseguir eso. Es como un acompañamiento del actor, pero teniendo muy claro que no es lo que yo considero como director, sino lo que el director necesita y qué herramientas te doy para conseguir llegar a lo que pide.
Si es naturalidad, si es energía, el estado emocional que necesite el personaje, si tienes problemas para memorizar el texto qué consejos te puedo dar, si tienes problemas porque el texto te canta cómo lo podemos matar de ritmo y darle naturalidad. Darles herramientas que les ayuden.
¿Cómo ves el panorama audiovisual aragonés?
Afortunadamente en los últimos años hay un antes y un después aquí en Aragón, creo que se están haciendo las cosas muy bien. Vamos a echar mucho de menos a Jaime Fontán (jefe de producción de Aragón TV), que ha hecho mucho por el audiovisual aragonés, y cada trabajo y éxito de estos años estaba esa firma discreta de Jaime, porque era un hombre de una discreción maravillosa y que siempre estaba dispuesto a escuchar a todo el mundo.
Espero que se siga en esa línea, en apostar por darle cabida a todo el mundo, por apoyar los trabajos y hacer que el talento que hay en la tierra sea mejor, más visible y que sigamos creyendo en lo que tenemos en casa porque es muy grande, tanto a nivel técnico como artístico.
Los últimos años han sido muy buenos y hay que seguir apostando. Y esto también lo dice la industria, tenemos directoras como Paula Ortiz, Nata Moreno, Pilar Palomero, Elena Cid o Silvia Pradas que están teniendo repercusión con sus trabajos a nivel nacional. En Aragón hay unas directoras estupendas.
Eres un actor de trayectoria nacional, pero cuando puedes vienes a trabajar a Aragón. ¿Te sientes profeta en tu tierra y sientes ese cariño de los aragoneses?
Me siento muy querido y es una suerte, me siento privilegiado porque podría haber gente que piensa que reniegas de tu tierra porque te vas, pero no, no es eso. Es seguir aprendiendo, creciendo como actor, pero se de dónde vengo y tengo claro a dónde quiero volver siempre que me necesiten. Cuando la agenda lo permite, cuando hay proyectos interesantes que se hacen aquí en casa yo vengo con el doble de satisfacción y de ganas, porque es hacer algo que te gusta y, encima, en casa.
¿Dónde te podremos ver próximamente?
El mes que viene se estrena ‘Historias para no dormir’ (Amazon Prime Video) y tengo una pequeña participación en el capítulo ‘El asfalto’, que ha dirigido Paula Ortiz. También la segunda temporada de ‘Desaparecidos’ (Amazon Prime Video) irá en breve y en ‘Fuerzas de paz’ (TVE), que es lo último que he hecho en julio. Y hay un proyecto dentro de poco, después de la pandemia vamos retomando el ritmo, y este proyecto para los próximos meses me apetece mucho.
El actor zaragozano José Luis Esteban se define a sí mismo como un vehículo diésel, que ha ido cogiendo velocidad de crucero en su carrera profesional y está en continua reinvención, un “culo de mal asiento” que mantiene intacta su pasión por aprender.
Nosotras lo vemos como un fórmula 1, en el que todas las piezas encajan como un reloj para cumplir con sus metas. Tenaz, persistente, apasionado. Actor, dramaturgo y poeta, pero por encima de todo actor, de larga trayectoria en teatro y, después, en televisión y cine. Entre sus últimos trabajos en el audiovisual, sus apariciones en las series ‘Servir y proteger’, de TVE, y ‘El último show’, de Aragón TV.
Charlamos con él sobre los inicios de su carrera, sobre la necesidad de entender el mundo para explicarlo en los escenarios o en las letras de sus textos. Admirador de Berlanga y orgulloso vecino, en su juventud, del barrio de San José de Zaragoza, os invitamos a conocer a José Luis Esteban en este ‘Secuenciando a’.
¿Qué te llevó a ser actor?
Surgió en el último curso de Bachillerato, en el instituto, convocaron un taller de teatro, un profesor de francés, para montar ‘La cantante calva’, una obra de Eugène Ionesco. Jamás había pensado en el teatro ni remotamente, me parecía una de esas cosas absurdas en el mundo, que existían no se sabía muy bien por qué. Pero entonces, haciendo el taller en el instituto, me subí al escenario y ahí hubo un click brutal, porque yo era un crío muy tímido, con muchos problemas para entablar una relación cordial con el mundo, con mis compañeros y conmigo mismo y, de repente, el escenario era un lugar en el que yo me sentía libre. Y encima sentía que con lo que hacía la gente se lo pasaba bien; el escenario contribuyó a mejorar mi autoestima y entonces ya no me bajé nunca más.
A partir de ahí montamos un grupo aficionado de teatro, fuimos por los pueblos, en los años 80, íbamos en tren o en autobús, con la maleta al hombro, nos pagaban lo que nos pagasen, ni me acuerdo. Luego me puse a estudiar Filología enseguida, la literatura me salvó la vida, y me matriculé en la escuela de teatro y con 22 años me monté una compañía de teatro con colegas. Y pasamos directamente de que nos gustara mucho el teatro a deber un huevo de pasta, y allí empezó la cosa.
¿En ese momento comienza tu carrera profesional?
Sí, estando en la escuela de teatro, en primero, hay una compañía, el Teatro de la Ribera, que buscaba gente para un espectáculo y me hacen el primer casting de mi vida y, sorprendentemente, me cogen. Ese fue el verano del 85, mi primera gira cobrando dinero, 3.000 pesetas por función. Me quedaba afónico después de estar cantando en la furgoneta, después de seis horas seguidas de viaje, todas las canciones que sabíamos porque aquello era una fiesta.
Si no fueras actor, ¿dónde te encontraríamos actualmente?
En la universidad, dando clase. Al acabar la carrera, acabé a la vez Filología y la escuela de teatro, enseguida montamos la compañía, pero simultáneamente hubo un concurso público en la Facultad de Educación, me presenté, me lo dieron y estuve trabajando tres años en la universidad, dando clase. Salí espantado, porque el escenario era una competencia muy dura, pero estuvo bien y me permitió ganar dinero en un momento raro de mi vida, en que era todavía muy jovencito.
«El oficio ha sido muy generoso conmigo»
Empezaste en el teatro, pero ¿cómo diste el salto a la tele?
La tele vino muchísimo, muchísimo después. De hecho, todos los días me levanto, abro los ojos y pienso “gracias azar, cosmos, Paulo Coelho”, porque he hecho muchas cosas que no imaginaba ni en mis mejores sueños. En ese sentido, el oficio ha sido muy guay, muy generoso conmigo.
Empecé a hacer televisión en serio en el año 2004, hace cuatro días en comparación con los años que llevo en el oficio y fue porque fui a Madrid a trabajar, con un montaje del Centro de Arte Dramático de Aragón, que se titulaba ‘Misiles melódicos’, estuvimos en el Teatro Español de Madrid y entonces yo dije: “esta es mi oportunidad”. Venía de hacer una serie de trabajos muy buenos con el Centro de Arte Dramático de Aragón, Ricardo III, que había tenido mucha repercusión, me habían dado un par de premios de interpretación y sentía algo que nunca había sentido, que estaba en una situación distinta y que necesitaba dar un paso más allá. Así encontré mi primera representante, empecé a hacer mis primeros episódicos, teniendo en cuenta que yo no había hecho nunca tele, lo que quiere decir que lo hacía muy mal, era muy distinto, sobre todo la manera de trabajar.
Aunque los fundamentos son los mismos, cuando te has educado en un ecosistema donde lo único que existe es determinada manera de hacer el teatro, que no digo que sea buena, además, descubrí que tenía que desaprender todo lo que había aprendido y cuando llegué y me puse delante de una cámara me di cuenta de que tenía que volver a desaprender todo lo que había aprendido después de desaprender por primera vez. Veo, aunque no los veo nunca, mis primeros trabajos en ‘Siete vidas’, en ‘Matrimonio con hijos’ y pienso: “eras un pringadillo, chiquillo, no sabías de qué iba el oficio realmente”. En ese sentido creo que mi carrera es como yo, un poco diesel. Luego la aparición del cine fue ya el summum porque adoro el cine. Y todo nos lleva al ahora, un momento de una ilusión tremenda porque veo que tantos años de oficio me ponen en situación de aprender de verdad.
¿Cómo fue el aterrizaje en el cine?
En cine he hecho papeles secundarios, media docena de películas, he hecho muy poco cine en realidad. Con el primero que hice cine, aunque fue un mediometraje, fue con mi amigo José Miguel Iranzo, que falleció el verano pasado. Él rodó en 1996 un mediometraje en 16mm, titulado ‘Tempora y Violeta’, que fue un hito en el audiovisual aragonés porque era la primera vez que un realizador de aquí se metía en un pollo como aquel. A mi amigo Iranzo le debo que fue el primero que confió en mí para algo que no fuera teatro. Luego fue Paula (Ortiz), en ‘De tu ventana a la mía’ (2011) me hizo un pequeño regalo que luego por cosas de montaje quedó muy disminuido, pero yo siempre se lo he agradecido muchísimo a Paula.
Luego vino la película que más me ha dado, no por el trabajo en sí mismo sino por lo que supuso, que fue ‘Altamira’ (2016), por el hecho de trabajar en inglés, con un grupo de actores ingleses a quienes admiro mogollón y allí había tres o cuatro de los que a mi me molan mogollón, Rupert Everett, Henry Goodman, Antonio Banderas que es un tipo genial, y eso me dio un plus de confianza, porque ya el casting lo hice en inglés con Hugh Hudson. Nunca pierdo de vista de dónde vengo, dónde empecé y yo empecé prácticamente en los carromatos, en las eras, en los campos, y este tipo de oportunidades me han dado un corpus, un bagaje que para mi es muy valioso y un empuje muy grande para seguir trabajando.
Después hice ‘La higuera de los bastardos’ (2017), con Ana Murugarren, que fue también una cosa de estas extrañísimas porque a Ana, que es una de las personas más punkis que he conocido en mi vida, yo no la conocía de nada. Fui a trabajar a Bilbao, a una cosa de teatro a casa de Ramón Barea, que es mi maestro, y me llaman y me dicen que había una directora que me había visto en una foto en Facebook y que me quería para su próxima película porque necesitaba mi careto. Pues vamos para allá y allí fuimos a grabar ‘La higuera de los bastardos’ que fue otra escuela, con un rodaje durísimo, que nunca había hecho, de noche prácticamente entero, con el tiempo vasco, frío, lluvia, unas condiciones durísimas, haciendo un personaje que era un secundario, pero con presencia. Y trabajar con Karra Elejalde que es una escuela en sí mismo, un tipo fascinante. Fue muy grato, y ahí andamos.
Has hecho cine, teatro, tele, eres poeta, dramaturgo, ¿qué te aporta cada una de esas facetas?
Entender el mundo, entender lo que pasa, intentar explicarlo, ese es mi oficio como actor. Yo siempre digo que soy un actor que escribe, que publica libros de vez en cuando, que de vez en cuando da una clase de hablar en público, pero siempre es el actor el que está detrás y un actor que necesita entender, aunque todo sea incomprensible, pero necesito entender algo para poderlo contar después en el escenario. Porque además pienso que estamos en un momento flipante a nivel cósmico, terrenal, cultural, artístico, teatral, es un momento flipante.
Hay una frase de Antonio Gramsci, que era un pensador marxista italiano, que decía: cuando lo viejo todavía no se ha muerto del todo y lo nuevo todavía no ha terminado de nacer del todo, en ese periodo incierto es donde surgen los monstruos y yo creo que estamos en un momento de esos. Los antiguos paradigmas, a todos los niveles, están en cuestión, hay una nueva realidad y explicación de la realidad, un nuevo humanismo, hay un cambio brutal y el cine, el teatro, la novela, la literatura, la moda, todo tiene que explicar eso que está pasando, contarlo.
«En estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesía en el escenario»
Además de la pasión por el teatro, conocemos tu pasión por escribir
Esa pasión llegó más tarde, son cosas que han ido surgiendo con el tiempo. No pude escribir nada hasta que no me compré mi primer ordenador. Y se podrá pensar: “pues vaya pijada”, pues es que es verdad. En el año 2000 me compré mi primer ordenador y empecé a escribir. ¿Por qué? No lo se. Buñuel decía que somos básicamente un 80 por ciento de química y un 20 por ciento de misterio, pero lo que realmente detona las cosas es el misterio y eso me ha pasado, se han ido detonando pequeñas cosas ahí.
¿Empezaste a escribir obras teatrales o poesía?
Empecé haciendo una obra de teatro, escribiendo teatro. Soy culo de mal asiento, me gusta trabajar, pero siempre me ha costado permanecer en un sitio mucho tiempo, periódicamente necesito conocer gente distinta, modos de trabajar distintos, visiones distintas, puntos de vista diferentes, necesito salir de mi zona de confort casi constantemente porque es lo que me mantiene vivo, en forma, alerta.
¿Y cómo empezaste en la poesía?
El actor una vez hubo un momento en que descubrió la poesía, una cosa que no me interesaba nada en absoluto, como a otros jóvenes, pero en un momento de mi vida determinado cae en mis manos un libro de Allen Ginsberg, que se titula ‘Aullido’, y me pega una patada en la frente tan descomunal que me doy cuenta de que no puedo seguir viviendo si no hago eso en un escenario, no se cómo ni con quién, pero tenía que hacerlo ya. Entonces me junté con un músico amigo, José Javier Gracia, un maravilloso guitarrista de rock, él con su guitarra eléctrica y yo con el libreto de ‘Aullidos’. Nos emborrachamos juntos una noche pensando en lo que íbamos a hacer y a la mañana siguiente pasó algo mágico, y es que realmente nos juntamos, con una resaca del siete, pero los dos acudimos a la cita que teníamos y creamos ‘Territorio beat’.
Y la poesía empieza a formar parte de mi actividad de manera constante, porque funciona de puta madre en el escenario, porque la poesía tiene un poder escénico que es algo que fue para mí completamente inesperado, pero en lo que me volqué y en estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesíaen el escenario, que me ha permitido conocer a mogollón de músicos, trabajar con ellos, descubrir la relación maravillosa que hay entre la palabra, la música, el gesto, el movimiento, la cámara, porque hemos hecho experimentos con televisión y seguimos, me flipa.
Empecé a leer la poesía que me gusta a mí, no con la que nos han torturado durante años en el colegio y nos han hecho que nos alejemos de la poesía, sino la poesía que se está haciendo ahora, la mayoría de mujeres, que escriben una poesía que es la rehostia. Pero hay versos que no he leído y esos modestos versos que no he leído los tengo que escribir yo y por eso publiqué ‘Big Bang’ hace año y medio.
En ‘Don Quijote somos todos’, con Teatro del Temple, además de interpretar un papel en la obra, con la que estás nominado en el Teatro Rojas de Toledo, eres autor del texto. ¿Cómo te enfrentas a esa escritura? Pones a Don Quijote a solucionar la despoblación
Para empezar a escribir siempre me hago preguntas, en este caso una pregunta: en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. ¿Por qué, qué pasa en ese pueblo, por qué no te quieres acordar, dónde está, quiénes son, quiénes quedan hoy en día? Y de la respuesta a esa pregunta surge todo el texto. Yo estaba leyendo, además, ‘La España vacía’, de Sergio del Molino, que me había flipado, y eso sumado a la influencia de Berlanga, Azcona y Cuerda. No les conocí personalmente, pero es como si estuvieran muy cerquita de mí y no me explico por qué no han dejado más huella, por qué nadie sigue esa estela tan nuestra, ese humor cervantino.
A raíz de todo eso surge y porque estoy muy interesado en cómo se funden cine y teatro, aunque a veces tienen problemas de relación. Pero yo no creo que deban tener problemas de relación, el cine es un hijo aventajado del teatro que en el siglo XX toma vida propia, aunque a veces se consideren que son dos fenómenos separados el uno del otro. Tanto en dramaturgias como en guiones hay esa sinergia en el tratamiento de diálogos, en el desarrollo de los personajes, en el uso de la elipsis y la economía expresiva. Fruto de todos estos movidones surge ‘Don Quijote somos todos’, una manera de dialogar, de replica contrarréplica que sea muy rápida, que trascienda el ritmo del teatro.
Volvamos a tu faceta audiovisual, ¿cuál ha sido el último trabajo en el que has participado?
‘Servir y proteger’, en TVE, como actor. Estoy muy ilusionado con la tele porque empecé mayor, mi carrera es incomparablemente más corta en la tele que en teatro, pero es que le pongo mucha ilusión y soy muy tozudo e insistente, persistente y cabezón, cuando quiero algo de veras no tengo prisa, y estoy acostumbrado a salirme con la mía. En este momento de mi carrera me gustaría mucho, y en ello estoy, espaciar un poco más el teatro y frecuentar un poco más los platós, que es una cosa que ahora, con 57 años, aunque me quedan muchos años buenos de carrera, siento que estoy en un momento muy bueno para reinventarme otra vez. Con esta pandemia esto nos está ocurriendo a todos, pero estoy muy ilusionado con eso, y rodeado de gente estupenda, que me quiere mucho y me están apoyando mogollón y ahí vamos a estar.
¿Cómo es trabajar en una serie diaria?
Encantador. He hecho dos series diarias, en ‘Servir y proteger’ he estado dos meses y en ‘Amar es para siempre’ estuve una temporada y estaba entonces haciendo teatro en Madrid. Yo descanso cuando trabajo, con ‘Servir y proteger’ estuve en diciembre y estaba haciendo ‘Don Quijote somos todos’, en Valencia y recuerdo el primer día de grabación en ‘Servir y proteger’, entraba en el primer turno de grabación del día, lo que significa que tenía que estar en maquillaje a las seis y media de la mañana. Me pasaban a buscar a las 5:45 horas del jueves. Pero yo estaba en Valencia haciendo teatro, la función empezaba a las ocho de la tarde y acababa a las nueve y media.
Me tuve que coger un coche de alquiler, algo de cena, y conducir pitando a Madrid; llegar, devolver el coche de alquiler, que parece una cosa sencillísima, pero que a las dos de la madrugada es una putada enorme; irme al hotel, dormir, pasar a buscarme, grabar hasta las dos y media de la tarde, ir a Atocha, coger un AVE y volver a Valencia para subir al escenario a las siete de la tarde. No digo esto como quien vive un vía crucis, no lo puedo decir, hubiera preferido que hubiera habido Aves por la noche, pero es que este oficio es así y me críe viendo como los grandes actores y actrices hacían un ‘Estudio 1’ que se pegaban diez horas grabando y luego se iban al teatro a dos funciones. Hay que currar.
«El gran producto que Aragón exporta es cultura y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí»
Has participado en otras series nacionales, ‘Los hombres de Paco’, ‘Cuéntame’, episódicos, ¿pero qué te han aportado esos papeles?
La necesidad de adaptarte enseguida a un equipo que funciona perfectamente, eso fue lo primero que aprendí en estos episódicos en que grabas un día y desapareces. Llegas a un ecosistema compuesto por ciento cincuenta millones de piezas que funcionan todas de puta madre y donde lo único que te exigen es hacer un ensayo con cámara y una toma. Siempre he pensado que una de las responsabilidades de los actores es, lo primero, no dar mal, lo segundo solucionar problemas y, lo tercero, adaptarse a los ritmos, a los estilos, a los modos de trabajar de cada equipo y ficción.
Ese trabajo era la única manera de hacer tele porque ahora en casa, en Aragón, parece que empieza a moverse algo, pero hace diez años no podía pensar en hacer nada aquí en tele. La única manera que he sabido ha sido esta, empezar de muy abajo, que sigo estando ahí, e ir haciendo cosas y que me sirva para progresar. Luego pienso que de alguna manera las cosas cuadran, porque luego surge la oportunidad de ‘El último show’, con un personaje que no era para mí, que no estaba escrito para mí, que no era la primera opción, ni la segunda, seguramente tampoco la tercera, pero que al final hubo casting, convencí a Alex (el director) de que era yo. Y sin todo lo de antes, y el background del teatro…
Te vimos en ‘El último show’ y en la película ‘Reset’, en la que participas en el corto de Nata Moreno, ¿qué piensas de esa apuesta de la tele por la ficción desde Aragón?
Qué os voy a decir, esto lo necesitábamos. Hay una cosa que me llena siempre de perplejidad y es que en Aragón, si echamos un vistazo a su historia y le decimos a cualquiera que nos diga cinco aragoneses ilustres, me juego el dinero que no tengo a que de los cinco nombres cuatro son de artistas. El gran producto que Aragón exporta es cultura, es arte, artistas, y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí, como las lombrices de los terrarios que hacen el hueco en la tierra para que eso se oxigene, la tierra no se compacte y acabe aplastando la raíz; pues eso es lo que ha pasado. Lo que hace falta es que esa trayectoria continúe.
Me hizo muchísima ilusión participar en ‘El último show’. La época dorada del audiovisual está por venir, todavía están los monstruos ahí, todavía lo nuevo no ha nacido del todo y todavía lo viejo no acaba de morir. Esta ciudad es un ecosistema muy complicado, pero tengo mucha ilusión por la gente joven, que algunos son los que nos están dando momentos de exaltación como ahora mismo Pilar Palomero, Javi Macipe, lo que está haciendo Paula Ortiz, no quiero reducirlo a ellos tres, pero es brutal, en una comunidad como esta. Yo trabajo mucho en Bilbao, que es una comunidad mucho más potente y con un concepto de lo propio mucho más desarrollado que el nuestro, un afán de intervenir y de proteger su fenómeno cultural que es indiscutible y que está plasmado en lo práctico, en la pasta, y mis colegas vascos me dicen: “pero por qué os queréis tan poco en Aragón si las cosas que vemos son de puta madre, pero no os queréis” y les digo que nos queremos mucho, pero que los que no nos quieren son los que podrían hacer esto más fácil, los políticos, los gestores, los funcionarios.
Además de teatro con ‘Don Quijote’, ¿dónde te podremos ver ahora?
Hay un proyecto muy bonito en el que llevo ya tres años con él, que es una versión de Macbeth de Shakespeare, he escrito una versión para cabaret y ese espectáculo debería haberse producido este año pasado en Madrid, pero por la pandemia no se pudo hacer, retrasamos el plan de producción y se va a hacer el año que viene. Estoy muerto de ilusión con ese trabajo porque llevo tres años peleando con él.
En lo audiovisual, como soy un poco supersticioso, me vais a permitir que me calle. En cada una de las facetas en las que estoy intentando desarrollarme tengo proyectos estupendos, estoy ahora acabando mi segundo libro de poesía y estoy escribiendo un proyecto de serie de televisión a medias con Alberto Andrés Lacasta.
Divertida, inteligente, fuerte, generosa, emotiva, paciente y libre. Estos, y otros muchos rasgos, transmite Luisa Gavasa a quien tiene la fortuna de pasar un rato junto a ella para conocer su historia y su trayectoria. Multipremiada, y bien merecidamente, lleva a Aragón y a su Zaragoza natal en el alma y expresa su amor hacia esta tierra siempre que puede.
Aunque estudió filología, siempre quiso ser actriz y desde muy joven comenzó a trabajar de manera profesional en un oficio que considera a veces “duro y cruel”, pero que es para ella el trabajo “más bello”, ya que le permite ser otras, sin dejar de ser ella misma.
Reivindica Aragón como tierra de cine y se felicita de que cada vez más mujeres lleven una cámara al hombro y pasen a realizar largos, cortos, series y documentales. “Ya era hora de que nos tomaran en serio”, recalca.
Vamos con el ‘Secuenciando a… Luisa Gavasa’.
Luisa, has recibido este año el Simón de Honor de la Academia del Cine Aragonés, ¿qué sientes al recibir este premio de tus compañeros?
Aunque parezca una redundancia, siento honor, que es una palabra muy bonita porque se usa poco, el honor, así que estoy muy agradecida. No es el primero que tengo, tengo dos, por actriz por las películas de Paula Ortiz, ‘De tu ventana a la mía’ y ‘La novia’, y siempre estoy recibiendo premios de mi ciudad y este es muy importante porque es el premio de la Academia aragonesa y es un honor.
No es el primer premio que recibes de la ACA ni la primera vez que te sientes reconocida en tu ciudad, también has sido pregonera y has podido sentir en otros momentos plenamente el cariño de los tuyos
Sí, yo creo que no hay una actriz aragonesa, y lo digo no desde la vanidad, sino desde la certeza, con más premios en Aragón, me han dado premios en todos los festivales de Aragón y yo creo que de las tres provincias, soy Hija Predilecta, que es otro honor, he sido pregonera y también he dado las campanadas, que ahora pienso que para darle la bienvenida a un año tan tremendo si lo se me quedo en mi casa, pero bueno en ese momento no podía prever la que se nos venía encima. Soy profeta en mi tierra, pero es verdad que ya no son los reconocimientos oficiales, que está muy bien, lo que me gusta es la calle y se cómo me tratan, cómo me quieren y cómo me regalan y me abrazan y eso no hay premio que lo equipare.
¿Cómo fue tu infancia y tu vida en Zaragoza?
La Luisa de la infancia era una niña profundamente feliz, vinculadísima a mi único hermano, vivíamos en una casa en el paseo de Echegaray, en una casa con entrada de carruajes, enorme, con un patio dentro donde jugábamos. Mi abuelo tenía un conserje que tenía un nieto y estábamos Joaquinito, mi hermano y yo, los tres que éramos como la pandilla. He sido una niña muy feliz, muy querida y muy deseada; primera hija, primera nieta, primera sobrina, en un entorno socioeconómico bueno, con lo cual afortunadamente no se lo que es privarme de no poder acceder a algo o no poder estudiar lo que quería.
La vida ha sido generosísima conmigo desde el minuto cero, desde que me da un lugar de nacimiento en el que hay una librería y una biblioteca donde puedo acceder a todo, nadie me dice este libro no se lee o tienes que hacer esto. Tuve un padre que venía de la República y que me enseñó a amar la paz y la justicia por encima de todas las cosas, una madre universitaria, culta y deportista que me enseñó a ser libre y a que una mujer era libre cuando se mantenía por ella misma, que me habló de amor y de sexo, de cuando un hijo se quiere tener y cuando no se quiere tener.
Todo ha sido una consecución, más la suerte añadida de vivir con unos abuelos, como mi hermano y yo éramos chico y chica, para mi abuela y mi madre mi hermano era el favorito y para mi padre y mi abuelo yo era el ojito derecho. Era una casa muy abierta, mis padres era gente que le gustaba que los amigos vinieran, en mi casa nunca se ha hecho distinción ni por sexualidad, ni por color, ni por nada. Todo el mundo era recibido y esos valores te marcan para toda la vida, te dan una seguridad y cuando dije que quería ser actriz y que la filología ahí la dejaba, ellos me dijeron que ahí estaban para apoyarme. Cuando tienes todo eso vas muy segura por la vida, yo lo he ido siempre, incluso en los momentos difíciles de no tener trabajo o de no tener dinero, que también me ha pasado, pero he ido siempre con esa seguridad de haber tenido esos padres-roca, siempre les doy las gracias.
¿Hasta qué edad viviste en Zaragoza y dónde fuiste luego?
Hasta los 23, me fui a Barcelona porque me salió trabajo como actriz profesional por primera vez en mi vida. Yo venía de la mano de Mariano Cariñena, que siempre lo nombraré porque me abrió la mano para el teatro, un ser maravilloso, que solamente los que hemos trabajado con él sabemos el honor de haberle conocido. Me fui a Barcelona a hacer teatro universitario, aprendí catalán, que es un idioma hermosísimo, y de ahí me fui a Madrid llorando porque yo no quería dejar el mar, pero tenía que ir a Castilla, aunque quería quedarme en esa Barcelona de los 70, que era Europa, mientras Madrid era un pueblo y Zaragoza entonces ya ni te digo, era provincia, la Academia General Militar y el Pilar, era entonces una ciudad muy reducida, con todos mis respetos a ambas cosas.
¿Estudiaste Filología?
La filología viene por mi amor a las letras, a las palabras y a los libros. De hecho, yo hubiera estudiado literatura pura, pero en ese momento mi hermano se iba a estudiar económicas a Valencia y podría haber preguntado, pero pensé que sería demasiado para mis padres los dos hijos que se van de golpe, y me quedé en Zaragoza. Trabajaba en radio, hacia teatro, y estudié filología inglesa, aunque empecé con hispánicas, pero era muy árida, y pasé a inglés. Solo doce acabamos la promoción y en el 74, que fue cuando terminé, me fui a vivir a Barcelona dos años, en el 76 ya estaba en Madrid.
Además, me matriculé en primero de Periodismo, pero en ese intervalo me fui a Barcelona, conocí a Ricard Salvat y a su familia, me ofreció trabajo como profesora de teatro y lo dejé. En todas partes pone que he estudiado periodismo y no es cierto; también se dice que fui a estudiar a Nueva York y tampoco es cierto, allí he ido de turista.
¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?, ¿cómo empieza tu carrera?
Por la puerta grande, siempre he tenido mucha suerte. Con Miguel Narros en el Teatro María Guerrero, un montaje precioso, después Marsillach con ‘Las arrecogías’, de ahí viene mi amistad con María Luisa Ponte, con Pilar Bardem, somos amigas desde entonces. Era entrar en un mundo que seguro que desconocen los chicos ahora de veinte años que se creen muy actores porque salen en una serie de éxito, que encuentras cada tontería por ahí, pero la vida se encarga de espabilarnos a todos. Concha Velasco era la protagonista y ahora cuando nos encontramos le digo “Conchita” y ella me dice “ay cariño, eres de las pocas que me llaman Conchita”, pero yo la conocí así con 26 años. Hacíamos doce funciones por semana, allí conocí también a Carmen Linares, que entonces era una chica que cantaba.
Marsillach hizo un montaje espectacular y yo salía todos los días tarde y noche a ver a María Luisa Ponte. ‘Las arrecogías’ era un beaterio donde estaban metidas prostitutas, políticas, monjas, y María Luisa Ponte hacía de una puta que se llamaba ‘Chirrina la de la cuesta’ y Marsillach había hecho una escenografía maravillosa, había un pilón y ahí estaban las presas y María Luisa y de pronto sonaba un tiro y se hacía un silencio y María Luisa pasaba de la comedia al drama en un plis plas y en todo un teatro lleno que estaba a carcajada se hacía un silencio y yo pensaba que tenía que aprender a hacer eso. Ella me preguntaba que qué hacía y yo le decía que aprender, porque así se aprende. De ahí nació una amistad que duró hasta que se murió.
Te hemos visto en muy distintos papeles, en todos los géneros, teatro, televisión y cine, ¿te sientes especialmente cómoda en algún género o formato?, ¿qué te aporta cada uno?
Es un tema de personaje, si el personaje es bueno me da igual que sea en televisión que en cine. Teatro ahora hago menos porque me están llamando más para audiovisual, pero yo creo que la clave es el personaje, a veces hay un secundario que tiene muchísimo más peso que un protagonista, que tiene más carne, que te deja huella. Yo tengo un armario donde hay ciertos personajes puestos.
Háblanos de algunos de esos personajes
Siempre sale la madre de ‘La novia’, es el personaje más duro de mi vida, el más difícil el rodaje, en el que más puse y el que más me ha dado; pero hay más. La Loreto de ‘Amar en tiempos revueltos’; la dama del mar de Ibsen; el teatro con Mariano Cariñena, en el que había una obra en la que tenía que salir a cantar con La Bullonera, pero ellos tenían exámenes y no vinieron, lo grabaron en un casete y como entonces era una inconsciente de 22 años, ahora no lo haría ni loca, plantada en medio del escenario cantaba a pelo con la música que salía del hilo musical.
Cuando uno elige una profesión, cuando eres muy jovencito no eres consciente de que es tu vida o va a ser tu vida, creo que elegir lo que tu amas por encima de todo, aunque te arriesgues porque este oficio es duro, es cruel y no siempre sale bien, pero al menos hay que intentarlo, porque para mi es el oficio más bello, ser otras sin dejar de ser tú. Yo he sido reina, puta, loca, monja, buena, mala, asesina, qué suerte que encima me pagan, me aplauden, me paran y me piden autógrafos. Es muy gratificante.
Mencionas el personaje de la madre en ‘La novia’ con el que ganaste un Goya…
Un Goya, un Feroz, el premio de la Unión de Actores, dos Simones… Me lo dijo Luis Alegre, que yo no lo sabía, que era la primera actriz española que se había llevado los cuarto premios de cine en la misma temporada.
¿Qué supuso ese año para ti?
Que el mundo del cine me abría la puerta y eso se lo debo a Paula Ortiz. Yo era una actriz que trabajaba, pero la puerta grande me la abre Paula con ‘La novia’ y de ahí paso a trabajar con Medem, con Garci, con Fesser, con Villaronga que ya habíamos trabajado.
¿Hay algún rodaje que recuerdes especialmente?
Por risas ‘Miau’ porque con Manuel Manquiña, Álvaro de Luna y José Luis Gil me lo pasé… bueno, bueno… Era la única chica, me llevaban en palmitas y nos lo pasábamos los cuatro… Y Manquiña está como las maracas, es uno de los seres más maravillosos que yo me he encontrado.
En ese rodaje me lo pasé muy bien y el que peor lo he pasado en mi vida fue ‘La novia’ porque se nos iba todo: tenía que llover, hacía calor; tenía que hacer calor, llovía; tenía que llover, hacía un aire de la leche; se cortó el rodaje en mitad de la película; se mató Alex Angulo; tuve una secuencia tremenda, que era ver a mi hijo muerto y como hubo que cortar el rodaje una parte estoy con el hijo muerto y en la otra estoy mirando una piedra y volver a retomar una situación emocional tan alta, después de un mes, con una piedra… ¡Cómo no me van a dar un Goya! Me lo gané (ríe).
Cuando Paula me mandó el guión me pidió que no lo leyera hasta que ella me dijera y yo lo tenía en la mesilla y me preguntaba ¿y no lo leíste?, y no, yo soy muy disciplinada y Paula me dijo que no leyera y ahí estaba hasta el día que me dijo que empezara a memorizar y así lo hice, memorizaba todo menos el final, cuando llega la novia con mi hijo, que era como si me pasaran una goma de borrar, no podía y pasando el texto me puse a llorar como una loca y decía “¡mi hijo, mi hijo!”. Me di cuenta de que ese personaje me sacaba el temor atávico que tenemos todas las madres sobre nuestros hijos, no hay nada más horroroso para una madre que la muerte de su hijo y cuando me di cuenta me pude aprender el texto. Fue asumir que lo que me producía el espanto de que a mi hijo Pablo le pasara algo y a partir de ahí pude aprenderme el texto.
¿Qué esperabas de este segundo trabajo de Paula?
Ya sabía que iba a hacer la madre, pero esperaba conseguir un sueño, porque Lorca es universal y la madre, es la madre, estamos hablando de literatura universal, de un arquetipo que todo el mundo se ha hecho una idea; todos teníamos mucho miedo, un sentimiento de responsabilidad y al mismo tiempo un concepto de equipo de sacar el trabajo hacia adelante y se sacó contra viento y marea. Nos dejamos la piel todos, la primera Paula, fue un rodaje duro; también nos reímos mucho; fue el último rodaje de mi queridísimo amigo Carlos Álvarez Novoa, que no pudo ni ver la película. Me ha pasado con dos, con Álvaro de Luna que no pudo ver ‘Miau’ y con Carlos Álvarez Novoa que no pudo ver ‘La novia’. Fue un palo, eran actores maravillosos, gente maravillosa.
Te vemos trabajar mucho en Aragón, después de haberte tenido que marchar a trabajar fuera en tu juventud, ¿qué sientes al poder volver y rodar en Aragón y en tu ciudad?
Es una gratificación porque estaba un poco harta de que hubiera ETB, con todos mis respetos, TV3, las del Sur, Canal Nou y que en Aragón no tuviéramos nunca una televisión que hiciera ficción. Por fin, es volver a casa, a los padres, al río, a las jotas, a todo lo que antes no me importaba y ahora me doy cuenta del peso tan profundo que tienen en mi memoria y en mi alma.
¿Sueles volver muchas veces al año a Zaragoza, no solo por motivos de trabajo?
Ahora menos, porque solo me quedan unos primos y una gran amiga, pero como me llaman para tantas cosas. En octubre vuelvo porque se presentan unas películas mías en la Filmoteca y vengo a presentarlas. Mi representante, Alberto Bongiorno, siempre me decía: “ya has oído Aragón TV, ya has perdido el culo” y yo le decía: “pues chico, sí” (ríe). Falleció hace unos meses y fue un palo muy grande, ha sido un compañero de vida profesional maravilloso, llevábamos casi 25 años y era el tío de mis nietos, el hermano, el confidente, el cómplice, el amigo y un ser maravilloso, que amaba la vida por encima de todas las cosas. Y en 26 días falleció por un tumor cerebral, le pude acompañar y recuerdo que siempre me tomaba el pelo con que perdía el culo si me llamaban de Aragón.
“Un corto, que no te van a pagar, pero claro, como es de Aragón te da igual”, me decía, y es verdad. Me llamaron hace poco para hacer un vídeo de turismo de Teruel, les dije que no pensaba cobrar en estos momentos en que está pasando lo que está pasando, que me negaba a cobrar, es un tema de solidaridad con mi tierra. Luego la vida siempre te devuelve, además, y me llamaron también para que leyese el texto en el acto de homenaje a las víctimas del Covid y fue un orgullo que me eligieran para ello. Amor con amor se paga.
Esta semana vuelvo a Zaragoza porque se proyecta en la Filmoteca, tras el Simón de Honor’, ‘La novia’, ‘De tu ventana a la mía’ y ‘Miau’ está organizado por la Academia del Cine Aragonés y son los días 14, 15 y 16 de octubre. También así daré la “tetadica” y con mi hijo vemos que al cruzar la frontera en Aragón nos vienen palabras que en Madrid ni se nos ocurren: chipiada, espesa, palabras que en Madrid no me salen habitualmente y las salmueras que en Zaragoza me apetecen.
¿Has actuado alguna vez en inglés?
Hice una prueba para una serie no hace mucho, estando aquí trabajando en ‘El último show’, que no salió, pero al menos me llamaron desde Hollywood para hacer un casting en inglés, creo que para una serie de Bayona. He trabajado en francés y he hecho teatro en catalán.
¿Cómo ves el panorama audiovisual aragonés en la actualidad?
Mal, pero mal porque estamos en un momento en que no se puede ver nada bien. El Covid ha paralizado todo, todos los proyectos que tenía este año se han ido, se han caído, se han pospuesto. Yo ahora tengo dos cosas, de apoyo a la Casa de la Mujer en Zaragoza contra la violencia de género, que está pospuesta, ruedo una película en noviembre en Barcelona. Teóricamente el panorama está bien, lo que no está bien son las circunstancias que rodean al panorama, se están dando cambios de guión para que la gente mantenga las distancias, es muy complicado. La que ha organizado este virus es muy gorda, el dinero que está costando en todos los campos. Hay gente que se ha arruinado, si ya tienes una profesión que solamente vivimos de ella el 9 por ciento, el resto sobrevive, viene una cosa de estas y hay gente que se ha arruinado, que no tiene ni para pagar el alquiler.
El audiovisual aragonés sí estaba viviendo un buen momento, con muchos proyectos y calidad…
Yo puedo hablar de lo que he hecho, que fue ‘El último show’, una realización por parte de Alex (Rodrigo) y del equipo de plató extraordinaria, el tema de arte, maquillaje, peluquería, muy bien. Nada que envidiar a lo que se hace en Madrid. Aragón es tierra de cine y una cosa que me gusta mucho es que cada vez hay más mujeres con una cámara al hombro y realizando; ya no solamente las chicas son maquillaje y peluquería; ya era hora de que se nos tomara en serio.
Desde hace nueve años, el audiovisual aragonés tiene una cita ineludible para reconocer los trabajos de los profesionales del sector: los Premios Simón que organiza la Academia del Cine Aragonés (ACA). Sabemos de sobra que nuestros creadores tienen talento a raudales y que son muy guerreros, así que este año el coronavirus no va a impedir que celebren su gran fiesta anual para distinguir la calidad de un arte con denominación de origen propia en Aragón.
El cine hay que vivirlo, sentirlo y celebrarlo como la parte esencial de nuestras vidas que es. “Esto del COVID ha demostrado la importancia de la cultura en nuestras vidas, sin ella no se vive igual y aunque ha sido el patito feo para los gobiernos, cuando pasan cosas como esta pandemia vemos lo importante que es ver una obra de teatro, una película, asistir al cine”, subraya el presidente de la ACA, Jesús Marco.
La gala del cine aragonés debía haberse celebrado el pasado 23 de mayo, en pleno confinamiento, y tuvo que suspenderse. “Pensamos en realizar una entrega virtual de premios, pero eso no era lo ideal, preferimos esperar”, detalla a Secuenciadas.
Como buenos aragoneses, cabezonería a tope y en el buen sentido, este próximo 20 de septiembre la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza acogerá a las 20:00 horas una ceremonia “totalmente condicionada por el protocolo para prevenir el COVID”, con un aforo reducido al 35 por ciento, la prohibición de realizar fotos de grupo, de instalar el photocall en el interior, la obligatoriedad de llevar mascarilla, de desinfectar y mantener las distancias. “Será una gala muy rara y atípica”, reconoce, pero lo importante es que se llevará a cabo.
La dirección artística correrá a cargo de la propia Academia, presentará el periodista Alejandro Aísa, quien también ha realizado el guión, y dirigirá la ceremonia Raúl Ortega. El equipo tendrá el reto de cumplir con el tiempo límite que se ha fijado en hora y media, por lo que ha sido necesario “recortar muchísimas cosas para que sea más ligera”. “No será una súper gala, pero la intención es que los nominados y los premiados reciban sus premios y se reconozca su trabajo y mérito”.
Como sorpresa, se han programado dos actuaciones musicales que serán top secret hasta ese mismo día. Y la ceremonia se emitirá en directo en Aragón Cultura desde las 20:00 horas y en diferido en Aragón Televisión.
ACTOS PREVIOS
Como actos previos, el pasado julio pudimos disfrutar de talento aragonés al aire libre con la proyección de los dos únicos largometrajes de ficción nominados este año ‘Planeta 5000’ y ‘Ojos negros’una re conversión de la Filmoteca de Zaragoza que abrió sus puertas para trasladarse a la plaza del Centro de Historias de la ciudad.
Este mismo miércoles ha continuado este ciclo, ya en la sede original de la Filmoteca de Zaragoza, con entrada libre, pero aforo limitado, con los documentales nominados a los premios este año, ‘Esta no soy yo. Autorretrato de una anoréxica’, de Mónica Callejo, y ‘Los cielos españoles’, de Isabel Soria y José Manuel Herraiz; mientras que el jueves 10 el público ha disfrutado de ‘Auterretrato’, el largometraje documental de Gaizka Urresti.
Las secuenciadas nos quedamos perplejas con las palabras de Mónica Callejo y su docu más personal ‘ ‘Esta no soy yo. Autorretrato de una anoréxica‘. Foto Comunicación ACA
Las sesiones continuarán el miércoles 16, con el largo ‘Zaragoza vil’, de Antonio Tausiet; el día 18, con los cortometrajes nominados a los Simón: ‘Cardelinas’, de Tomás Generelo, ‘Gastos incluidos’, de Javier Macipe, ‘Intimidad’, de Alfonso Desentre, ‘Leonardo muere’, de José Luis Galar, y ‘Ofra & Khalil’, de José Alberto Andrés Lacasta. Por último, el sábado 19 se proyectará el largo documental ‘The rise of the synths’, de Iván Castell. ¡No tenéis excusa para no disfrutar de todos ellos!
Además, este sábado, día 12, la Academia ha organizado un acto al aire libre para proceder a la entrega de diplomas acreditativos de las nominaciones a todos los nominados de esta novena edición de los premios. “Ha sido un acto más íntimo, para pasar un rato agradable con todos ellos como antesala de los Simón”, indica Marco. Este acto ha contado con Jorge Aparicio como presentador y se ha entregado también una estatuilla de la ACA a José Ángel Delgado, anterior presidente, Antonio Tausiet y Jesús Aparicio en reconocimiento a sus años de dedicación a la Academia y a su trabajo en anteriores ediciones de los premios Simón.
Foto de final de carrera de varios de los nominados a los Premios Simón 2020 que han asistido a la recogida de diplomas. Foto Comunicación ACA
LUISA, WE LOVE YOU
La Academia del Cine Aragonés rendirá homenaje en esta edición a la actriz Luisa Gavasa, a quien nosotras concederíamos más Simones, Goyas, la tira de Oscars… y, tras su aparición en la serie ‘El último show’, otra cita con Armando del Río a ver si solucionan lo suyo. “Luisa está encantandísima y muy emocionada”, asegura el dire de la ACA, porque ya se sabe que lo que más puede llenar a un profesional es sentir el reconocimiento y el cariño de su tierra.
“Desde que ganó el Goya (mejor interpretación femenina de reparto en 2016 por ‘La novia’, de la también aragonesa Paula Ortiz) no ha parado de recibir homenajes y de trabajar aún más” y en la ACA están “encantadísimos” de dedicarle esta distinción. “Queremos que su protagonismo en la gala sea absoluto”, subraya. La actriz acudirá a Zaragoza para recibir los aplausos de sus compañeros y abanderar esta cita con el audiovisual aragonés.
La actriz Luisa Gavasa cuando le comunicaron la noti de su Simón de Honor este año.
CALIDAD CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN
De nuevo los Simón se proponen reivindicar que en Aragón “se hace cine de primera calidad”, algo que está quedando demostrado estas mismas semanas con la película ‘Las niñas’. La zaragozana Pilar Palomero triunfó en Málaga y ahora en los cines, recuerda Marco. “Tenemos una denominación de origen de calidad en el cine aragonés, los profesionales que se forman aquí no tienen nada que envidiar a otros y, además, en los últimos años las abanderadas del cine aragonés están siendo mujeres y eso nos llena de más orgullo todavía”, resalta, para mencionar los trabajos de Paula Ortiz, Pila Palomero, Luisa Gavasa, Nata Moreno, la labor de la guionista Isabel Peña o Carla Pérez de Albéniz que ganó un Goya este mismo año como directora de producción de la película ‘Mientras dure la guerra’, de Alejandro Amenábar y que también está nominada en nuestros premios este año.
En los propios nominados a los Simón se demuestra cada año “que los trabajos que se presentan son de mayor calidad y profesionales”, manifiesta, si bien advierte de que para la próxima edición sobrevuela la incógnita de cuántos largos, cortos y docus podrán competir si el COVID sigue afectando a los estrenos este año, dado que muchos proyectos se han tenido que suspender o retrasar.
CANTERA Y TALENTO INNATO
Mientras que hace algunos años para hablar del cine aragonés “siempre había que remontarse a Segundo de Chomón, Luis Buñuel o Carlos Saura, ahora ya tenemos una cantera de gente joven que es una realidad en el cine español y de la que estamos orgullosos”.
Este despertar y la época de oro que vive el audiovisual aragonés responde, en su opinión, a tres factores: el apoyo de las instituciones, la labor de los centros de formación públicos y privados y, especialmente, “al talento innato de nuestros profesionales” que han permitido que el nombre de Aragón en el cine nacional resuene cada día con más fuerza.
También esta comunidad tiene un gran potencial como escenario de rodajes. “Pocos sitios en España pueden presumir de que se puede hacer cualquier cosa en cualquier paisaje, tenemos montañas, desiertos, ciudades grandes, pequeños pueblos, se puede recrear cualquier ambiente y ese es un gran valor aún poco explotado”, considera, para agregar que a la labor de la Aragón Film Commission, “a la que la ACA siempre ha apoyado”, aún le queda “camino” para mejorar en este sentido.
Con música de banda sonora de película de fondo, porque para hablar del séptimo arte, como os decíamos, hay que vivirlo a tope, ya estamos living esperando que llegue el día 20 para celebrar la fiesta del cine aragonés.