“El cine tiene que ser dos cosas: primero, que no sea aburrido y segundo, que sea divertido”. Esta frase del Simón de Honor 2021, el cineasta Pedro Aguaviva, encarna a la perfección al mundo del audiovisual y la décima gala de los premios Simón, que la Academia del Cine Aragonés celebró el sábado, 26 de junio, en la localidad turolense de Andorra.
El premio Simón en manos de uno de los premiados de la noche. ¿Quién será?… Foto: Josian Pastor
Pero, ¿cómo podríamos describir mejor lo que ocurrió antes y durante la ceremonia? El encargado de hacerlo, en su intervención en la gala, fue el propio alcalde de Andorra, Antonio Amador, quien poco antes de entregar el galardón a la mejor película aragonesa del año aseguró que el cine había hecho todo un homenaje al pueblo ese día al ofrecerle una muestra “de todos los géneros posibles”.
Sábado 26 de junio. Lugar previsto de celebración de la gala: exteriores de la Ermita de San Macario. Comienza a llover, y con ganas además. La previsión es que pare, pero aquello arrecia y convierte “la típica película de ilusión, familiar, de qué chulo ha quedado” todo el escenario de la gala montado, en un “thriller, pero de los chungos”. Seguía lloviendo y la cosa adquiría tintes de drama, pero la Academia no iba a dejar que cuatro gotas, rayos, truenos y algo de barro arruinaran la fiesta del cine aragonés.
Así que lo que habían preparado durante meses para su desarrollo en la ermita, se organizó de nuevo en unas horas en la Casa de Cultura, un espacio de dimensiones mucho más reducidas, pero que permitió ese final feliz que tanto nos gusta en las pelis. “No ha sido en el sitio que se pensaba, pero ha quedado apañadico”, subrayó el alcalde, y tenemos que darle la razón, porque en un tiempo récord se levantó una gala igualmente emotiva y espectacular.
Al ritmo del agente 007 salió al escenario el presidente de la ACA, Jesús Marco, quien aseguró que jamás olvidará a San Macario y la animada tarde que les había dado. Reivindicó la labor de la Academia en Aragón y pidió a las instituciones que crean en estos profesionales, para dar paso a la embajadora de los Simón 2021, la actriz Miriam Díaz Aroca, que llegó bailando y haciendo bailar al presi.
Miriam Díaz Aroca, divertidísima durante toda la gala, se parte la caja con estos premios aragoneses. Foto Josian Pastor
VALIENTES
“Somos una raza de valientes, gente resolutiva, siempre con alegría”, manifestó la artista sobre los profesionales del sector, defendiendo que el mejor premio “es seguir trabajando y que seamos visibles a pesar de la edad”. “Los cincuenter y sesenter tenemos un potencial maravilloso que dar en el cine; los veteranos tenemos tanto que decir y una vivencia inmensa para dar vida a personajes maravillosos”, remarcó. Elogió también la capacidad de la Academia aragonesa para reorganizar la ceremonia, observando que “si esto pasa en Hollywood o en los Goya, aplazan la gala”, y abandonó el escenario de nuevo bailando, reconociendo estar “feliz” por ser embajadora del evento y por representar “una profesión que es maravillosa, a pesar de la incertidumbre».
La presentado, Ana Roche, animó la gala con sus intervenciones entre premio y premio, con guion de Roberto Malo y Daniel Tejero. Foto Josian Pastor
Entre los momentazos de la gala, además de la gran labor de la presentadora, la actriz Ana Roche, hubo apariciones estelares, como las de las actrices María José Moreno y Luisa Gavasa, divertidísimas sobre el escenario. Ambas recordaron a quienes no habían podido asistir al evento por los cambios de última hora causados por el tiempo, y que obligaron a reducir aforos, y felicitaron a la ACA por su capacidad de respuesta. Presentaron el premio a mejor dirección y aprovecharon la ocasión para bromear porque “¿qué pasa si no entiendes al director, si no sabes lo que te quiere decir o eres un error de casting?”, planteó entre risas María José Moreno.
La actriz María José Moreno atendiendo la charrada de su compi Luisa Gavasa.Foto Josian Pastor
Igual de enérgico y eufórico se mostró el actor y productor Jaime García Machín, que recogió el premio a mejor cortometraje para ‘En racha’, de Ignacio Estaregui, y el de mejor actor, para su compañero Saúl Blasco, por este mismo trabajo. Muy emocionada logró Andrea Fandos su Simón a mejor actriz por ‘Las niñas’, dedicando el premio a la directora Pilar Palomero, a sus compañeras de reparto y a su familia; mismas sensaciones que tuvo Germán Roda, director de ‘Marcelino, el mejor payaso del mundo’, docu con el que ganó tres galardones que quiso dedicar al productor, y su amigo, Jaime Fontán, recientemente fallecido, y a su hermana y compañera de oficio, Patricia.
Nosotras le daríamos el premio a mejor discurso a la actriz polifacética Ana Esteban, voz en off de la gala y que se marcó un speech digno de Pedro Almodóvar en los Oscars al recoger su Simón a mejor dirección de producción por ‘La mujer que soñaba con números’, de Mirella R. Abrisqueta. Ana, emocionada, ¡no se dejó a nadie en los agradecimientos! Y mención especial, también, para el equipo del corto ‘Souvenir’, animando la gala con sus vítores y su alegría.
Ana Esteban, ganadora de la mejor dirección de producción, viniéndose muy arriba con el Simón en la mano. ¡Viva el rock and roll! Foto Josian Pastor
‘LAS NIÑAS’ Y SUS SIMONES
‘Las niñas’ fueron las grandes triunfadoras de la noche, con seis ‘Simones’ y su directora, Pilar Palomero, no dejó pasar la oportunidad de agradecer a sus padres el apoyo que siempre le han dado en “esta aventura de hacer cine”. “Mi padre es ingeniero agrónomo, mi madre venía de la física, profesora de matemáticas, y el cine me quedaba muy lejos”, pero en su camino se cruzó también el cineasta Bigas Luna, “por quien seguramente terminé haciendo cine y que nos inició y marcó (con el taller que el director impartía) a muchos de los que estamos aquí”, indicó.
Afirmó sentirse “muy feliz” de haber podido crear una película en Aragón, en Zaragoza, con la mayor parte del equipo de esta tierra y mencionó a todo el equipo y las personas que ayudaron en el rodaje.
La productora, Valérie Delpierre (Inicia Films), que la acompañó para recoger el galardón a mejor película, recordó también al productor de Aragón TV, Jaime Fontán, y el apoyo que prestaron a este proyecto instituciones como la Film Commission o el Ayuntamiento de Zaragoza, “que nos abrió las puertas y las calles”, los zaragozanos y las personas que se presentaron al casting. “Encontramos perlas, pero hay una cantera de actores y actrices maravillosos en Aragón”, dijo.
Valérie Delpierre y Pilar Palomero, recogiendo el Simón a mejor largometraje por ‘Las niñas’. ¡Ya han perdido la cuenta de los premios que llevan!Foto Josian Pastor
Los tambores de los nueve pueblos que conforman la Ruta del Tambor y el Bombo del Bajo Aragón resonaron en la sala para recordar en el homenaje in memoriam al compositor Antón García Abril y al productor Jaime Fontán, fallecidos este año.
Y en esta gala, llena de emociones, el Simón de Honor 2021, Pedro Aguaviva, expresó su agradecimiento a la Academia a través de un videomensaje en el que manifestó que recibir este reconocimiento es “una de las cosas más estimulantes que me pueden suceder en la vida”. El cine es un trabajo que apasiona, “nuestra vida es un arrebato creador y eso no tiene precio”, indicó, asegurando: “yo no me retiraré de la vida nunca, aquí hemos venido a hacer cosas y hay que morir con las botas puestas”.
La Ruta del Tambor y el Bombo del Bajo Aragón hizo aparición al final de la gala, emocionando al público con sus golpes y resonando en Andorra entera. Foto Josian Pastor
PALMARÉS
La décima edición de los Simón fue una gala de matrícula de honor, de lucha contra los elementos para celebrar un año más con el sector el momento que vive el cine aragonés. Y, como en todas las ceremonias de premios, aquí vamos con el palmarés de 2021:
‘Las niñas’de Pilar Palomero – Seis premios ⭐⭐⭐⭐⭐⭐
Mejor Largometraje Mejor Dirección a Pilar Palomero Mejor Actriz a Andrea Fandos Mejor Guion a Pilar Palomero Mejor Banda Sonora Original a Carlos Naya Mejor Vestuario a Arantxa Ezquerro
El actor zaragozano José Luis Esteban se define a sí mismo como un vehículo diésel, que ha ido cogiendo velocidad de crucero en su carrera profesional y está en continua reinvención, un “culo de mal asiento” que mantiene intacta su pasión por aprender.
Nosotras lo vemos como un fórmula 1, en el que todas las piezas encajan como un reloj para cumplir con sus metas. Tenaz, persistente, apasionado. Actor, dramaturgo y poeta, pero por encima de todo actor, de larga trayectoria en teatro y, después, en televisión y cine. Entre sus últimos trabajos en el audiovisual, sus apariciones en las series ‘Servir y proteger’, de TVE, y ‘El último show’, de Aragón TV.
Charlamos con él sobre los inicios de su carrera, sobre la necesidad de entender el mundo para explicarlo en los escenarios o en las letras de sus textos. Admirador de Berlanga y orgulloso vecino, en su juventud, del barrio de San José de Zaragoza, os invitamos a conocer a José Luis Esteban en este ‘Secuenciando a’.
¿Qué te llevó a ser actor?
Surgió en el último curso de Bachillerato, en el instituto, convocaron un taller de teatro, un profesor de francés, para montar ‘La cantante calva’, una obra de Eugène Ionesco. Jamás había pensado en el teatro ni remotamente, me parecía una de esas cosas absurdas en el mundo, que existían no se sabía muy bien por qué. Pero entonces, haciendo el taller en el instituto, me subí al escenario y ahí hubo un click brutal, porque yo era un crío muy tímido, con muchos problemas para entablar una relación cordial con el mundo, con mis compañeros y conmigo mismo y, de repente, el escenario era un lugar en el que yo me sentía libre. Y encima sentía que con lo que hacía la gente se lo pasaba bien; el escenario contribuyó a mejorar mi autoestima y entonces ya no me bajé nunca más.
A partir de ahí montamos un grupo aficionado de teatro, fuimos por los pueblos, en los años 80, íbamos en tren o en autobús, con la maleta al hombro, nos pagaban lo que nos pagasen, ni me acuerdo. Luego me puse a estudiar Filología enseguida, la literatura me salvó la vida, y me matriculé en la escuela de teatro y con 22 años me monté una compañía de teatro con colegas. Y pasamos directamente de que nos gustara mucho el teatro a deber un huevo de pasta, y allí empezó la cosa.
¿En ese momento comienza tu carrera profesional?
Sí, estando en la escuela de teatro, en primero, hay una compañía, el Teatro de la Ribera, que buscaba gente para un espectáculo y me hacen el primer casting de mi vida y, sorprendentemente, me cogen. Ese fue el verano del 85, mi primera gira cobrando dinero, 3.000 pesetas por función. Me quedaba afónico después de estar cantando en la furgoneta, después de seis horas seguidas de viaje, todas las canciones que sabíamos porque aquello era una fiesta.
Si no fueras actor, ¿dónde te encontraríamos actualmente?
En la universidad, dando clase. Al acabar la carrera, acabé a la vez Filología y la escuela de teatro, enseguida montamos la compañía, pero simultáneamente hubo un concurso público en la Facultad de Educación, me presenté, me lo dieron y estuve trabajando tres años en la universidad, dando clase. Salí espantado, porque el escenario era una competencia muy dura, pero estuvo bien y me permitió ganar dinero en un momento raro de mi vida, en que era todavía muy jovencito.
«El oficio ha sido muy generoso conmigo»
Empezaste en el teatro, pero ¿cómo diste el salto a la tele?
La tele vino muchísimo, muchísimo después. De hecho, todos los días me levanto, abro los ojos y pienso “gracias azar, cosmos, Paulo Coelho”, porque he hecho muchas cosas que no imaginaba ni en mis mejores sueños. En ese sentido, el oficio ha sido muy guay, muy generoso conmigo.
Empecé a hacer televisión en serio en el año 2004, hace cuatro días en comparación con los años que llevo en el oficio y fue porque fui a Madrid a trabajar, con un montaje del Centro de Arte Dramático de Aragón, que se titulaba ‘Misiles melódicos’, estuvimos en el Teatro Español de Madrid y entonces yo dije: “esta es mi oportunidad”. Venía de hacer una serie de trabajos muy buenos con el Centro de Arte Dramático de Aragón, Ricardo III, que había tenido mucha repercusión, me habían dado un par de premios de interpretación y sentía algo que nunca había sentido, que estaba en una situación distinta y que necesitaba dar un paso más allá. Así encontré mi primera representante, empecé a hacer mis primeros episódicos, teniendo en cuenta que yo no había hecho nunca tele, lo que quiere decir que lo hacía muy mal, era muy distinto, sobre todo la manera de trabajar.
Aunque los fundamentos son los mismos, cuando te has educado en un ecosistema donde lo único que existe es determinada manera de hacer el teatro, que no digo que sea buena, además, descubrí que tenía que desaprender todo lo que había aprendido y cuando llegué y me puse delante de una cámara me di cuenta de que tenía que volver a desaprender todo lo que había aprendido después de desaprender por primera vez. Veo, aunque no los veo nunca, mis primeros trabajos en ‘Siete vidas’, en ‘Matrimonio con hijos’ y pienso: “eras un pringadillo, chiquillo, no sabías de qué iba el oficio realmente”. En ese sentido creo que mi carrera es como yo, un poco diesel. Luego la aparición del cine fue ya el summum porque adoro el cine. Y todo nos lleva al ahora, un momento de una ilusión tremenda porque veo que tantos años de oficio me ponen en situación de aprender de verdad.
¿Cómo fue el aterrizaje en el cine?
En cine he hecho papeles secundarios, media docena de películas, he hecho muy poco cine en realidad. Con el primero que hice cine, aunque fue un mediometraje, fue con mi amigo José Miguel Iranzo, que falleció el verano pasado. Él rodó en 1996 un mediometraje en 16mm, titulado ‘Tempora y Violeta’, que fue un hito en el audiovisual aragonés porque era la primera vez que un realizador de aquí se metía en un pollo como aquel. A mi amigo Iranzo le debo que fue el primero que confió en mí para algo que no fuera teatro. Luego fue Paula (Ortiz), en ‘De tu ventana a la mía’ (2011) me hizo un pequeño regalo que luego por cosas de montaje quedó muy disminuido, pero yo siempre se lo he agradecido muchísimo a Paula.
Luego vino la película que más me ha dado, no por el trabajo en sí mismo sino por lo que supuso, que fue ‘Altamira’ (2016), por el hecho de trabajar en inglés, con un grupo de actores ingleses a quienes admiro mogollón y allí había tres o cuatro de los que a mi me molan mogollón, Rupert Everett, Henry Goodman, Antonio Banderas que es un tipo genial, y eso me dio un plus de confianza, porque ya el casting lo hice en inglés con Hugh Hudson. Nunca pierdo de vista de dónde vengo, dónde empecé y yo empecé prácticamente en los carromatos, en las eras, en los campos, y este tipo de oportunidades me han dado un corpus, un bagaje que para mi es muy valioso y un empuje muy grande para seguir trabajando.
Después hice ‘La higuera de los bastardos’ (2017), con Ana Murugarren, que fue también una cosa de estas extrañísimas porque a Ana, que es una de las personas más punkis que he conocido en mi vida, yo no la conocía de nada. Fui a trabajar a Bilbao, a una cosa de teatro a casa de Ramón Barea, que es mi maestro, y me llaman y me dicen que había una directora que me había visto en una foto en Facebook y que me quería para su próxima película porque necesitaba mi careto. Pues vamos para allá y allí fuimos a grabar ‘La higuera de los bastardos’ que fue otra escuela, con un rodaje durísimo, que nunca había hecho, de noche prácticamente entero, con el tiempo vasco, frío, lluvia, unas condiciones durísimas, haciendo un personaje que era un secundario, pero con presencia. Y trabajar con Karra Elejalde que es una escuela en sí mismo, un tipo fascinante. Fue muy grato, y ahí andamos.
Has hecho cine, teatro, tele, eres poeta, dramaturgo, ¿qué te aporta cada una de esas facetas?
Entender el mundo, entender lo que pasa, intentar explicarlo, ese es mi oficio como actor. Yo siempre digo que soy un actor que escribe, que publica libros de vez en cuando, que de vez en cuando da una clase de hablar en público, pero siempre es el actor el que está detrás y un actor que necesita entender, aunque todo sea incomprensible, pero necesito entender algo para poderlo contar después en el escenario. Porque además pienso que estamos en un momento flipante a nivel cósmico, terrenal, cultural, artístico, teatral, es un momento flipante.
Hay una frase de Antonio Gramsci, que era un pensador marxista italiano, que decía: cuando lo viejo todavía no se ha muerto del todo y lo nuevo todavía no ha terminado de nacer del todo, en ese periodo incierto es donde surgen los monstruos y yo creo que estamos en un momento de esos. Los antiguos paradigmas, a todos los niveles, están en cuestión, hay una nueva realidad y explicación de la realidad, un nuevo humanismo, hay un cambio brutal y el cine, el teatro, la novela, la literatura, la moda, todo tiene que explicar eso que está pasando, contarlo.
«En estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesía en el escenario»
Además de la pasión por el teatro, conocemos tu pasión por escribir
Esa pasión llegó más tarde, son cosas que han ido surgiendo con el tiempo. No pude escribir nada hasta que no me compré mi primer ordenador. Y se podrá pensar: “pues vaya pijada”, pues es que es verdad. En el año 2000 me compré mi primer ordenador y empecé a escribir. ¿Por qué? No lo se. Buñuel decía que somos básicamente un 80 por ciento de química y un 20 por ciento de misterio, pero lo que realmente detona las cosas es el misterio y eso me ha pasado, se han ido detonando pequeñas cosas ahí.
¿Empezaste a escribir obras teatrales o poesía?
Empecé haciendo una obra de teatro, escribiendo teatro. Soy culo de mal asiento, me gusta trabajar, pero siempre me ha costado permanecer en un sitio mucho tiempo, periódicamente necesito conocer gente distinta, modos de trabajar distintos, visiones distintas, puntos de vista diferentes, necesito salir de mi zona de confort casi constantemente porque es lo que me mantiene vivo, en forma, alerta.
¿Y cómo empezaste en la poesía?
El actor una vez hubo un momento en que descubrió la poesía, una cosa que no me interesaba nada en absoluto, como a otros jóvenes, pero en un momento de mi vida determinado cae en mis manos un libro de Allen Ginsberg, que se titula ‘Aullido’, y me pega una patada en la frente tan descomunal que me doy cuenta de que no puedo seguir viviendo si no hago eso en un escenario, no se cómo ni con quién, pero tenía que hacerlo ya. Entonces me junté con un músico amigo, José Javier Gracia, un maravilloso guitarrista de rock, él con su guitarra eléctrica y yo con el libreto de ‘Aullidos’. Nos emborrachamos juntos una noche pensando en lo que íbamos a hacer y a la mañana siguiente pasó algo mágico, y es que realmente nos juntamos, con una resaca del siete, pero los dos acudimos a la cita que teníamos y creamos ‘Territorio beat’.
Y la poesía empieza a formar parte de mi actividad de manera constante, porque funciona de puta madre en el escenario, porque la poesía tiene un poder escénico que es algo que fue para mí completamente inesperado, pero en lo que me volqué y en estos últimos veinte años mi gran proyecto personal ha sido la poesíaen el escenario, que me ha permitido conocer a mogollón de músicos, trabajar con ellos, descubrir la relación maravillosa que hay entre la palabra, la música, el gesto, el movimiento, la cámara, porque hemos hecho experimentos con televisión y seguimos, me flipa.
Empecé a leer la poesía que me gusta a mí, no con la que nos han torturado durante años en el colegio y nos han hecho que nos alejemos de la poesía, sino la poesía que se está haciendo ahora, la mayoría de mujeres, que escriben una poesía que es la rehostia. Pero hay versos que no he leído y esos modestos versos que no he leído los tengo que escribir yo y por eso publiqué ‘Big Bang’ hace año y medio.
En ‘Don Quijote somos todos’, con Teatro del Temple, además de interpretar un papel en la obra, con la que estás nominado en el Teatro Rojas de Toledo, eres autor del texto. ¿Cómo te enfrentas a esa escritura? Pones a Don Quijote a solucionar la despoblación
Para empezar a escribir siempre me hago preguntas, en este caso una pregunta: en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. ¿Por qué, qué pasa en ese pueblo, por qué no te quieres acordar, dónde está, quiénes son, quiénes quedan hoy en día? Y de la respuesta a esa pregunta surge todo el texto. Yo estaba leyendo, además, ‘La España vacía’, de Sergio del Molino, que me había flipado, y eso sumado a la influencia de Berlanga, Azcona y Cuerda. No les conocí personalmente, pero es como si estuvieran muy cerquita de mí y no me explico por qué no han dejado más huella, por qué nadie sigue esa estela tan nuestra, ese humor cervantino.
A raíz de todo eso surge y porque estoy muy interesado en cómo se funden cine y teatro, aunque a veces tienen problemas de relación. Pero yo no creo que deban tener problemas de relación, el cine es un hijo aventajado del teatro que en el siglo XX toma vida propia, aunque a veces se consideren que son dos fenómenos separados el uno del otro. Tanto en dramaturgias como en guiones hay esa sinergia en el tratamiento de diálogos, en el desarrollo de los personajes, en el uso de la elipsis y la economía expresiva. Fruto de todos estos movidones surge ‘Don Quijote somos todos’, una manera de dialogar, de replica contrarréplica que sea muy rápida, que trascienda el ritmo del teatro.
Volvamos a tu faceta audiovisual, ¿cuál ha sido el último trabajo en el que has participado?
‘Servir y proteger’, en TVE, como actor. Estoy muy ilusionado con la tele porque empecé mayor, mi carrera es incomparablemente más corta en la tele que en teatro, pero es que le pongo mucha ilusión y soy muy tozudo e insistente, persistente y cabezón, cuando quiero algo de veras no tengo prisa, y estoy acostumbrado a salirme con la mía. En este momento de mi carrera me gustaría mucho, y en ello estoy, espaciar un poco más el teatro y frecuentar un poco más los platós, que es una cosa que ahora, con 57 años, aunque me quedan muchos años buenos de carrera, siento que estoy en un momento muy bueno para reinventarme otra vez. Con esta pandemia esto nos está ocurriendo a todos, pero estoy muy ilusionado con eso, y rodeado de gente estupenda, que me quiere mucho y me están apoyando mogollón y ahí vamos a estar.
¿Cómo es trabajar en una serie diaria?
Encantador. He hecho dos series diarias, en ‘Servir y proteger’ he estado dos meses y en ‘Amar es para siempre’ estuve una temporada y estaba entonces haciendo teatro en Madrid. Yo descanso cuando trabajo, con ‘Servir y proteger’ estuve en diciembre y estaba haciendo ‘Don Quijote somos todos’, en Valencia y recuerdo el primer día de grabación en ‘Servir y proteger’, entraba en el primer turno de grabación del día, lo que significa que tenía que estar en maquillaje a las seis y media de la mañana. Me pasaban a buscar a las 5:45 horas del jueves. Pero yo estaba en Valencia haciendo teatro, la función empezaba a las ocho de la tarde y acababa a las nueve y media.
Me tuve que coger un coche de alquiler, algo de cena, y conducir pitando a Madrid; llegar, devolver el coche de alquiler, que parece una cosa sencillísima, pero que a las dos de la madrugada es una putada enorme; irme al hotel, dormir, pasar a buscarme, grabar hasta las dos y media de la tarde, ir a Atocha, coger un AVE y volver a Valencia para subir al escenario a las siete de la tarde. No digo esto como quien vive un vía crucis, no lo puedo decir, hubiera preferido que hubiera habido Aves por la noche, pero es que este oficio es así y me críe viendo como los grandes actores y actrices hacían un ‘Estudio 1’ que se pegaban diez horas grabando y luego se iban al teatro a dos funciones. Hay que currar.
«El gran producto que Aragón exporta es cultura y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí»
Has participado en otras series nacionales, ‘Los hombres de Paco’, ‘Cuéntame’, episódicos, ¿pero qué te han aportado esos papeles?
La necesidad de adaptarte enseguida a un equipo que funciona perfectamente, eso fue lo primero que aprendí en estos episódicos en que grabas un día y desapareces. Llegas a un ecosistema compuesto por ciento cincuenta millones de piezas que funcionan todas de puta madre y donde lo único que te exigen es hacer un ensayo con cámara y una toma. Siempre he pensado que una de las responsabilidades de los actores es, lo primero, no dar mal, lo segundo solucionar problemas y, lo tercero, adaptarse a los ritmos, a los estilos, a los modos de trabajar de cada equipo y ficción.
Ese trabajo era la única manera de hacer tele porque ahora en casa, en Aragón, parece que empieza a moverse algo, pero hace diez años no podía pensar en hacer nada aquí en tele. La única manera que he sabido ha sido esta, empezar de muy abajo, que sigo estando ahí, e ir haciendo cosas y que me sirva para progresar. Luego pienso que de alguna manera las cosas cuadran, porque luego surge la oportunidad de ‘El último show’, con un personaje que no era para mí, que no estaba escrito para mí, que no era la primera opción, ni la segunda, seguramente tampoco la tercera, pero que al final hubo casting, convencí a Alex (el director) de que era yo. Y sin todo lo de antes, y el background del teatro…
Te vimos en ‘El último show’ y en la película ‘Reset’, en la que participas en el corto de Nata Moreno, ¿qué piensas de esa apuesta de la tele por la ficción desde Aragón?
Qué os voy a decir, esto lo necesitábamos. Hay una cosa que me llena siempre de perplejidad y es que en Aragón, si echamos un vistazo a su historia y le decimos a cualquiera que nos diga cinco aragoneses ilustres, me juego el dinero que no tengo a que de los cinco nombres cuatro son de artistas. El gran producto que Aragón exporta es cultura, es arte, artistas, y lo que está pasando ahora en el audiovisual no es más que la cristalización de un talento oculto que ha estado ahí, como las lombrices de los terrarios que hacen el hueco en la tierra para que eso se oxigene, la tierra no se compacte y acabe aplastando la raíz; pues eso es lo que ha pasado. Lo que hace falta es que esa trayectoria continúe.
Me hizo muchísima ilusión participar en ‘El último show’. La época dorada del audiovisual está por venir, todavía están los monstruos ahí, todavía lo nuevo no ha nacido del todo y todavía lo viejo no acaba de morir. Esta ciudad es un ecosistema muy complicado, pero tengo mucha ilusión por la gente joven, que algunos son los que nos están dando momentos de exaltación como ahora mismo Pilar Palomero, Javi Macipe, lo que está haciendo Paula Ortiz, no quiero reducirlo a ellos tres, pero es brutal, en una comunidad como esta. Yo trabajo mucho en Bilbao, que es una comunidad mucho más potente y con un concepto de lo propio mucho más desarrollado que el nuestro, un afán de intervenir y de proteger su fenómeno cultural que es indiscutible y que está plasmado en lo práctico, en la pasta, y mis colegas vascos me dicen: “pero por qué os queréis tan poco en Aragón si las cosas que vemos son de puta madre, pero no os queréis” y les digo que nos queremos mucho, pero que los que no nos quieren son los que podrían hacer esto más fácil, los políticos, los gestores, los funcionarios.
Además de teatro con ‘Don Quijote’, ¿dónde te podremos ver ahora?
Hay un proyecto muy bonito en el que llevo ya tres años con él, que es una versión de Macbeth de Shakespeare, he escrito una versión para cabaret y ese espectáculo debería haberse producido este año pasado en Madrid, pero por la pandemia no se pudo hacer, retrasamos el plan de producción y se va a hacer el año que viene. Estoy muerto de ilusión con ese trabajo porque llevo tres años peleando con él.
En lo audiovisual, como soy un poco supersticioso, me vais a permitir que me calle. En cada una de las facetas en las que estoy intentando desarrollarme tengo proyectos estupendos, estoy ahora acabando mi segundo libro de poesía y estoy escribiendo un proyecto de serie de televisión a medias con Alberto Andrés Lacasta.
Acabas de subir una foto de tu gato a Facebook y cada 2 minutos miras a ver cuantos likes tienes. Subes una foto tuya a tu estado de WhatsApp y cotilleas a ver qué personas lo han visto y ya de paso la subes también a Instagram. Las redes sociales presentan nuestra vida de cara a los demás, donde todo es maravilloso y fenomenal, pero ¿es verdad todo lo que aparentamos? En el mundo del arte, «por mucho que trabajes, lo importante es tener más likes, tener más visitas«, sentencia el director Guilherme Oliveira sobre su nuevo cortometraje ‘Artistas Anónimos’.
Parte del cartel de ‘Artistas Anónimos’, diseño de Guillermo Blanco.
Un grupo de personas adictas a crear y consumir arte se reúnen para tratar sus problemas, en plan ‘hola me llamo Jason Momoa y soy artista’. «Mi idea como director era hacer un cortometraje lo más coral posible y tratando un tema que a todos nosotros nos preocupa, el tema artístico, las frustraciones diarias que tenemos en esta profesión/vocación«. Para Oliveira, que también es actor, estos artistas se juntan para ayudarse o eso al menos es lo que piensa nuestra protagonista Elisa, que acude por primera vez a este grupo.
La actriz zaragozana Claudia Sancho interpreta a Elisa, el miembro más reciente que lo flipa en esta reunión, y Fran Martínez es el curioso guía que la recibe. «Podéis hablar, no hablar, podéis reir, llorar, podéis transmitir cualquier emoción que os apetezca, nadie os va a juzgar«, con este recibimiento ¿a quién no le apetecería acudir a una reunión de estas? Nosotras nos apuntaríamos y además hay tortilla de patata, pero hay que ir pronto, que se acaba, nos lo ha dicho Fran.
La actriz Claudia Sancho en primer término, le acaban de comunicar que se ha acabado la tortilla de patata. Christian Andrade, al fondo, está desolado.
CUANDO EL DRAMA SE CONVIERTE EN COMEDIA
En el corto aseguran que «en un mundo donde todo es una mierda, lo importante es aparentar que te va bien la cosa»; qué pesimistas estos artistas, pero Oliveira lo explica: «es una crítica a nosotros mismos como artistas, una crítica al postureo, digamos, en este mundo, ya sea audiovisual, musical…» y es que aparentar que todo te va genial es tendencia. No es comedia, pero tampoco es drama ¡es mucho mejor!, es tragicomedia, un género que nos encanta. Cuando piensas que estás viendo un momento dramático, zasca, alguien suelta algo gracioso y estos artistas seguro que tienen muchos momentazos con los que sorprendernos.
Muchos colores y formas componen esta reunión de ‘Artistas anónimos’ hay actores, directores, escritores, fotógrafos…. doce para ser más concretas, un elenco lleno de aragoneses. «En este corto he dado mucha importancia al tema actoral, ha sido donde más énfasis he puesto». Oliveira reconoce que ser actor le sirve luego para dirigir a otros. «Yo a la hora de dirigir trato de sacar lo mejor de cada uno», como buen maestro de ceremonias.
El dire Guilherme Oliveira dando indicaciones de cómo rascarse la oreja, pequeños detalles de directores/actores. Foto fija: Laura Arto y Adrían Bravo .
UN GRAN EQUIPO
La idea del cortometraje surgió hace unos años, cuando Guilherme Oliveira se juntó con unos cuantos compañeros que querían experimentar como él. «Hace mucho tiempo que quería escribir un trabajo con un grupo de guionistas, es interesante porque dejas de tener esa sobreprotección con el texto y te dejas llevar por opiniones ajenas». El arte, una localización y bastante peña fueron los pilares para crear esta historia y a partir de ahí se puso a teclear con Juan Turmo, Blanca Murcia y Christian Dragan, con los que firma este guion. «A mí me encantó. Muchas series y películas que tanto nos gustan, no es solamente un guionista el que las escribe, son un grupo».
Y más gente ha trabajado en este rodaje que duró dos días en la productora Ocara. Artistas detrás de las cámaras: Juan Turmo como ayudante de dirección, Diego Strummer como jefe de producción, Christian Joven en la dirección de fotografía con una cámara canon 5D, Patricia Martín e Irenne Joven en maquillaje y José Estella en etalonaje. Artistas delante de las cámaras: Claudia Sancho, Fran Martinez, Christian Dragan, Christian Andrade, Isabel Hebrero, Álvaro Gelabert, Eva Magaña, Manuel Buenaventura, Lucie Beuken, Alberto Segovia, Claudia Sierra y El Bake.
Fran Martínez aguantándose el trozo de tortilla de patata en la boca para que no le descubran.
DE RÍO DE JANEIRO A ZARAGOZA PASANDO POR LISBOA
Guilherme Oliveira nació en Río de Janeiro a ritmo de Samba da Bahía y por cosas del destino llegó a Aragón a ritmo de castañuela aterrizando en la capital maña. Antes hizo parada en Lisboa donde ya empezó a picarle el gusanillo de la actuación y al llegar a Zaragoza, hace 11 años, conoció la Escuela Municipal de Teatro de la que se enamoró perdidamente y en la que se formó como actor. «La escuela me enamoró bastante, tengo muy buenos recuerdos de este proceso y ha cambiado mi vida por completo», relata a Secuenciadas. Más tarde sintió la necesidad de contar sus propias historias y ya que conocía a bastantes actores, empezó a formarse también como director y a ponerse al otro lado de las cámaras.
Y no le ha ido nada mal ya que en 2015 fundó su propia productora Ocara con la que sigue en la actualidad. Destacamos varios de sus trabajos: la webserie ‘Cañas’ (2013), la webserie ’40 días’ (2016), el cortometraje ‘Mudo‘ (2017) , videoclips y eventos como «Aragón Aquí Hay Webserie» o «Aragón Aquí Hay Teatro», entre otros.
Foto de equipo de ‘Artistas Anónimos’ durante el rodaje del cortometraje. Foto fija: Laura Arto y Adrían Bravo .